EMC (Aarschot, Bélgica). Ivonne Janssens trabaja como limpiadora en un hospital, pero el fin de semana pasea por los corredores de una torre medieval convertida en una dama; no le falta un séquito de mercenarios para rechazar a los caballeros franceses invasores. Su marido, Daniel Grandjean, fabricante de muebles, se convierte en un soldado de fortuna. Fue él, Daniel, quien convenció al comité que conserva esa torre de setecientos años de antigüedad para que les dejaran pasar ahí el fin de semana. Cuando no están en la torre, duermen en una réplica de cama medieval. Evitan comer tomates o beber café porque Colón aún no había descubierto América. “Me siento orgullosa de ser duquesa -dice la señora Jansssens- y me encanta que esté decorada con espadas y pieles de animales. Si tuviera suficiente dinero, fingiría vivir en la Edad Media todo el tiempo. Fue un período glorioso en la historia de Bélgica. En la Edad Media no existía el stress; porque no había teléfonos ni limpiadores”.
No es un caso aislado. En Bélgica hay dos docenas de grupos que, al llegar el fin de semana, tienen por hobby revivir la Edad Media: raspan piedras para hacer fuego, comen en calderos, simulan batallas heroicas y ahorcamientos. “Se ha convertido en una pasión nacional”, dice la señora Janssens. La pasión de los belgas es tan grande que una encuesta reciente de la Fundación de la Herencia Belga –a mil ciudadanos de entre 35 y 65 años- la mayoría respondió que si pudiera volver al colegio estudiaría historia, y un 30% elegía la Edad Media frente a sólo un 11% que prefería el siglo XX. En las facultades de Historia Medieval ya no faltan alumnos. El año pasado, los delincuentes juveniles de Flandes pudieron beneficiarse de un singular sistema de reinserción medieval: redimir pena peregrinando a Santiago de Compostela, mochila a la espalda y, eso sí, un guardia a su lado.
"El matrimonio Arnolfini" de Van Eyck
Herman Konings, psicólogo conductista que estudia las tendencias nacionales, atribuye esta locura por la edad media a la nostalgia de un pasado glorioso.
La moda ha aparecido en el país, dividido entre flamencos y valones, a causa de la ansiedad que experimentan por su identidad nacional. El deseo de escapar hacia el pasado sería reflejo de los miedos de los belgas hacia la unidad nacional. Según Konings, el crecimiento del partido nacionalista flamenco Vlaams Belang, que pide un Flandes independiente y critica el multiculturalismo y la invasión de inmigrantes musulmanes, ha ido sembrando el camino. El psicólogo argumenta que la pequeña Bélgica, más conocida por su heroico pasado, está harta de ser el motivo de risa de Europa. Esto, dice, lleva a los belgas a refugiarse en periodos gloriosos, cuando Brujas y Amberes eran centros comerciales que sobrepasaban a París y Londres, y pintores como Van Eyck eran la envidia del mundo.
Pol Malfait, de 53 años, empleado de correos en Gante, se explica: “La Edad Media no es un momento histórico, sino un estado de ánimo”. Todos los fines de semana se convierte en De Nevelaar, un soldado del siglo XIV que peleaba para el rey de Inglaterra contra la corona francesa durante la Guerra de los Cien años. “Cuando soy un medieval –señala- puedo hacer lo que quiera y amo la libertad. Gracias a Dios, mi mujer, Jeanne, comparte mi hobby. Puedes meterte en líos si a tu pareja no le gusta lo medieval. Pero a mi mujer no le importa si me disfrazo con ropa medieval en casa”. Todos los fines de semana, la pareja y sus amigos duermen en campamentos de tiendas sin ventanas donde construyen bancos con ramas, hornean pan, cantan canciones religiosas a la virgen María y beben hippocras, un vino del siglo XIV especiado con jengibre, tréboles y pimienta.
A algunos historiadores les preocupa que estas personas hagan olvidar las partes negativas de la Edad Media. Eduard van Ermen, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Lovaina, dice que la esperanza de vida era de 40 años, en parte por la Peste Negra, por los fracasos de las cosechas, la tortura por cualquier delito y por las guerras. “Yo no cambiaría este siglo XXI por vivir en 1263 –dice van Ermen-. Tuve tuberculosis cuando era pequeño y si hubiera vivido en aquellos tiempos, ahora no estaría vivo”. Cualquiera de los amigos de Pol Malfait le respondería: “Entonces, tampoco hubieras enfermado”.