Esto sí que es Educación para la Ciudadanía

¿Para qué sirve la familia? Para frenar al Estado, entre otras cosas

Cada vez resulta más evidente que uno de los campos en los que se está jugando el futuro de la humanidad es la familia, institución multisecular y fundamento de la vida social, ahora convertida en campo de batalla por parte de quienes quieren transformar radicalmente la condición humana. Es por ello trascendental evitar que estos nuevos aprendices de brujo se salgan con la suya y, en consecuencia, la familia debe de ser prioritaria para los conservadores. Esto es lo que plantean Allan C. Carlson y Paul T. Mero en un libro recién aparecido en los Estados Unidos: The Natural Family: A Manifesto (Spence). Cosas que hay que saber.

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JORGE SOLEY CLIMENT
 
El libro que comentamos hoy aborda la cuestión de frente desde la perspectiva de unos de los militantes pro familia más destacados de Estados Unidos. Es por ello que muchas de sus apreciaciones se refieren a la situación norteamericana, con referencia especial a los debates sostenidos con algunos libertarians (lo que aquí se llama neoliberales) que, desde planteamientos radicalmente individualistas, minusvaloran el papel de la familia.
 
¿Familia natural?
 
El libro empieza dedicando su atención al concepto mismo de familia; algo evidente no hace tantos años y que ahora, de modo sintomático, hay que definir para evitar confusión. La familia natural es, en palabras de Carlson y Mero, “la unidad social fundamental, inscrita en la naturaleza humana y centrada sobre la unión voluntaria de un hombre y una mujer en una alianza por toda la vida con el fin de satisfacer los deseos del corazón humano de dar y recibir amor, y recibir y asegurar el completo desarrollo físico y emocional de los niños”.
 
Una vez centrada la cuestión y sabiendo ya lo que es la familia (natural por contraste con otros experimentos artificiales), los autores abordan varias cuestiones candentes, en especial en el ámbito norteamericano. Así, y en disputa como ya hemos señalado con algunos libertarians, Carlson y Mero sostienen que es la familia, y no el individuo aislado, la que es el fundamento de la vida política y social norteamericana, “la fuente de la libertad ordenada y la semilla de la virtud”. En apoyo de esta tesis se acompañan numerosos estudios y evidencias que muestran bien a las claras que los niños que crecen junto a sus padres casados son mejores ciudadanos que sus compatriotas que han tenido el infortunio de crecer en familias rotas. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo por el National Institute of Child Health and Human Development encontró que la criminalidad juvenil era mucho menor entre los hijos de familias intactas. No es de extrañar, pues, que la explosión de criminalidad haya coincidido en Estados Unidos con un cierto colapso familiar y la llegada de nuevas generaciones crecidas ya en hogares rotos. A partir de otros estudios, además, muestran que las rupturas familiares están llevando a lo que un libertarian considera una pesadilla: el crecimiento de un Estado omnipresente a medida que éste intenta mantener el orden y suplir lo que las familias ya no proporcionan. Un peligro que no sólo proviene de la izquierda sino también de algunos republicanos “Big Government” como Rudy Giuliani, empeñados en que un estado fuerte haga lo que las familias decidieron no hacer.
 
Más funciones para la familia
 
Otra de las grandes cuestiones del libro es remarcar que la familia no es una institución basada sólo en el sentimiento, ni siquiera en los “valores familiares”, sino algo más, una alianza, un contrato en el que se empeña la propia palabra, además de un lugar en el que encontrar apoyo para múltiples facetas de la vida. Así, Carlson y Mero animan a recuperar estas funciones de la familia, proponiendo el trabajo desde casa, la educación en casa a través del homeschooling (un fenómeno que afecta a varios millones de niños en Estados Unidos) y ayudas para que los ancianos puedan pasar los últimos años de sus vidas rodeados de sus familias.
 
El último bloque se centra en cuestiones de índole más local, como el análisis de por qué los republicanos y el movimiento pro-familia no ha alcanzado los objetivos que se habían marcado. Aquí, la receta es no ir siempre a remolque, en oposición a las medidas que proponen quienes quieren demoler la institución familiar, sino hacer propuestas atrevidas encaminadas a reforzar los vínculos matrimoniales y familiares. Aquí las alternativas son variadas y resultan difíciles de valorar desde España (reintroducir en el divorcio la necesidad de “culpa”, aumentar las deducciones fiscales por hijo, introducir deducciones fiscales por el cuidado de padres ancianos, etc.). En cualquier caso, y más allá de las fórmulas concretas, es hora de tomar la iniciativa para reforzar la institución familiar (una institución que, a pesar de todos los embates sufridos, posee reservas más allá de la mayoría de los cálculos). Por cierto, una iniciativa que puede ser una de las plataformas en torno a la que los conservadores pueden agruparse.
 

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