Para que los españoles reflexionen

Patriotismo e identidad nacional: la opinión de Stanley Payne

El historiador norteamericano Stanley Payne, conocido por sus libros sobre la historia de España, escribió recientemente un artículo en el diario El Mundo para explicar por qué los símbolos nacionales son importantes. Olvídense de las razones lógicas, Payne lo explica así: “La gran mayoría de los ciudadanos americanos cree y siente que su enorme y variado país representa una comunidad nacional y un conjunto de valores, más o menos iguales para todos, que merece afirmar y celebrar”. ¿Y España?

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Stanley Payne empieza haciendo una distinción entre la nación cívica y la nación étnica: la primera está formada por una sociedad civil desarrollada y compuesta por muchas razas, como Estados Unidos, y la segunda, por personas de la misma raza. “De vez en cuando, algún politólogo asegura que los símbolos nacionales son más importantes en las naciones cívicas que en las étnicas, puesto que en éstas los lazos de sangre son más fuertes y los símbolos externos, menos necesarios e importantes. En teoría, puede ser así, aunque la distinción entre dos clases de naciones es un tanto artificial, porque casi todas las llamadas naciones cívicas empezaron también como naciones étnicas”.

Payne recuerda que EEUU empezó siendo una nación étnica, es decir, formada por europeos, principalmente anglosajones, pero luego pasa a describir que, sea como sea, los símbolos nacionales en ese país son muy poderosos y extensos, los más extensos de cualquier sociedad democrática, y que hoy día, en materia de presencia social, sólo son superados por Corea del Norte, uno de los últimos bastiones del comunismo. La diferencia, y en esto Payne lleva razón, es que los símbolos en esa dictadura asiática vienen impuestos y atornillados desde arriba, y en Estados Unidos “desde abajo”. ¿Por qué existe ese fuerte sentimiento nacional en Estados Unidos?


“La república americana –dice Payne- fue la primera nación moderna creada como un país ex nihilo a partir de una colección de colonias. La gran mayoría de los Estados europeos, aunque se afirmaron como naciones modernas después que la república norteamericana de 1783, habían sido antes principados, monarquías o imperios. Después, la formación de países en otras partes del mundo, en muchos casos, se llevó a cabo en términos algo más artificiales”.

Explica Payne que la necesidad de tener un símbolo nacional que expresara la unidad ya existía desde los tiempos de las 13 colonias que dieron lugar a Estados Unidos: “En los primerísimos años de la república, ésta se creó con sus barras blancas y rojas, y colocando en una sección una estrella por cada Estado contra un fondo azul. La técnica fue ingeniosa, porque así la bandera combinaba el reconocimiento de los 13 estados individuales en un solo símbolo de unidad nacional. El equivalente para la España actual sería incluir en la enseña nacional una sección con 17 estrellas u otros símbolos por cada una de las comunidades autónomas”.


A medida que se fueron incorporando nuevos estados, la bandera iba ganando estrellas (hoy son 50), pero en esencia, las barras blancas y rojas que definían la personalidad del país quedaron de la misma forma. “Los norteamericanos baten todos los récords a la hora de exhibirla, tanto de forma individual como familiar”, afirma Payne. “No conozco ningún censo en cuanto al porcentaje de la población que posee una bandera, pero debe de ser muy alta. En los grandes días festivos nacionales, muchas casas la exhiben, y hasta hay algunos superpatriotas (aunque serán menos del 1% de la población) que la alzan en frente de la casa todos los días, retirándola al atardecer”.

Con los himnos sucedió algo parecido. Estados Unidos creó un himno nuevo para un país nuevo, y aquí Payne se sorprende de que los alemanes, tan conocidos por su fervor musical, no creasen un himno para su país. “Reconvirtieron la música de un muy conocido himno protestante, compuesto por Haydn, y escribieron una letra nueva para confeccionar el famoso Deutschland über Alles. (Varias iglesias protestantes en diversos países mantienen el himno religioso original de Haydn, pero, cuando los fieles lo cantan, tienen la extraña sensación de que están entonando el himno nacional de Hitler, aunque esta vez con letra puramente cristiana)”.


