Desde hace más de treinta años no ha dejado ni un solo día de estar en el vértice de la actualidad. Ahora lo está por el inusitado éxito de su telediario de medianoche en el canal autonómico madrileño, Telemadrid. De esa experiencia –y de otras muchas cosas- habla Sánchez Dragó con Antonio Ruiz Vega en el libro Libertad, fraternidad, desigualdad. Derechazos, de próxima aparición en Áltera. Por su interés, traemos aquí la primera versión de un fragmento de esa charla: sobre Telemadrid y muchas cosas más.
- ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?
- Yo me metí en esto, en primer lugar, porque, contrariamente a la mayoría de la gente que echa a correr cuando oye “¡Fuego, fuego!”, a mí me pasa exactamente lo contrario: me arrojo a las llamas. Además, no existe aventura de libertad más grande que la de perder voluntariamente la libertad. Al fin y al cabo, es parecido a lo que yo hacía bajo Franco cuando corría la aventura libertaria de arriesgarme a perder la libertad. Porque, efectivamente, la he perdido con lo de Telemadrid. Es como haberme metido a cartujo. La clausura, es cierto, se rompe desde el viernes hasta el lunes, pero entonces tengo, por supuesto, todas las cosas apelotonadas el fin de semana, lo cual tampoco es plan. Pero, en fin, es una experiencia nueva y apasionante a la que me he comprometido en principio hasta el verano.
- ¿Y cómo se las arregla un libertario para hacer de jefe?
|
Portada del libro de Dragó de próxima publicación por Áltera
|
- El hecho de dirigir un equipo es al mismo tiempo algo apasionante y complicado. Porque la verdad es que yo soy incapaz de hacer de “capataz”. Tengo un corazón infinitamente tierno y soy incapaz de pegarle un grito a una persona que en un determinado momento se lo merezca, o echarle a alguien de un trabajo y poner a otro, etc. Para estas cosas soy totalmente negado. Pero es indudable que, cuando estás de capitán de un barco, hace falta también imponer disciplina a tu alrededor.
- La actualidad, ¿no es algo demasiado prosaico para alguien que ha dedicado su vida a la literatura?
- Lo peor que tiene la experiencia del telediario es que me obliga a dar toda una serie de noticias que, la verdad…, no me interesan lo más mínimo. Son cosas que no pertenecen a mi mundo —a mi mundo psicológico, a mi mundo espiritual…— y que, además, resultan tremendamente repetitivas. Que si la excarcelación de Juana Chaos, que si el terrorismo de los etarras, que si Rajoy ha dicho tal y Zapatero cual, que si Rubalcaba, que si Pepiño Blanco, que si Zaplana…, todos los cuales vuelven a decir lo mismo y lo mismo… A veces siento como una especie de rubor, porque yo intento hacer un telediario que sea original, extravagante, divertido; un telediario que sea elegante, culto y no repetitivo.
- ¿Y queda todavía espacio para la originalidad en una profesión donde todo es cada vez más uniforme?
- Mi telediario tiene, como es normal, un espinazo informativo, lo cual significa que toda la primera mitad se dedica a la información, viniendo luego una segunda mitad dedicada a lo que llamo “variétés”: las entrevistas que hago, mis diversas extravagancias, etc. Lo que me gustaría en la primera parte del programa sería generar yo las noticias: buscarlas, crearlas, como se hacía antes en el periodismo, cuando las redacciones de los periódicos estaban en el centro de la ciudad y el periodista salía a la calle, y si tomaba un café, se lo tomaba en la Puerta del Sol, y hablaba con la gente…, persiguiendo la noticia de una manera muy personal, lo cual impedía que todos los periódicos dieran las mismas noticias. Ahora, en cambio, es como si existiera una máquina generadora de noticias, pues todos los telediarios —y cada vez son más numerosos— dan siempre las mismas noticias. Las pueden dar con mayor o menor extensión, con una estética diferente, uno la da hoy y otro mañana, pero son siempre las mismas noticias. Está claro que si hay un tsunami en el sudeste asiático, o cuando estalla la guerra de Irak…, todo el mundo tiene que dar estas noticias. Pero hay muchas otras noticias que no son tan relevantes: noticias de menor calado, menos importantes, ¡pero que también son las mismas!, y esto es lo que a mí me desespera.
