Conversación entre Javier R. Portella y Fernando Sánchez Dragó

Corre, lanzado, el "Galgo corredor"

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Para conversar en torno a Galgo corredor, el segundo tomo de tus memorias, que cubre tus años universitarios entre 1953 y 1964, me voy a centrar en tres grandes cuestiones. Como contrapartida, y aunque me cueste, voy a dejar de lado todas las cuestiones que, leyéndote, a uno le asaltan sobre las mil vivencias, experiencias, historias… con las que te desnudas ante nosotros; esas cuestiones que conforman tanto la trama de tu vida en aquellos años 50 como la atmósfera en la que latía el país y que nos haces revivir de una forma que, para no caer en el ditirambo, me permitirás que me abstenga de calificar.

Y como ese país y esa atmósfera estaban marcados en su corazón por el franquismo, abro el fuego con la siguiente pregunta dirigida al militante político antifranquista que fuiste.

 

  • Si hubieras sabido, como lo sabes hoy, en qué iba a consistir y en qué abismos de degradación iba a caer el nuevo régimen que ha salido del autoderrocamiento del franquismo, ¿hubieras combatido, como lo hiciste, en contra de él? Dicho de otro modo, ¿no lamentas haberlo hecho?

RESPUESTA - Lamentarlo, no, en lo que a mi persona y su trayectoria vital se refiere. Fue una experiencia estimulante, transgresora y muy novelesca. Sabía que iba a dar frutos literarios, y los ha dado. Es uno de mis momentos estelares. Yo, para ser escritor, y para ser yo mismo, siempre he necesitado la vita pericolosa. Viví situaciones, a decir poco, extraordinarias, tuve acceso a lugares en los que de otro modo nunca hubiera entrado, abrí puertas, trabé amistades que durarían hasta nuestros días, trencé relaciones con los miembros de lo que hoy ya se conoce como "generación del 56". Fui yo, por cierto, quien acuñó esa etiqueta. Me divertí mucho, ligué a mansalva, experimenté fuertes emociones... Dicho esto, y centrándome ahora en la otra parte de tu pregunta, la política, la social, la ideológica, es obvio que me equivoqué y que nos equivocamos todos.

Ni el franquismo era lo que nosotros denunciábamos ni lo que ha venido después es cosa que me satisfaga

Ni el franquismo era lo que nosotros denunciábamos ni lo que ha venido después es cosa que me satisfaga. Si pudiese rebobinar y volver a aquellos años, buscaría aventuras, peligros y emociones por otros caminos. Es, de hecho, lo que hice con posterioridad. Desde 1953 hasta 1964 fui el progre más progre de todos los progres. Ese mismo año dejé de serlo, y hasta ahora. En Galgo corredor ya se hace evidente, pero más aún se hará en el tercer volumen de mis memorias: el de los años viajeros.

  • Si te sirve de algo mi respuesta a la anterior pregunta (yo también luché contra el franquismo y fue represaliado por él), te diré que sí me arrepiento de haberlo hecho. No porque glorifique el franquismo, sino porque lo que ha venido me parece —pero lo que me interesa es saber si a ti también te lo parece— insidiosa, refinada y hasta diría hipócritamente peor.
    Te pongo un ejemplo sacado de tu libro: el del conservadurismo neopuritano que hoy nos invade. Nos cuentas en tus memorias que ya en tus años mozos sentías «apetencia, aún confusa, por las experiencias pecaminosas, la sexualidad prohibida, las zonas off limits, los barrios de marineros, putas, cristales opacos y luces rojas, densos, pegajosos y olorosos». Ambientes y experiencias de alto voltaje que han quedado hoy —lamentas— prácticamente abolidos por «las limitaciones impuestas por la corrección política, el desarrollo económico y el momentáneo (espero) triunfo del puritanismo».
    Mi pregunta es entonces: ¿cómo entender semejante paradoja? La de una sociedad de los años 50 que, aplastada por la más cerril de las moralinas, permitía que bulleran en ella todas esas zonas oscuras que la memez progre, envuelta en sus pretendidas libertades y en su blandenguería higienista, persigue con el mayor de los enconos?

RESPUESTA - Entonces ni España ni el mundo habían perdido, como ahora, el sentido común y aún no había nacido la corrección política, que es sólo una herramienta artificial manejada, aunque no inventada, por la izquierda para generar un nuevo electorado, tras perder el de la lucha de clases, y mantenerse en el machito del poder. Ése ha sido siempre su único objetivo, sumado al de salir (ellos) de pobres. El comunismo y el socialismo son sectas heréticas del cristianismo igualitarista y pobrista, aunque no del cristianismo pagano, que también existe. En ellos, sobre todo en el comunismo, siempre ha habido un acusado componente puritano. Yo, al entrar en la cárcel, donde todas las máscaras caían, tuve ocasión de comprobarlo. En mi libro recojo bastantes episodios, entre grotescos y cómicos, al respecto. Por otra parte, en lo relativo al eterno retorno del puritanismo, que anida en el miedo a la libertad yacente en el corazón del hombre, y el no menos eterno retorno de la libertad de costumbres, funciona con precisión de reloj suizo el columpio de la historia. Después de Babilonia llegó Israel, después de Israel vino Roma, después de Roma surgió el Medievo... Del desenfreno a la represión y de la mojigatería al libertinaje.

