Apreciando a Beethoven. Entre la Ilustración y el Romanticismo

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Este año marca el aniversario de 250 años de Ludwig van Beethoven. Casi todo se ha dicho sobre este prodigio musical. Biógrafos expertos y músicos capacitados que conocen bien al compositor y sus obras han estudiado sus partituras para entender la mente de un genio. También se han hecho análisis minuciosos de sus manuscritos, revelando el contenido de sus cartas. Además, tenemos relatos históricos y políticos de su época para comprender las circunstancias bajo las cuales Beethoven llegó a ser “Beethoven.”

¿Dónde podría toda esta información dejar al diletante que busca apreciar la música de un hombre tan grande? El arte necesita un nivel de conocimiento para ser apreciado, entendido y, sobre todo, sentido. Así como no podemos apreciar el nivel de complejidad del trabajo de Einstein sin algún conocimiento de la física y las matemáticas, también es difícil escuchar a Beethoven y obtener una verdadera apreciación de su música sin algún conocimiento de sus ideas e inspiraciones. Entonces podemos reflexionar sobre la Sinfonía n.º 3, ya que su historia es bastante fascinante. Escúchenla primero.

Ahora, para tomar una ruta poco convencional, presentare esta pieza a través de una analogía de pintura. Beethoven conoció al famoso pintor alemán Willibrord Joseph Mähler en 1803. La ciudad natal de Mähler también era la ciudad natal de la madre de Beethoven, por lo que le agradó al famoso compositor conocer a otro artista de su vecindario. Mähler le pidió a Beethoven que tocara algo en el piano (¿quién no lo haría?) Y Beethoven amablemente lo aceptó. El tocó variaciones de su tercera sinfonía, improvisando durante dos horas.

Al presenciar la obra de Beethoven, Mähler noto que “no había una medida defectuosa o que no sonara original.”[1] Impresionado, el pintor convenció al compositor que solía ser irascible de permitirle pintar su retrato. La obra de Mähler es una interpretación de la vida y el arte de Beethoven. Aún así, a primera vista es difícil reconocer las alusiones en la pintura—solo parece un típico retrato. Entonces permítanme describirlas:

En su mano izquierda Beethoven sostiene una lira, símbolo del músico y de Apolo el cantante. La mano derecha, grande y cuadrada, se extiende de una manera peculiar que Mähler describió como si estuviera “en un momento de entusiasmo musical, golpeando el tiempo...” Para su retrato, Beethoven está bien vestido y con el pelo cortado al estilo neo-romano francés. La cara es impasible, los ojos penetrantes: Estas características Mähler también las capturo perfectamente. En público, la cara del compositor era a menudo reservada y seria, sus sentimientos eran visibles principalmente en el destello de sus ojos marrones. En privado, con una copa de vino, podría volverse alegre y burlón, pero tanto en público como en privado, se enfurecía fácilmente.[2]

Otro elemento que puede pasar desapercibido es el fondo. A la izquierda de la pintura, detrás de la mano de Beethoven, hay un templo de Apolo. A la derecha se puede ver un bosque con un árbol desnudo que emerge de unos arbustos de hojas y ramas. Estos fondos contrastantes, aunque puedan parecer un fondo natural y arbitrario, son elementos intencionales para describir a Beethoven. ¿Cómo sabemos esto? Observen el cielo: la luz cambia de izquierda a derecha, de claro a oscuro. La luz brilla en el templo de Apolo para simbolizar el pasado clásico, incluyendo la Ilustración del siglo XVIII. El lado del bosque, sin embargo, es oscuro y gris, un símbolo de lo salvaje, misterioso e indómito. Filosóficamente, el templo representa la forma de la razón exaltada que fue parte del movimiento de la Ilustración: la racionalidad. El árbol desnudo en medio de un bosque gris representa una noción del Romanticismo que a menudo se combina con la naturaleza sublime: la irracionalidad.

Beethoven se interpone en el medio, un puente entre lo Ilustre y lo Romántico, convirtiéndose en un equilibrio entre estas dos cosmovisiones contrastantes que se manifiestan juntas armoniosamente en su música. Al pintar a Beethoven, Mähler quiso representar su sujeto “como hombre, como icono y como mito incipiente.”[3] Pues parece que Beethoven apreció su ojo agudo, porque esta pintura se convirtió en el retrato favorito de sí mismo, y lo mantuvo con él junto con el retrato de su abuelo como “dos músicos en el ideal y en acción.”[4]

Este concepto de Beethoven es una noción que vale la pena tener en cuenta al escuchar la Sinfonía n.º 3. Como su música era “intensamente personal,” las generaciones románticas vieron su música como “una revelación de la conciencia y personalidad individual” [5] ya que el individuo como héroe era un concepto fundamental para la visión romántica del mundo. Los escritos de Kant también estaban circulando cuando Beethoven estaba creciendo, entonces el joven compositor fue influenciado por sus ideas de libertad: Por ejemplo, que la libertad es lo que nos permite convertirnos en seres humanos completos, y que las personas libres necesitan pensar y razonar por sí mismas para poder lograr la auto-realización. Estas son las cualidades que Kant consideraba “la esencia de la Ilustración” que también influyeron en la filosofía popular del siglo XVIII.

