Javier Monjas/NUEVO DIGITAL
Muchos creyeron que la corrección política llevada a los límites del totalitarismo ´antirracista´ ya no podía ir más allá cuando a comienzos de semana se desvelaba que una profesora británica había castigado a toda su clase sin recreo porque dos alumnos -que fueron especialmente sancionados al salir de clase como escarmiento- se habían negado a realizar las genuflexiones rituales musulmanas para "adorar a Alá" durante una clase de ‘otras religiones’. Pero no pasaron más de un par de días hasta que el récord cayó fulminado por otra mujer, esta vez una escritora profesional de la pedagogía de la ‘tolerancia’. En una guía educativa promocionada por un organismo oficial británico se recomendaba a los profesores mantenerse vigilantes sobre los niños pequeños de guardería que rechazaran comidas exóticas para ellos. Podía ser que las especias les desagradaran. Pero también podía constituir un indicio de “racismo” incipiente del que sería necesario informar de inmediato a las autoridades locales educativas. Las siguientes son las claves de cómo el ´antirracismo oficial´ amalgamado con masivas cantidades de morralla psicológica y pedagógica de la ´tolerancia´ se ceba ya en el Reino Unido con los niños prácticamente desde que nacen.
La noticia es ya exhibida de forma jocosa en medio mundo. Desde Rusia, la cosa se presenta con un risueño titular: “¿No te gustan el curry o los tallarines chinos? ¡Eres un racista!”. El ‘racista’ es, en este caso, un niño o una niña de hasta dos años y pico de edad, el ‘target’ pedagógico de la guía titulada “Los niños pequeños y la justicia racial” (índice - pdf) , escrita por Jane Lane, descrita en el tomo como “una trabajadora activista de la igualdad racial en los primeros años de la infancia”. A Jane Lane no le interesa que a los niños no les gusten las verduras, sino que no se coman sin rechistar el cuscús bien especiado que les puedan colocar de almuerzo. Y cuando Lane dice niños, dice niños. “Toddlers”, según la palabra que, en inglés, designa a los pequeños que apenas han comenzado a andar y cuyo rango de edad se extiende hasta los dos años o dos años y medio.
"Al primer indicio, informar a las autoridades"
“Los niños son como esponjas y los primeros años de sus vidas son críticos para ayudarles a comprender y aprender el respeto a las opiniones, las diferencias, las similitudes y la necesidad de otros”, afirma. Su guía pedagógica, publicada bajo el auspicio de la Oficina Nacional para la Infancia (National Children’s Bureau), fue presentada por ella misma como un recurso que incluye temas de amplio espectro sobre el antirracismo, entre ellos, los derivados de “la terminología, el color de piel, vivir en zonas principalmente blancas, terrorismo, calificativos aplicados a otros, cohesión en la comunidad, cómo ‘desaprender’ el racismo y cómo lidiar con los incidentes racistas”. Entre los “incidentes racistas” potenciales se pueden encontrar el que un ´toddler´ se niegue a comer una comida extranjera o, según sus palabras, que “reaccione negativamente a una tradición culinaria distinta a la suya propia diciendo ‘puag’”. Ahí puede encontrarse la hidra del racismo. No en las especias o en los picantes o en los extraños condimentos, sino en los primeros y tempranos indicios de un galopante racismo infantil que puede comenzar desde que son simplemente bebés y no “reconocen la diversidad de las personas en sus vidas”.
La escritora recomendaba para estos y otros casos de “racismo” de ‘toddlers’ el que se informe de inmediato a las autoridades educativas locales. “Algunas personas creen que si un gran número de incidentes racistas son comunicados, eso afectará negativamente a la institución. De hecho, es lo contrario”, afirma la pedagoga. “Ningún incidente racista debería ser ignorado. Cuando se produce un incidente racista claro, es necesario ser contundente en la condena de la acción”. Y es entonces cuando se abre expediente al niño o a la niña de hasta dos años y medio de edad que no pudo con el potente curry de inspiración pakistaní.
"Si dice ´puaj´, puede ser un racista"
Ante el escándalo montado, el Consejo Nacional de la Infancia emitió una nota de prensa con las declaraciones de un portavoz: “(La guía de Jane Lane) es un excelente recurso que ha sido diseñado para ayudar a los profesores y al personal de las guarderías a reconocer qué es un comportamiento potencialmente racista y qué NO lo es”. Con el énfasis del ‘no’ tronando en la nota de prensa, precisamente la prensa se dedicó a entrecomillar el párrafo que ‘potencialmente’ condena al fuego del infierno del racismo a los niños pequeños por rechazar comidas exóticas a su cultura. Y lo que, en efecto dice la guía, es que “un niño puede reaccionar negativamente a una tradición culinaria distinta de la suya diciendo ‘puag’”, lo que puede indicar, o bien una falta de familiaridad con esa comida en particular, o, “más gravemente, una reacción a la comida asociada con las personas de una particular etnia o comunidad cultural”. En este sentido, hacer tragar un buen y potente curry a una niña de un año puede constituir una buena cata de la ´tolerancia´ en una “potencial” racista que da sus primeros pasos en el odio interétnico y religioso no tragando sin rechistar las especias.
El incidente de la ‘guía antirracista para niños pequeños’ se producía casi horas después de que se conociera cómo otra ‘pedagoga’ había sido suspendida por su centro después de que varios padres y madres se quejaran ante la dirección por las medidas punitivas que la profesora había infligido a sus hijos. Todo comenzó cuando Alison Phillips castigó sin recreo a su clase de alumnos de entre once y doce años porque dos de ellos -que terminaron castigados encerrados en un cuarto- se habían negado a postrarse en oración islámica durante una clase en la que la profesora enseñaba el islam. Pero la enseñanza no terminaba en las nociones religiosas de la religión musulmana, sino en la postración de los niños mirando a La Meca como muestra del “respeto” a Alá que dos de ellos no mostraron de forma adecuada.
"Ahora vamos a adorar a Alá"
Una madre relataba lo sucedido: “Estoy completamente furiosa con que mi hija haya sido obligada a tomar parte (en la oración musulmana) y no lo encuentro aceptable. No tengo problemas con que enseñen a mi hijo otras religiones, y una pequeña cantidad de información no les va a hacer daño”. “Pero no sólo tuvieron que rezar, sino que la profesora entró en clase, les hizo ver una película corta, y entonces les dijo: ‘Ahora vamos a adorar a Alá’. Y entonces dos chicos fueron castigados después de la salida de clase y los otros niños se perdieron el recreo por la profesora”, añadía la madre, Karen Williams, quien, como otros padres y madres, se maravillaba en las declaraciones a los medios afirmando: “Mi hijo ha sido obligado a adorar a Alá en una lección colegial”. El centro ha aclarado que la “suspensión” de la profesora Alison Phillips no suponía una “medida disciplinaria”.