Toda esta tontería pasará por imperativo de la sensatez, de madre natura y de las hormonas, los hombres volverán a ser varones y las mujeres mujeres

Toda esta tontería pasará por imperativo de la sensatez, de madre natura y de las hormonas, los hombres volverán a ser varones y las mujeres mujeres, el sexo recuperará el terreno perdido frente al género, que es un delirio filosófico y biológico, pero no sé si tú y, sobre todo, yo alcanzaremos a verlo. De momento, yo, como demuestra mi libro, que tiene un fuerte componente erótico, me voy tomando la justicia por mi mano. Si el nacional-catolicismo no consiguió castrarme, imagina si va a conseguirlo la Santa Compaña del  me too y el Ejército de Salvación de la LGTBI y no sé cuántas letras escarlatas más.

  • Para acabar con el tema del franquismo, ¿cuál sería, visto con tus ojos de hoy, la principal impugnación que harías contra el Régimen? ¿Contra el Régimen político como tal o, yendo más lejos, contra la memez carca de una sociedad conservadora y «nacional-católica» en la que el Régimen se sustentaba a la vez que la fomentaba?

RESPUESTA - ¡Ea, voy a escandalizar un poco a los lectores nacidos treinta años después de que yo lo hiciera! Ésos a los que han lavado el cerebro con el aguarrás de la Memoria Histórica. Yo, en mi libro, que es de memorias estrictamente personales y no un libelo ideologizado, no impugno ni condeno. Me limito a contar, como hacía Montaigne. Mi testimonio es de primera mano. Hablo de lo que viví, de lo que palpé, de lo que olfateé, y nadie que no lo haya vivido, ni palpado, ni olfateado, podrá convencerme de lo contrario.

España, en los años cincuenta, sesenta y todavía en los setenta, era el país más libre en el que he vivido

España, en los años cincuenta, sesenta y todavía en los setenta, era el país más libre en el que he vivido. Y he vivido en muchos. Si te metías en política, sufrías represalias, como las que yo sufrí, pero si vivías al margen de ella podía hacerse cualquier cosa que fuese más o menos razonable. Si el París de Hemingway en los años veinte fue una fiesta, también lo fue aquel Madrid de Ava Gardner, Orson Welles, Frank Sinatra, Samuel Bronston, los Bienvenida, los Dominguín y el propio Hemingway. Cuando a finales de 1962 me fui a vivir a Italia, descubrí, con el estupor que cabe imaginar, que allí había menos libertad real, aparte de la política, de la que había en España. Leyes, leyes y más leyes. El Régimen de Franco era altamente represivo en el ámbito de la política, pero asombrosamente permisivo en todo lo demás. No era tanto un logro de su ideario cuanto algo heredado de la España anterior a él, que no había desaparecido, porque era un estilo de vida acuñado a lo largo de la historia y de la sedimentación de nuestra idiosincrasia. El nacional-catolicismo al que te refieres en tu pregunta existía, claro que sí, pero es que había existido siempre y había muchos anticuerpos que permitían burlarlo. Los burgueses del barrio de Salamanca, en el que yo eché los dientes, iban los domingos a misa de una, muy emperifollados, pero después se iban a dormir la siesta con sus amantes. Más los varones que las mujeres, cierto, pero también, en menor medida, ellas. La sociedad vivía en permanente tensión sexual, no como ahora. Circulaban todos los libros, por prohibidos que oficialmente estuviesen. El nacional-catolicismo era, más que nada, una estrategia ideológica, un muro de contención, una mascarilla... Lo de mascarilla lo digo, a la luz de lo de ahora, con retintín.

  • Vuelvo a citarte. «Cuando me preguntan —escribes— qué no volvería a hacer si naciese de nuevo, respondo que no me emparejaría […] y no me metería en política.»
    Empecemos por el último de estos dos repudios. Mil veces lo has dicho y repetido: lo tuyo es la literatura, el arte, pues, y no ese otro arte (cuando por ventura lo es…) de gobernar a los pueblos que es la política. Sin embargo, si dejamos de lado los adalides de la ya desaparecida «poesía social», no conozco ningún gran escritor que esté más implicado que tú en los asuntos de la polis. Parece como si quisieras desprenderte de ella, pero te resultara imposible y la muy taimada te hiciera volver, como un adicto, a las andadas. ¿Qué tal llevas —supongo que bien— semejante doble tensión?