Recordemos que los movimientos intelectuales siempre tienen sus defectos. Según muestra la historia, la visión del siglo XVIII es también el comiendo de la época del solipsismo, en la cual la autoridad escolástica y religiosa fue cuestionada y rechazada a favor del autoconocimiento empírico. Kant escribió que “el mundo tal como lo percibe y lo interpreta cada persona es todo lo que los seres humanos pueden conocer. El ‘yo’ es esencialmente el mundo.”[6] La pintura de Mähler muestra inconscientemente la falla de la filosofía de Kant al mostrar este paso desde la luz hacia la oscuridad, desde la Ilustración (inicial) hacia una irracionalidad romántica que busco reemplazar el pasado y lo sagrado, ósea la tradición, con el “yo.”

Pero ¿qué tienen que ver estos puntos filosóficos con Beethoven y su música? Cuando se propuso escribir su gran sinfonía, Beethoven tenía la intención de dedicarla al más famoso de todos los franceses: Napoleón Bonaparte, quien era la figura popular del momento. Beethoven admiraba al héroe corso por sus (supuestos) esfuerzos por reformar la sociedad en nombre de la igualdad para las clases trabajadoras. La Sinfonía n.º 3 se llamaría “Sinfonía de Bonaparte” en sus primeras etapas, ya que Beethoven quería “evocar el carácter y la historia de un conquistador y la dimensión moral que los franceses estaban creando en toda Europa.”[7] Napoleón estaba dando origen a una nueva sociedad con nuevos principios morales: Esto, el compositor alemán consideró un valiente esfuerzo.

Imaginemos la decepción de Beethoven cuando se entero que Napoleón se declaro Emperador en 1804. Un amigo cercano, Ferdinand Ries, recordó que el compositor gritó furiosamente: “¡Entonces él no es más que un hombre común! ¡Ahora también pisoteará todos los derechos humanos y solo complacerá su propia ambición! ¡Se colocará por encima de todos los demás y se convertirá en un tirano!”[8] Ries reguardo que, en su enojo, Beethoven “arrebató la portada de la sinfonía, la rompió en dos y la tiró al suelo.”[9] Tachó el nombre anterior de la sinfonía, y la renombro Eroica. Este nuevo titulo marcó un homenaje al de heroísmo en general, un ideal que una vez había sido encarnado, por un corto tiempo, en Napoleón.

Las composiciones de Beethoven se convirtieron en la música de la era Romántica, ya que muchos de los defensores de este movimiento intelectual se conectaron con sus melodías por la forma en que transmitía la historia del hombre libre. Sin embargo, cabe anotar que Beethoven nunca fue simpatizante del Romanticismo; movimiento que refuto los principios de la Ilustración, rechazando la capacidad de la razón de perfeccionar al hombre y las sociedades. En cambio, el Romanticismo exaltó lo apasionado, lo inalcanzable, lo ilusorio, y lo terrible. Beethoven tampoco fue un revolucionario o un demócrata. Aún así, se dejo influenciar por los ideales de la Revolución Francesa porque estos le demostraron que “una sociedad libre es aquella que le permite a un Napoleón y a un Beethoven elevarse hasta donde sus dones naturales los pueden llevar.”[10] Para acercarnos mas a su mente política debemos verlo como un republicano que alcanzó la mayoría de edad durante la época revolucionaria de los 1780, apoyando la fraternité, la liberté, pero escasamente l’egalité.[11] Es decir, tampoco llego al punto de caer en la trampa de la Ilustración que prometía una sociedad perfecta porque la historia ha demostrado que es difícil (diría imposible) de alcanzar sin traer otras consecuencias.

Este trasfondo histórico y filosófico cambia la forma en la que escuchamos la Sinfonía n.º 3. Los principios más grandes que inspiraron a Eroica conservan su integridad incluso después de que Napoleón los traicionó. Una obra tan grande como una sinfonía no era solo “una narrativa dramática y emocional” para Beethoven, sino también “una narrativa moral y ética.”[12] Si Napoleón no fue apto para representar das Thema de la partitura, alguien, algún día, lo haría. Por eso podemos decir que la sinfonía n.º 3 es el sonido de la lucha humana hacia un ideal heroico que, aunque sea una fantasía, es una fantasía que anhelamos una y otra vez. Somos humanos, después de todo, y ¿qué es el arte Romántico si no un medio para exaltar al hombre con sus más altas ambiciones?

Libro citado: Swafford, Jan, Beethoven: Anguish and Triumph, (Boston: 2014).

Pintura citada: Retrato de Ludwig van Beethoven por Joseph Willibrord Mähler (1804-5)

[1] Jan Swafford, Beethoven: Anguish and Triumph, (Boston: 2014), p. 835.

[2] Ibid., p. 837

[3] Ibid., p. 838.

[4] Ibid.

[5] Ibid., pp. 829-830.

[6] Ibid.

[7]Ibid., p. 759.

[8] Ibid., p. 866.

[9] Ibid.

[10] Ibid., p. 829.

[11] Ibid., p. 831.

[12] Ibid., p. 755.

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