El patriotismo es, aparentemente, un valor en alza en Rusia. Pero el actual patriotismo ruso, ampliamente basado en la victoria de 1945 sobre el nacionalsocialismo, no es exactamente el mismo que predica la corriente eslavófila: su particularidad es la de exaltar, a la vez, la era zarista y la estaliniana, como lo atestigua la célebre Carta al camarada Stalin publicada en julio de 2012 por Zakhar Prilepine. Este patriotismo, ¿es una forma de fidelidad a la idea de Rusia, a la de la Unión Soviética, o a ambas?
Diría que es más una reacción orgánica dirigida contra el liberalismo, los Estados Unidos y la civilización posmoderna occidental. Los rusos están orgullosos de la grandeza de su país, ya sea bajo los zares o bajo los soviets. No hay en el país ninguna ideología nacional–bolchevique, sino una reacción ecléctica que apela a períodos diferentes, e incluso opuestos, de nuestra historia, sin establecer entre ellos una jerarquía particular. Este patriotismo tiene, al menos, la ventaja de crear las condiciones propicias para la difusión, dentro de las nuevas generaciones, de corrientes de pensamiento más coherentes y mejor estructuradas.
En el plano económico, Rusia va superando poco a poco la catastrófica política elaborada por Igor Gaidar en la época de Boris Eltsin. Pero parecen existir en el Kremlin dos tendencias opuestas en materia económica. Contra la tendencia liberal representada por el antiguo ministro de finanzas Alexei Koudrin, Putin parece apostar hoy por el grupo Stolypin representado por Serguei Glazyev y Boris Titov, más próximas a las ideas de Friedrich List que a las de Adam Smith. ¿Anuncia esta apuesta una reorientación de la economía rusa?
Las cosas son más complejas. En el plano estrictamente económico, Putin no es un adversario del liberalismo. Los ministros clave del gobierno Medvedev eran, además, liberales convencidos. En economía, Putin es liberal en el sentido mercantil del término. Se le podría definir, incluso, como un liberal–mercantilista. Esto significa que no busca poner en cuestión la economía de mercado, sino que desea que el Estado conserve el control de las transacciones comerciales internacionales. También quiere que los recursos naturales continúen bajo el control del Estado o bajo el control de su clan.
¿Cómo juzga la reacción de Putin ante la crisis ucraniana? ¿Piensa que las tensiones en el este de Ucrania están condenadas a intensificarse? En un momento en que la OTAN está preparada para una guerra hipotética destinada a “proteger” a los “países bálticos”, ¿cree en una escalada bélica? ¿Hasta dónde puede llegar esta tensión?
En Ucrania, los Estados Unidos han apostado por un peligroso juego. Cuando en el pasado han tenido una ocasión de hacerlo, siempre han dado la impresión de que estaban dispuestos a lanzar una nueva “guerra caliente”. Después, la tensión cae y los americanos se ponen de acuerdo con los rusos para no comprometerse en una escalada extrema. Pero, por supuesto, nada está decidido. La elección presidencial norteamericana también ha jugado su papel.
Las sanciones adoptadas por los europeos después de la reintegración de Crimea a la Federación Rusa probablemente han terminado por convencer a Putin de que una Europa verdaderamente independiente no es algo que esté a la vuelta de la esquina. Como consecuencia, ha acentuado su aproximación con China y dado cada vez más importancia a la Organización de Cooperación de Shanghái fundada en 2001. ¿Es suficiente decir que Putin se sitúa ahora en una óptica más “eurasiática” o se trata únicamente de realismo político ?
Putin es un jefe de Estado realista. Está, además, intelectualmente más cerca de los europeos que de los chinos, los cuales pertenecen a una civilización completamente distinta. A Putin le hubiera gustado convertirse en aliado de una Europa independiente en el contexto de un mundo multipolar, pero Europa está, efectivamente, comprometida por completo con el atlantismo, colonizada por los norteamericanos. Europa no es libre, puesto que no tiene ni siquiera la libertad de apoyar a Putin como aliado. No se pueden tener relaciones estratégicas con alguien que no es libre. En la medida en que Europa siga bajo control estadounidense, se convertirá cada vez más en la cabeza de puente de la estrategia norteamericana sobre el continente eurasiático, y la amistad que Putin desea no será posible. Si Europa vuelve a ser soberana, todo será diferente. Sucede lo mismo con Israel. Siendo realista, Putin no tiene otra opción que buscar aliados fuera de Europa, en China, por ejemplo. No creo que esté feliz haciéndolo, pero no puede hacer otra cosa porque la Europa política no existe todavía.
En Oriente Próximo, Putin ha jugado muy inteligentemente en el asunto sirio. Pero, aun consolidando el eje Moscú-Damasco-Teherán, se ha esforzado también por mantener buenas relaciones con Israel e incluso, de forma espectacular, con Turquía. ¿Qué piensa de ello?
Israel y Turquía son dos casos distitnos. En principio, Israel no es una potencia regional, sino solamente un instrumento de la política norteamericana en Oriente Próximo. Putin nunca será dependiente de Israel, por la simple razón de que los israelíes son dependientes de los Estados Unidos. Los israelíes no son más libres que los europeos. Putin no tiene nada contra ellos, pero tampoco siente ninguna obligación hacia ellos porque no representan ninguna potencia autónoma en la arquitectura estratégica de la región. Para las cosas serias se dirige directamente a Washington.
Turquía es, por el contrario, una potencia regional, y una potencia tradicionalmente celosa de su soberanía nacional. Es para garantizar su soberanía por lo que optó estratégicamente por la OTAN frente a la amenaza que representaba Stalin. Hoy, los intelectuales y los más próximos a Erdogan, sobre todo después de la tentativa de golpe de Estado, piensan que el principal desafío estratégico para Turquía no lo representa Rusia, sino los Estados Unidos. Es también la opinión de los kemalistas, que en principio se opusieron a Erdogan hasta que terminaron por darle la razón. Esto ha permitido evitar una guerra entre Rusia y Turquía, y también ha favorecido el acercamiento con Teherán y Damasco, que no es precisamente lo que quería Estados Unidos. Creo que Rusia va a reorganizar la arquitectura estratégica de Eurasia creando múltiples vínculos.
Enlace con la 1.ª parte de la entrevista.
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