Lo peor de lo que estamos viviendo no es que los descerebrados al mando vayan a hacer todo lo posible por demoler castillos medievales porque el señor feudal no había sido elegido democráticamente, o que echen abajo las ruinas romanas porque fueron construidas por imperialistas, o que vayan a intentar quemar un alto porcentaje de las pinturas del Prado por mostrar a reyes, emperadores, frailes, señoras desnudas y demás...
Lo peor no es que hayan derribado la estatua de un patriota irlandés, en Dublín, por simpatizar con los nazis durante la guerra, cuando en el neutral Eire casi todo el mundo simpatizaba con los nazis por aquel entonces, debido a la tirria que le tenían a la Pérfida Albión.
Lo más grave no es tampoco que la hayan emprendido contra Churchill, y contra... Victoria, nada menos.
No impresiona mucho que retiren otra escultura del fundador de Rhodesia, junto al Oriol College, en Oxford, ni que se monten una comuna en Seattle que ha empezado a lo Vida de Brian y tiene todo el aspecto de que va a terminar como Holocausto Caníbal.
No escandaliza particularmente que acusen a la fuerza pública británica de “brutalidad policial”, a esos benditos de Dios, educadísimos y desarmados hasta hace nada, que tuvieron que empezar a portar armas de fuego a raíz del terrorismo islámico.
O que hablen de “racismo” y de “colonialismo” en Suecia, donde se les acogió con amor y se les trató como a la niña de sus ojos, poniendo todo el Estado del Bienestar nórdico a su disposición. Y, además, en una nación que jamás tuvo una sola colonia en Ultramar. Como la mayoría de las naciones de Europa, por cierto.
¿Y acusar a los europeos balcánicos de “esclavistas”, cuando estuvieron bajo el yugo musulmán otomano durante tantos siglos?
Tampoco se nos llevan los demonios porque proscriban Lo que el viento se llevó o la música de Wagner, o que arrojen a la hoguera las obras completas de Schopenhauer por sus observaciones antropológicas sobre la raza negra.
No. Todo esto es pasable.
Lo que es verdaderamente insoportable, una indecible tortura, un Calvario, una rueda de Ixión, una piedra de Sísifo, un globo terráqueo de Atlas... es la moda afro que se nos viene encima. Quienes pensábamos que lo del feminismo era un coñazo (nunca mejor dicho) ahora sí que nos vamos a enterar.
Ya estamos viendo la ñoña campaña de actores yankis “Yo me responsabilizo”, o a Riccardo Muti declarando que quiere tener más afroamericanos en su orquesta y en su repertorio (¡!).
El próximo diciembre hay que olvidarse de El Mesias, de Haendel, en una vetusta iglesia. Preparémonos para los ritmos del tam tam en una ceremonia Vudú
Como decía Tarzán: “¡Yuyu!”.
Comentarios