RESPUESTA -Algunos, no todos, somos Jekyll y Hyde, algunos, no todos, tenemos varias personalidades, pero un sólo carácter. La política es para mí una especie de hobby, un entretenimiento que me divierte, pero que no me interesa gran cosa ni me condiciona. Y una travesura, claro. Como jugar al futbolín. Yo sólo soy escritor, lo he sido siempre, desde mis años infantiles, y todo lo que a lo largo de la vida he hecho, amores incluidos, lo he hecho para cargar mis baterías literarias. Como periodista, que es una de mis marcas blancas junto a la actividad docente y la de agitador intelectual, no he podido sustraerme a la tentación de manejar la pluma, más bien el látigo, en el territorio de la res pública, pero lo he hecho, aunque pueda parecer lo contrario, mirando al tendido. Los españoles, en las sobremesas en el café, en los toros, en el fútbol (no es mi caso), siempre acaban hablando de política, y yo, que al fin y al cabo soy, aunque a regañadientes, español, no puedo sustraerme a tan pernicioso hábito: el de arreglar España mientras agitas la cucharilla del  cortado o te tomas un vermú con aceitunas. Pero sólo eso, y ya está. Me han ofrecido de todo para implicarme en política, cargos de mucho relumbrón, incluso ministerios en varias ocasiones, y siempre me he quitado de encima el burel con una larga cambiada y la sonrisa burlona en ristre. Siempre he vivido volcado hacia dentro, pero eso, claro, la gente no lo ve. Sólo ve cuando aparezco en público, en una tele, en  una radio, en una conferencia, en un desplante... Soy un hombre de lecturas, de introspección, de soledad, de retiro, de silencio. Y de campo, por cierto. No de polis ni de civis, como tú insinúas. La única realidad que me interesa es la literaria. El resto es frufrú, samsara, maya, fenomenología de todo a cien, vanidad de vanidades... En la  fachada de mi casona de Castilfrío hay un azulejo con un endecasílabo de Miguel Hernández: "Yo sólo soy yo cuando estoy solo". Quizá, para entender esta actitud, deba remontarme a Aristóteles. No me siento ni nunca me he sentido, como él asegura, zoon politikon. Todo lo que sea colectivo, excepto la familia, el enamoramiento y la amistad, me es ajeno. E incluso los tres círculos citados son numéricamente muy minoritarios, de uno en uno, de dos en dos, de tres en tres... Sólo cierro filas con personas a las que me unan los lazos del afecto y de la emoción. Los seres humanos con muy pocas excepciones, me parecen animales depredadores y yo, desde luego, no lo soy. Tampoco lo era, por poner un ejemplo clásico, el león de Androcles.  No me siento semejante a nadie. Ni mejor ni peor, pero distinto. Niño raro. Mi modelo es el Cándido de Voltaire. Cultivo mi huerto  respeto el del vecino sin entrar en él. Si todo el mundo hiciera eso, la vida sería un vergel.

  • Pasemos al otro de tus repudios. ¿Así que en una nueva vida nunca te emparejarías, dices? Pues lo que es en la actual... No sólo te has emparejado cantidad de veces, sino que lo has vuelto a hacer recientemente y de las más venturosa de las maneras. ¿Lo lamentas acaso? Y dado que, viéndoos tan enamorados a los dos, no creo en absoluto que lo lamentes, mi otra pregunta es: ¿cómo logras compaginar el amor con la pluralidad amorosa que siempre has defendido a capa y espada?

RESPUESTA - A los dieciséis años pensé en hacerme cartujo y esa idea nunca me ha abandonado. Ser  monje giróvago y pecador: ése ha sido siempre mi ideal de vida, como lo fue el de Milarepa, bandido y santo de Buda. Alguna vez he dicho, bromeando, claro, que a los escritores deberían castrarnos al nacer. El matrimonio es para la clase de tropa y el escritor debe ser por definición, una especie de ronin, un llanero solitario. La pareja, los hijos, la rutina conyugal, las tareas y obligaciones domésticas son trabas en el camino del arte. Me he emparejado muchas veces, es cierto, pero esas tentativas siempre han acabado en nada. Cosas muy distintas son los hijos. En la paternidad sí que me he implicado mucho. También lo es, en grado sumo, el amor romántico, el de Tristán e Iseo, que suele pasar de eros a tánatos, pero que constituye la mayor y más peligrosa aventura y transgresión emocional en la que puede implicarse el ser humano. Nunca, tampoco ahora, pese a mi edad, me he hurtado a ella. Muchos de los pasajes de Galgo corredor así lo demuestran. Hay en ese libro bastantes paginas que echan chispas. En cuanto a la fidelidad es algo que sólo ahora, en los tres últimos años, ha estado a mi alcance. Pero conste que tampoco exigía fidelidad a mis parejas. Lealtad, sí. Soy persona ecuánime y no pido a los demás lo que no soy capaz de dar. Uno vale para lo que vale, la libido es un caballo desbocado y el mundo está lleno de chicas guapas y traviesas dispuestas a enredarse con tipos tan risueños y dicharacheros como yo.

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