- Luego es verdad que hay un “imperialismo informativo”…
- ¿Cuál es el problema? El problema es que, como ya no existe periodismo de verdad, periodismo hecho por periodistas en busca de las noticias, sólo quedan los teletipos enviados por las agencias, las cuales envían lo que envían: hacen una selección, y ésta es tremendamente uniforme. No tienes dónde elegir. En el mundo se generan miles de noticias cada día, y, sin embargo, sólo pasan ochenta, noventa o cien. Por otro, sin embargo, yo veo a menudo la CNN o la Fox, y es esto lo que a mí realmente me gustaría hacer, porque ellos sí que realmente dan toda clase de información, y no las mismas noticias que aquí da continuamente todo el mundo. Pero, claro, la Fox tiene ochocientos corresponsales u ocho mil, ¡qué sé yo!, distribuidos no ya por todos los países de la tierra, sino por todas las ciudades del mundo, y con unos medios técnicos que no veas. De repente te dividen la pantalla en cuatro, y hay un señor que está en Hong-Kong, y otro en Ciudad del Cabo… y están todos hablando entre sí, las conexiones funcionan perfectamente, todo está cuidadísimo, mientras que en Telemadrid… hay que reconocer que somos una emisora regional que al fin y al cabo tiene medios limitados. Por lo pronto no tenemos siquiera corresponsales en el extranjero: sólo disponemos de cuatro en toda España.
- Y sin embargo, somos muchísimos los espectadores que estamos encantados con el aire que has dado a la televisión.
- Estoy muy contento de los resultados, porque la verdad es que el programa gusta mucho. Hoy que he estado paseando por las calles de Madrid, he podido constatar que la cosa es un auténtico clamor, con las gentes aplaudiéndome de acera a acera, todo el mundo dándome las gracias, son miles los e-mails que recibo, incluso han salido ya muchos comentaristas diciendo que nunca se había hecho un informativo así, que todo en la televisión será diferente antes y después de Dragó. Realmente desde este punto de vista estoy muy sorprendido. Por dos cosas. Primero, porque en el fondo yo no soy un presentador de televisión, y segundo porque hay otra cosa, y es que, pese a lo que mucha gente piensa, yo no soporto la popularidad. Te lo juro.
- De todos modos, el trance vale la pena, ¿no? Estamos viviendo años extremos.
- La situación actualmente existente en España es de extraordinaria importancia. La verdad es que con todo lo que está sucediendo estos últimos tiempos en España, he enarbolado otra vez un poco la bandera de España; he vuelto a sentirme español y a defender la idea de España, cosas que estoy haciendo desde el telediario, hablando de la historia de España, la cultura, el proyecto, la idea de España… Conste que, filosóficamente, sigo sintiéndome apátrida, es decir, hombre sin etiquetas, pero siempre ha habido en mí un impulso de caballero andante que me lleva a socorrer a las doncellas desvalidas, y España, en estos momentos, lo es. Por eso la ayudo y, además, no puedo permanecer indiferente ante la tentativa de desguazar todo lo que un país ha sido a lo largo de muchos siglos. Me indignaría también que eso se hiciera con la India, con Japón, con otras naciones.
- Es ésta una postura que no se entiende muy bien en todas partes, ¿no? ¿Qué ha pasado con el Partido Socialista?
