Así se las gastaban en la Alemania comunista

Peor que el Museo de los Horrores: ¡el Museo de los Olores!

La Stasi, la policía secreta de la Alemania comunista, acumuló durante muchos años los olores de las personas sometidas a interrogatorio. Metidos en frascos y perfectamente etiquetados, la policía de la RDA guardaba los paños sobre los que se sentaban los acusados, y que retenían sus sudoraciones, sus olores y hasta sus orines. Todo ello era archivado por si algún día hacía falta seguirles la pista o reconocerles con perros policía. Ahora es posible ver –que no oler- ese material en el Museo de la Stasi, en Berlín.

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CARLOS SALAS 

La Stasi guardaba en frascos de cristal los olores de miles de alemanes sometidos a interrogatorio. Estos olores, pensaba la conspicua policía comunista, servirían algún día para reconocerles usando perros entrenados. Los paños que se usaban en esos interrogatorios, se ponían debajo de la persona acusada, sobre el asiento de agujeros, para retener mejor sus esencias (Geruchproben, o muestras de olores).

También se recogían esas pruebas de olor irrumpiendo en las casas de los ciudadanos, y llevándose su ropa usada o prendas sudadas. Todo ello forma parte del museo de la Stasi en Berlín, un verdadero museo del horror, aunque, en realidad, esta forma de vigilar era un horror más de los cometidos por esa delicada maquinaria de interrogar, perseguir y encarcelar.

Buena parte de ello se vio en la película La vida de los otros, dirigida por Florian Henckel-Donnersmarck, y que hace unos meses causaba sarpullidos en la conciencia de los occidentales, que nunca  movieron ni un dedo para denunciar al Estado-policía germano-oriental. También se pueden encontrar terribles relatos en el libro Stasilandia, de la australiana Anna Funder, y que está considerado como una de las mejores recopilaciones de relatos de los seres que padecieron ese régimen.

Quizá estas jarras de olores son el último capítulo no escrito del libro de Patrick Süskind El Perfume, que describe los crímenes de un hombre del Renacimiento dotado peculiarmente para detectar olores. Sólo que en el caso de la Stasi no eran perfumes, sino los olores biológicos de miles de alemanes, el olor de su miedo y de su angustia cuando eran delatados, interrogados, torturados y encarcelados, a veces sin saber bajo qué acusación.

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