La tragedia de Andrew Keen

Internet se ha convertido en el paraíso de los mediocres: la denuncia de un pionero

¿Conocen a Andrew Keen? Nosotros tampoco. Al menos, en persona. Pero los de Elmanifiesto.com le llamamos el otro día a Berkeley, en California, y le dijimos: “Oye Andrew, has escrito un libro que dice que Internet se está cargando nuestra cultura: ¿cómo se te ocurre?”. Y él nos respondió: “Es que la Red se ha llenado de jovencitos que piensan que su opinión vale más que la de un profesor universitario, y digo que ya está bien de tanta basura. Por eso me llaman ciberfascista. Pero no lo soy”. Vaya por Dios.

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CARLOS SALAS
 
Andrew Keen ha escrito un libro titulado The cult of the amateur (“El culto a lo amateur”, en Doubleday), donde explica que Internet se está llenando de amateurs a los que él llama “chimpancés” (se puede leer el primer capítulo en http://andrewkeen.typepad.com/). La idea le nació en aquella famosa convención de septiembre de 2004 en Sebastopol, al norte de California, donde se reunieron los utopistas de todo el mundo y donde nació la web 2.0, es decir, la nueva forma de entender internet: la participación social, los foros, las webs interactivas, ¡los blogs!, en fin, que el ciudadano medio ya no se limitaba a ver la pantalla, sino que tomaba parte e influía con sus comentarios. La consigna de aquel festival era: “No hay espectadores, todos participan”.
 
La esperanza frustrada
 
Keen confiesa que, llegado un momento, sufrió una metamorfosis y pasó de creyente a escéptico cuando cayó en la cuenta de que la palabra más usada por todos era “democratización”. Eso quería decir que todos eran iguales, todos podían opinar y tenían el derecho a ser escuchados. Internet iba a democratizar los grandes negocios, los grandes medios, los grandes expertos, porque ahora lo importante era la aparición estelar de los amateurs. ¿Era eso la cultura?
 
Keen empezó a sentirse mal porque sintió de repente que los conciertos de Brandenburgo y Bob Dylan iban a ser sustituidos por la música hecha en casa por un lelo. “La audiencia y los creadores iban a ser todo uno, e íbamos a transformar la cultura en cacofonía”, dice en su libro. Al final, en este darwinismo digital iban a sobrevivir los que gritaran más alto y los que opinasen más tonterías. A partir de entonces, Keen se convirtió en el mayor látigo de Internet. Y a partir de entonces, le llamaron carca.
 
Keen no es un carca y lo puede probar. Fue uno de los pioneros de la web 2.0, es decir, de la nueva ola de portales donde la gente participa y agita la red. Pero desde aquella reunión comunal en la que “sólo veía a chimpancés tecleando”, Keen dice a todo el mundo que la democratización de Internet está amenazando seriamente nuestra cultura.
 
Sin embargo, la web 2.0 está succionando la atención de todos a tal velocidad que no tenemos tiempo para detenernos y para pensar lo que está sucediendo. ¡Es tan atractiva! Keen llama a eso “la gran seducción”. La gran seducción porque todo el mundo piensa que es maravilloso tener un blog para que le escuchen o le lean, y una página para que el mundo vea sus fotos de vacaciones en Samoa.
 
De modo que tenemos a cientos de millones de bloggers hablando de ellos mismos, los cuales piensan que sus opiniones son más interesantes que los juicios recapacitados por un profesor, un analista o un periodista con experiencia.
 
Un tenebroso comunismo digital
 
¿Y saben cuál es la consecuencia? Que la verdad inconcusa está desapareciendo, dice Keen. Desaparece el buen juicio, el buen análisis, la opinión juiciosa. Desaparecen bajo toneladas de blogs superficiales e infantiles, y eso a Keen le da mucha rabia. Por eso critica a los bloggers.
 
Keen es un invitado frecuente de programas de televisión y universidades, y mantiene foros en internet donde discute con sus enemigos. Keen además, no es un freaky: tiene una licenciatura en Historia Moderna por la Universidad de Londres con las notas más altas. Ha realizado estudios de política y filosofía. Es un hombre culto que piensa que la cultura siempre es una cuestión de élites, de seleccionadores, de personas con gusto. Y todo lo que caiga fuera de esas fronteras es basura. “Los buenos periodistas son caros y si la gente desea leer buenos análisis en la red, debería de buscarlos y hasta pagarlos”, dice a elmanifiesto.com.
 
Keen ha comparado la fiebre de la web 2.0 con una especie de comunismo digital tenebroso en el que “todos somos iguales”, algo que choca profundamente con las fuentes de la cultura. Por eso le tachan de ciberfascista. Y también por decir que se debería poner límites a ciertos comportamientos en internet como el porno y las apuestas. “Pero yo no soy ciberfascista”, dice Keen.
 
Se ha metido en un berenjenal porque encima dice que dos de los mayores esperpentos son Google y YouTube porque permiten plagiar todo, y cada una de esas webs lanza millones de estupideces por segundo a la Red. Cualquier memo anónimo puede ridiculizar a una eminencia realizando una presentación flash y colgándola de la Red. Es más, algunas compañías cuelgan blogs anónimos para realizar loas de sus productos. La web está llena de mentiras y manipulaciones interesadas. Keen cuenta el caso del famoso bulo del dedo encontrado en una hamburguesa de Wendy’s, que recorrió en un instante la red e hizo mucho daño a la compañía. Los rumores sin comprobación se extienden como una mancha de grasa.
 
Antes de colgar, Andrew nos dijo lo siguiente: “Me preocupa que los jóvenes de ahora sean menos escépticos, menos críticos con los medios que los jóvenes de antes; aceptan todo porque precisamente están acostumbrados a esos medios. La próxima generación va a poner muchas de esas cosas en duda”.

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