- Sí, efectivamente, se ha organizado todo un rifirrafe con los socialistas, que puede decirse, en frase hecha, que era algo que “iba incluido en el precio”. Ya sé de sobra que tanto los socialistas en particular como la gente de izquierdas en general detestan la libertad y, por ello, tan pronto como aparece una voz libre, inmediatamente intentan cortarle la cabeza a quien la profiere. Pero estamos en periodo electoral —las elecciones a la Comunidad de Madrid tendrán lugar a finales del próximo mes de mayo—, y parece que ya empiezan a arriar la bandera en lo referente al boicot declarado por Pepiño Blanco, el secretario general del Partido Socialista, no contra mi programa, sino contra todo Telemadrid, pues han acabado dándose cuenta de lo estúpido que es semejante boicot.
- En el precio habrá que poner también la que te han liado con ese asunto de la suciedad de Madrid, ¿no?
- Todo nació de una entrevista que me hicieron a toda prisa, creo que metido incluso en un taxi, respondiendo casi a dos periodistas a la velocidad, y entonces tienes frases de estas demoledoras que te las sacan de contexto. Dije que Madrid está sucio…, ¡válgame Dios! Lo cual no significa que los madrileños sean sucios, aunque en parte sí lo son, la verdad: tiran los papeles al suelo, los perros hacen caca en las calles, en mi barrio las casas están llenas de graffiti… Y yo que voy mucho al Japón, donde puedes comer sopa en el suelo, pues a mí todo esto me llama mucho la atención, pero nunca tuve desde luego la menor intención de ofender a los cinco o seis millones de personas que viven aquí. Y si tú dices que los negros son negros, o que los indios son cobrizos, o que los chinos son amarillos, entonces estas beatitas, estos mojigatócratas de la corrección política se rasgan de inmediato las vestiduras, porque estamos en periodo electoral y de todo hacen leña para poder arrimar el ascua al fuego de la sardina electoral. Y no hay más que eso. Por otra parte, luego hablas con ellos y todos se dedican a quitarle hierro al asunto: “¡Ya sabemos cómo eres, Fernando! Tienes que entender, si contigo no va nada”, etc. Yo he hablado con varias ministras, que me han dicho: “Oye, si el secretario general del Partido Socialista nos prohíbe ir, ¿qué quieres que hagamos?”. A lo cual les he respondido: “Pero, por favor, que no sois parvulitas de una escuela. Aparte de que pertenezcáis o no al Partido Socialista, sois ministras y se supone que tenéis voluntad propia”. En cualquier caso, me pareció necesario pedir perdón por la forma en que se hubieran podido interpretar mis palabras respecto a la dichosa suciedad, y así lo hice, saliendo con aquellas orejas de burro que me puse delante de las cámaras. Porque a mi me encanta, la verdad, pedir perdón, pese a que no tenía ninguna conciencia del gran crimen por el que tendría que ser perdonado. Por lo demás, aparte de una travesura de niño malo, también fue una astuta operación publicitaria. Conseguí con las dichosas orejas que todo el mundo se enterara de la existencia de El Diario de la Noche. Lo del burro fue ese día la noticia más consultada en Internet. Me llamaron, incluso, periódicos neoyorkinos y londinenses. Nunca me había sucedido nada así.
- ¿Y después…?
- Y después de todo eso, fíjate lo que son las cosas, incluso estuve a punto de pasearme con Miguel Sebastián, el candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, por las calles de la ciudad. Fue iniciativa procedente de la redacción de El País, que tanto Sebastián como yo habíamos aceptado encantados, pero que la dirección del periódico vetó en el último momento. ¡Es realmente asombroso que El País prohíba una cosa así! Pero aún más asombroso es que Zapatero, nada menos, intervenga arremetiendo contra la decisión del Partido Popular de no conceder entrevistas al grupo de prensa por el que ha sido insultado, cuando los socialistas, quince días antes, habían decidido boicotear a Telemadrid. Pero, en fin, estos rifirrafes, estos cainismos, estas rencillas…, todo esto es España.
Y todo esto, y mucho más, es Sánchez Dragó. Primer invitado de elmanifiesto.com.