Esto es identidad y lo demás, tonterías

¡Que vuelven los cosacos! (y defienden a Putin)

Si alguien los creía desaparecidos, se equivocó. Gorros de piel, miradas fieras, caballos acróbatas, sables letales. Eran siervos que huían de la esclavitud. Se instalaron en las estepas de Ucrania y Rusia. Los bolcheviques les persiguieron a conciencia, pero los cosacos sobrevivieron. Fieles a la eterna madre Rusia, hoy este pueblo de guerreros quiere ser dueño de su propio territorio y piensa que con Putin lo puede conseguir. ¿Independientes? Ni hablar: lo que quieren es seguir siendo el brazo armado de todas las Rusias. De momento, ya comparten el poder en la región de Rostov. La comunidad cosaca del Don resucita. Gente dura de roer.

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Los cosacos, que en otro tiempo fueron aventureros enamorados de la libertad y defensores del zar, están a punto de renacer en Rusia después de largos años de persecución bajo el gobierno de los bolcheviques. Hoy se han aliado con el poder y juran fidelidad al presidente Vladimir Putin.

En el sur de Rusia, cuna del “cosatchestvo” (comunidad cosaca), los jefes cosacos, que dirigen una comunidad de 150.000 personas, tienen un escaño en el seno de la administración regional en Rostov del Don. El Jefe de los cosacos del Don, el general Viktor Vodolatski, es también el adjunto del gobernador de la región de Rostov Vladimir Tchub. “Hemos llegado el poder. Cooperamos con el partido Rusia Unida (pro-Kremlin) y apoyamos la política de Vladimir Putin”, declara el adjunto del jefe, Igor Kazarezov, sentado en un despacho espacioso donde una gran fotografía del presidente ruso ocupa un lugar de honor.

¿De dónde han salido los cosacos? Aparecidos en los siglos XIV y XV en las estepas del sur de Rusia y de Ucrania, los cosacos, descendientes de siervos campesinos que huyeron de la esclavitud, se instalaron inicialmente en el Don y el Dniéper, en el Volga, en el Terek y en los Urales. Durante siglos vivieron de la pesca, la caza o el saqueo. Obligados a defenderse de los nómadas, crearon comunidades militares y participaron en la conquista rusa de Siberia y del extremo Oriente al servicio del zar, que les recompensó generosamente. No son un pueblo étnicamente distinto de los demás rusos, pero largos siglos de un estilo de vida singular terminaron configurando una comunidad con identidad propia.

Somos guerreros

“Somos guerreros. Nuestra sangre es sangre de guerrero”, explica el coronel Yuri Diakov, jefe de una sección militar en la comunidad de los cosacos del Don. “Hoy, cerca de 1.200 cosacos del Don se dedican a mantener el orden en la región,” dice Diakov. Una ley federal aprobada en 2005 les otorgó base legal para prestar servicio en el seno de la armada y de la policía. ”Nuestros hombres sirven también en el spetsnaz (fuerzas especiales), en las flotas del Norte y del Mar Negro y en el régimen presidencial de Moscú”, explica este hombre de gran mostacho.

Había cuatro millones de cosacos en la Rusia zarista. Nadie sabe actualmente cuál es su número. Según las estimaciones oficiales se calcula que son unos 600.000, pero los cosacos dicen que son diez veces más numerosos. Cuando los comunistas llegaron al poder, tras la revolución de 1917, proclamaron el exterminio de la comunidad cosaca como sospechosa de ser contrarrevolucionaria. Muchos, en efecto, nutrieron las filas del ejército blanco durante la guerra civil, junto al atamán Semenov y el barón Ungern-Sternberg. Después, decenas de miles de cosacos fueron fusilados, sus ciudades quemadas y una parte de ellos emigraron al extranjero. Los cosacos volvieron a escena en la segunda guerra mundial; el ejército alemán amparó a singulares unidades de cosacos en lucha contra Stalin. Tras esta nueva derrota, el tirano ordenó una vez más el exterminio masivo y la deportación de los supervivientes al otro extremo de la Unión Soviética.

La comunidad cosaca no comenzó a renacer hasta después de la caída de la URSS, en 1991. Irreductibles, los cosacos retomaron sus armas y participaron en numerosos conflictos territoriales de los años noventa: lucharon al lado de los separatistas pro-rusos en Transdniestria (junto a Moldavia), en Abjasia, en Osetia del Sur y contra los independentistas en Chechenia. “No conseguimos el poder en nuestros territorios históricos cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo en 1991. No estábamos preparados. Nuestras tierras se privatizaban mientras luchábamos”, lamenta el coronel Diakov. “Hoy en día tenemos otro objetivo: formar cuadros de élite y llegar al poder por medios civilizados,” añade el coronel.

“Estamos desarrollando un sistema de educación militar y patriótico. Hemos creado seis escuelas de cadetes en la región, donde los jóvenes estudian la cultura y las tradiciones cosacas”, cuenta con orgullo el adjunto Kazarezov. “Hoy no importa si un ruso es de creencia ortodoxa, aún así puede unirse a la comunidad cosaca. Como tampoco importan sus orígenes étnicos. Existe también una comunidad de cosacos armenios. Son verdaderos patriotas del Don, que han adoptado nuestra cultura”, concluye el coronel Diakov.

(Elaborado con información de la Agencia France-Press).

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