Pekín aprieta el nudo sobre el país de los lamas

En Tíbet está prohibido reencarnarse sin la autorización de los chinos

Si usted es un Buda viviente y habita en Tíbet, no se le ocurra reencarnarse sin la autorización de las autoridades comunistas. A partir del próximo 1 de septiembre, esta metafísica del alma tendrá que requerir un documento administrativo aprobado por el departamento religioso local. Desde que China invadió este pacífico territorio en 1951, los monjes tibetanos son perseguidos y controlados sin descanso porque su religión va en contra de las creencias materialistas de la religión oficial: el comunismo.

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CARLOS SALAS
 
Las autoridades comunistas chinas han decretado que a partir del 1 de septiembre cualquier “tulku” (alma reencarnada) debe pedir una autorización a su departamento provincial de asuntos religiosos antes de proseguir reencarnándose. Aunque parezca un chiste, lo que de verdad pretenden hacer las autoridades comunistas es controlar más estrechamente a los monjes budistas de la llamada “región autónoma del Tíbet”. Y es que a los chinos no les gusta nada la forma en que se desenvuelven los monasterios budistas de este territorio que fue independiente hasta 1951, fecha en la que las tropas chinas irrumpieron violentamente e hicieron huir al joven Dalai Lama.
 
Hoy el Dalai Lama es uno de los mayores enemigos del régimen comunista y además tiene un poder de sugestión internacional temido en Pekín. Una de las demostraciones de este poder se produjo en 1995, cuando había que nombrar al Panchen Lama, el número dos en la jerarquía religiosa tibetana. Los chinos propusieron su propio Panchen Lama, pero el Dalai Lama, desde su residencia en la vecina India, propuso otro llamado Gedhun Choekyi Nyima como corresponde a su poder religioso.
 
Medio siglo de represión
 
Por la fuerza, los comunistas impusieron a su Panchen y desde entonces el otro Panchen Lama tiene un destino desconocido. Las autoridades chinas dicen que se está formando en algún lugar de China, pero el Dalai Lama y sus seguidores dicen que Gedhun Choekyi Nyima es un prisionero político, el prisionero político más joven del mundo, pues está aislado de la vida social y religiosa desde que tenía seis años.
 
Pero el dolor de cabeza no ha terminado para los chinos. El 3 de agosto pasado, cientos de personas fueron arrestadas en Lithang, un distrito de Tíbet, por haber aupado a un hombre que gritó públicamente que el Dalai Lama debería regresar a sus tierras y que China tendría que liberar al verdadero Panchen Lama.
 
Mientras tanto, el Dalai Lama sueña todavía con regresar a su tierra “como un simple monje”. Según informaba el diario francés Le Monde, el Dalai Lama afirma no tener ambiciones políticas de ningún género y hasta reconoce el dominio de China sobre Tíbet. Sólo quiere ejercer su poder religioso en la región a la que pertenece. Pero las autoridades chinas no se fían y han roto todo contacto diplomático con el llamado gobierno tibetano en el exilio porque acusan al Dalai Lama de “separatismo”.
 
Mientras tanto, los tulkus, o espíritus lamas que decidieron reencarnarse para continuar su proselitismo a lo largo de los siglos, tendrán que someterse una vez más al materialismo dialéctico, firmando a partir del 1 de septiembre un documento que les autorice a seguir siendo budas vivientes.
 
Los tibetanos practican un tipo de budismo llamado Gelug que considera a los Dalais Lamas como reencarnaciones de los maestros iluminados de su religión, y a su vez, la corporeización de Gautama Buda (o Sidharta), el fundador de esta religión entre los siglos VI y V antes de Cristo. El budismo consiste en la perfección interior a través de la iluminación y el ascetismo.

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