Los alemanes reciben de uñas a Tom Cruise

¡No pongas tus sucias manos sobre la memoria de Stauffenberg!

Al taquillero Tom Cruise se le ha ocurrido hacer una película sobre Claus von Stauffenberg, el coronel alemán que el 20 de julio de 1944 atentó contra Hitler y a punto estuvo de lograr su objetivo. Pero Cruise se ha topado con un obstáculo inesperado: la familia Stauffenberg, aristocrática y católica, que se niega a ver a su antepasado en manos de un miembro de la Iglesia de la Cienciología. El Ejército alemán, por su parte, también ha recibido a Cruise de uñas. Y es que aún queda gente con pundonor.

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20 de julio de 1944. Una bomba explota en la sala de reuniones del cuartel general de Hitler en Rastenburg. Hitler estaba dentro. Sorprendentemente, sale ileso. La bomba estaba dentro de un maletín. Segundos antes de que explotara, uno de los oficiales del Estado Mayor la había derribado con el pie y, al recolocarla, lo hizo tras una de las gruesas vigas de la mesa de trabajo. Esa viga salvó a Hitler. No se tardó en averiguar quién había puesto la bomba: el coronel Claus Schenk, conde von Stauffenberg. En Berlín, mientras tanto, los conspiradores, convencidos de que Hitler había muerto, ponían en marcha la Operación Valquiria, un plan para ocupar los centros neurálgicos del poder que había sido diseñado por Himmler para casos de emergencia, y que ahora era utilizado por la resistencia conservadora contra Hitler para dar un golpe de Estado. Fue un fracaso. El régimen tiró rápidamente del hilo. Así descubrió una conspiración del hondo calado que implicaba a centenares de militares y aristócratas, casi todos unánimemente prusianos, conservadores y cristianos, y cuya red se extendía desde el servicio de inteligencia del ejército hasta las fuerzas de ocupación en París. Aparecieron nombres como el mariscal Rommel, el almirante Canaris, los generales von Kluge y von Stulpnagel, el geopolítico Albrecht Haushofer… Todos fueron ejecutados. La purga subsiguiente al fallido golpe de julio de 1944 costó la vida a 5.648 personas. Las últimas palabras de Stauffenberg, antes de morir, fueron “Larga vida a la sagrada Almania”.

Ahora Tom Cruise planea hacer una película sobre este episodio y se ha reservado el papel principal: encarnar al propio Stauffenberg. La película la dirigirá Bryan Singer y se llama, de momento, Valquiria. “Me resulta muy desagradable que alguien que se reconoce en la Iglesia de la Cienciología interprete a mi padre”, ha dicho Bertold Schenk von Stauffenberg, hijo del coronel, al Süddeutsche Zeitung. “No debe tocar a mi padre. Por mí, como si escala una montaña o se va hacer surf al Caribe; eso me da igual. Lo que quiero es que se mantenga al margen”. Por su parte, el ministro de Defensa, Franz Josef Jung, ha asegurado que su ministerio “no dará autorización de rodaje para esta película” en las instalaciones militares que aún sobreviven de aquella época, y en particular el Bendlerblock, dependencia militar y lugar donde Stauffenberg planeó su asesinato, que es actualmente la sede de la Defensa alemana.

Una memoria complicada

Claus von Stauffenberg es un personaje de memoria complicada para la Alemania de posguerra. Fue uno de los poquísimos que se atrevió a conspirar contra Hitler, pero sus ideas, sus principios y su sensibilidad, que estaban en los antípodas del movimiento hitleriano, tampoco tenían mucho que ver con el contexto democrático de la Alemania federal. Stauffenberg no era un demócrata: era un militar de oficio, aristocrático de cuna y católico de fe, con una convicción invencible sobre el destino de Alemania, imbuido de su propia misión como hijo de la nobleza prusiana y con una suerte de nacionalismo místico inspirado en el espíritu de Stefan George. El objetivo de los conjurados de 1944 tampoco era instaurar nada que se pareciera a un régimen democrático: la idea era matar a Hitler, dar un golpe de Estado, liquidar a todos los jerarcas nazis que intentaran resistirse e implantar una dictadura militar, presidida por el mariscal Rommel, que pudiera pactar con los angloamericanos un cese de hostilidades en el frente occidental y, en su caso, mantener la guerra contra la Unión Soviética. 

De modo que Stauffenberg, para quienes seguían siendo hitlerianos de corazón después de 1945, no dejaba de ser un traidor, y para los otros, los democristianos y socialdemócratas de la República Federal, tampoco era un precedente especialmente cómodo. Era, eso sí, quien más cerca estuvo de acabar con el régimen de Hitler. Hubo muchos complots contra el Führer, sobre todo por parte de la derecha; sólo este de julio de 1944 llegó realmente a alcanzar a su objetivo… y no lo mató.

 

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