El himno de los Estados Unidos fue compuesto de una sola vez por  Francis Scott Key en un momento terrible. Scott Key vio la bandera todavía ondeando durante el ataque británico fracasado al puerto de Baltimore en la Guerra de 1812. “Su calidad musical no es la mejor del mundo” dice Payne, “pero evoca una emoción profunda en millones de americanos y, probablemente, se canta con mayor frecuencia que en el caso de cualquier otro país democrático, antes de todos los partidos deportivos y en otras muchas ocasiones”.

¿Y qué clase de emociones evoca un himno? ¿Cuál es su fin? Payne se limita a describir cuál es el impacto que el himno de EE.UU. tiene sobre la población. “Sirve para reafirmar la identidad y unidad de una nación cívica, compuesta de 50 estados individuales (algunos de ellos de dimensiones parecidas a las de países como España) y compuesto de más de 300 millones de ciudadanos de todas las razas y etnias posibles”.


También añade el historiador que el número de festividades nacionales se ha incrementado bastante desde la fundación del país. “Sólo el Día de la Independencia, el 4 de julio, fue una fecha oficial de conmemoración casi desde el comienzo de la república. La adición de los demás llegó más tarde, especialmente durante el siglo XX. Y todavía se siguen añadiendo nuevos días festivos nacionales, como hace pocos años se hizo con la creación del Martin Luther King Day, para conmemorar el día del nacimiento del principal líder negro en la cruzada por los derechos civiles. De este modo, dice Payne, los símbolos están ampliados para integrar sectores diversos de la población”.

Aquí no puede evitar el historiador hacer una comparación con el día nacional de Francia, el 14 de julio. Para empezar, coincide con el mismo mes del día nacional de EE.UU., que es el 4 de julio, pero las coincidencias acaban aquí. “El significado del Proceso del 14 de Julio, el asalto a la Bastilla, es un tanto ambiguo, puesto que inició un proceso político que condujo a la revolución, el terror, la guerra civil, y una dictadura muy militarista y sangrienta”.


Asimismo, el uso de los símbolos nacionales en Francia no está tan extendido como en Estados Unidos, cosa que se puede ver hasta en las películas norteamericanas. “Mientras en la mayor parte de las democracias jurar la bandera es algo reservado para los militares, en Estados Unidos el Oath of Allegiance se jura por los alumnos en las escuelas primarias y por el común de los ciudadanos en varias ocasiones durante el año”.

¿Por qué son tan numerosos los símbolos de identidad en Estados Unidos y tan frecuente su utilización?, se pregunta Payne. Todos los politólogos admiten que esos símbolos afirman el espíritu de una nación cívica de orígenes multinacionales y multirraciales. “Pero tales prácticas no podrían ser tan extendidas, ni, según parece, tan eficaces y sentidas, como un mero proyecto pragmático. Tanta proliferación obedece sobre todo a un sentimiento profundo, un sentido ético de patriotismo, muy ampliamente extendido, entre la población estadounidense”.


Y al final da unas claves que no tienen que ver con la razón, ni la lógica. “Esto es así no tanto por lazos de sangre, o hasta por la memoria de la Historia, como por el hecho de que la gran mayoría de los ciudadanos americanos cree y siente que su enorme y variado país representa una comunidad nacional y un conjunto de valores, más o menos iguales para todos, que merece afirmar y celebrar”.

Por último, se pregunta Payne si los símbolos nacionales se emplean en un intento de forjar la identidad y el patriotismo, o si es la existencia previa del patriotismo la que los produce. Y responde. “Probablemente, sea una combinación de ambas cosas”.


(El artículo apareció en el diario El Mundo con el título de “Símbolos nacionales: EEUU, un caso singular”).

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