La memoria frente a la Historia

Pablo Iglesias y Calvo Sotelo: cada cual en su sitio

Dos gallegos que influyeron mucho en el siglo XX español, el monárquico José Calvo Sotelo y el socialista Pablo Iglesias, han sido objeto de un interesante debate en el diario canario El Día (www.eldia.es) entre el senador socialista González Bethencourt y el profesor de la Universidad San Pablo-Ceu Carlos Gregorio Hernández. Lo más interesante es que este debate representa una aplicación práctica de la contraposición entre “memoria” e “historia”. El profesor Hernández apuesta por la Historia frente a las deformaciones de la memoria. Por su gran valor, y por gentileza de la Fundación Burke, reproducimos el artículo del profesor Hernández.

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CARLOS GREGORIO HERNÁNDEZ

El senador socialista Sr. González Bethencourt, interesado por los problemas que verdaderamente preocupan a la ciudadanía, dedicaba su última columna "Recuperando la memoria" a dos gallegos, Pablo Iglesias y Calvo Sotelo. No es baladí que don José Vicente prefiera la memoria a la Historia. Su artículo se ajusta perfectamente a la literalidad del concepto memoria: selecciona los recuerdos, unos los moldea y otros los olvida. El resultado, como sus lectores pueden comprobar, es un relato maniqueo, que desvirtúa la realidad y establece, a pesar de los hechos, la sectaria interpretación del pasado que pretenden imponernos los modernos "dueños" de la memoria.

Un socialista violento que apoyó a Primo de Rivera

Don Pablo Iglesias fue el primer diputado socialista, sí, pero varios años antes de lo que afirma el articulista. Lo era desde 1910 gracias a los tejemanejes de la política restauracionista. Este pequeño "lapsus" le permite omitir que don Pablo se distinguió en sus primeras actuaciones parlamentarias no por la defensa de la clase obrera sino por su apología de la violencia. En sede parlamentaria amenazó al entonces presidente del Gobierno, Antonio Maura, con un atentado personal, que se realizó al poco, pero que no logró acabar con la vida del prócer balear. No fue un episodio aislado. Pablo Iglesias se decantó siempre por la opción revolucionaria e insurreccional, que gracias a él predominó en su partido, pues, en su ideología, el parlamento y la democracia estaban al servicio de su enemigo de clase: la burguesía. Otro pequeño olvido en esta sucinta biografía es que Pablo Iglesias, su sindicato y su partido organizaron en 1917 una huelga general revolucionaria que causó numerosos muertos y que pretendía aprovechar la crítica coyuntura política interna y externa para derrotar al régimen parlamentario. Teniendo en cuenta los postulados del partido que Pablo Iglesias dirigía se comprende mejor por qué en España, a diferencia de otras naciones europeas, la escisión comunista fue insignificante.

Pablo Iglesias apoyó el golpe de Estado de Primo de Rivera -militar al que algunos significados políticos de la época calificaron como el Mussolini español- y la consiguiente Dictadura, contraria a la democracia parlamentaria anterior, con la que colaboró en bloque el PSOE, salvo contadas excepciones, como el denostado Indalecio Prieto. Durante los años del régimen dictatorial, el PSOE aprovechó para, desde el poder y potenciado por éste, hacerse con el control del sindicalismo y desplazar al anarquismo, hasta entonces hegemónico en el movimiento obrero, y a los sindicatos libres de corte católico. El predominio socialista -la UGT se convirtió gracias a la Dictadura en el mayor sindicato de España- pasó por enviar a prisión a los más significados militantes del anarquismo. Igualmente, los cabecillas del socialismo empezaron a detentar puestos de privilegio en el organigrama del Estado e incluso se llegaron a sentar en la Asamblea creada por Primo de Rivera para institucionalizar su régimen.

Que Pablo Iglesias cuente con una calle en Santa Cruz de Tenerife -a la que se le sustrajo su primitivo nombre-, como en otros pueblos de Canarias y de toda España, no es más que una muestra de hasta qué punto llegó la colaboración del socialismo con la Dictadura, que empleó al fundador del PSOE como un reclamo para atraerse al movimiento obrero. Esa calle, como las demás, fue fruto de la consigna política que obedecieron las autoridades locales. El día del funeral de Pablo Iglesias en Madrid se permitió que los obreros acudieran al sepelio y a la manifestación de dolor consecuente. Por las mismas fechas fallecía el otrora amenazado Maura, al que el Gobierno relegó a un segundo plano.

Calvo Sotelo: una víctima de la violencia socialista

Pasemos al segundo personaje, que le permite establecer al autor la consabida comparación. José Calvo Sotelo no era demócrata -tampoco lo fue Pablo Iglesias-, y es un ejemplo paradigmático de esa clase media que el maurismo quiso acercar a la política tomando como bandera al político que la conjunción liberal-republicano-socialista quiso relegar al ostracismo. Desde aquel entonces le preocupó la situación de los desfavorecidos, pero no desde la visión socialista de confrontación entre clases, sino a partir de la doctrina cristiana, que abiertamente profesaba. Gracias a su saber, durante los años que colaboró con Primo de Rivera, consiguió que España se beneficiase de la bonanza económica general -a pesar de lo escrito por don José Vicente- y dotó al país, en perfecta coordinación con el ministro Guadalhorce, de una serie de infraestructuras que son testimonio de su benéfica labor, entre ellas la refinería de Santa Cruz de Tenerife, que tanta riqueza ha generado para la capital, la isla y todo el Archipiélago. La crisis económica mundial sobrevino después, ya alejado Calvo Sotelo del ministerio, y especialmente se dejó sentir en nuestras Islas durante la República.

Como puede leerse en las biografías que han estudiado al personaje, a pesar de ser ministro, no hizo fortuna personal, pese a lo que afirma don José Vicente, y desde su exilio vivido en extrema austeridad -la República no permitía escribir elogios de la Monarquía y persiguió a los hombres que tenían pasado monárquico-, se mantenía gracias a colaboraciones periodísticas.

Tras su regreso, y ya en las Cortes del Frente Popular, actuó como el principal tribuno de la oposición al Gobierno, denunciando sus tropelías, desmanes y violencias, lo que le valió la enemiga de la izquierda heredera de Pablo Iglesias que profirió, también contra él, como en el pasado contra Maura, amenazas de muerte que esta vez sí se consumaron. Miembros de las fuerzas de seguridad del Estado y socialistas próximos a Indalecio Prieto, tras dirigirse al domicilio de otros líderes de la derecha que no encontraron, acudieron a la casa de Calvo Sotelo, de donde le sacaron para darle muerte de un tiro en la cabeza tirando su cuerpo junto a las tapias del cementerio. Como afirmó el propio Prieto, la guerra, tras matar al jefe de la oposición, era cuestión de horas.

Efectivamente, Pablo Iglesias y Calvo Sotelo son dos personajes muy diferentes entre sí, pero la narración del Sr. González Bethencourt no contribuye precisamente a conocerlos en su justa medida. Sí que evidencia, por el contrario, cómo el socialismo de hoy, al cual representa, sigue anclado en los tópicos sectarios y maniqueos del socialismo de ayer.

(Carlos Gregorio Hernández es profesor de Historia Contemporánea del Instituto Ángel Ayala-Universidad San Pablo-CEU de Madrid).

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