El monipodio cultural resiste bien la crisis

Corrupción en la cultura, el Estado ni ve ni oye...

La corrupción capea perfectamente y sigue enquistada en la vida cultural.

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 En diciembre de 2007, los finalistas del certamen de poesía "Viaje del Parnaso", convocado por el ayuntamiento de Valdepeñas y editado por la editorial Visor (como es costumbre, el inefable Chus Visor siempre tan puntual), denunciaron el escandaloso abuso cometido en la adjudicación del premio, las irregularidades perpetradas por el jurado y la malversación de fondos públicos que suponía toda aquella pantomima.

Aquello ocurría en 2007. Han pasado seis años y el panorama, a qué engañarnos, sigue siendo idéntico, salvo en el detalle de que la crisis económica y el déficit de las instituciones ha mermado mucho el caudal dinerario que se regalaba (y regala) a los afectos al poder. Reproducimos el comunicado de los heróicos finalistas en el célebre certamen por su intrínseco interés y lo clarificador que resulta a la hora de entender cómo funciona este "negocio" de la cultura subvencionada.

 

 

 

 
 
 
Carta al Ministro de Cultura

Contra la corrupción en los medios literarios

 

No hay nada que resquebraje más los 
fundamentos de la democracia que la corrupción.

María Teresa Fernández de la Vega

 

Señor Ministro:

Dado que su Ministerio está impulsando la necesaria reforma democrática de los medios artísticos y culturales de titularidad pública, mediante la aplicación de un Código de Buenas Prácticas, los abajo firmantes le pedimos que haga extensiva esta iniciativa a los ámbitos literarios de nuestro país que, directa o indirectamente, son de titularidad o financiación pública, y sobre los que se ha ido extendiendo poco a poco, mediante el consentimiento pasivo o cómplice, una serie de conductas que no pueden ser calificadas más que como corrupción, en la medida en que el dinero público acaba utilizándose para beneficio de unos pocos o desviándose hacia manos privadas sin posibilidad de control legal ni democrático alguno.

Nos referimos a premios, publicaciones, actos, congresos, viajes, ferias, publicidad, subvenciones, ayudas, etc., que tienen por objeto promover, difundir o reconocer la obra literaria de nuestros autores, y que se llevan a cabo a través de todo tipo de organismos públicos, semipúblicos o privados financiados con dinero público, tales como ayuntamientos, diputaciones, ministerios, consejerías, direcciones generales, departamentos, concejalías, universidades, colegios, centros, asociaciones, fundaciones, revistas, editoriales, bibliotecas, museos, teatros, partidos, sindicatos, etc., todo un entramado de instituciones que dedican parte de su presupuesto a la edición y promoción de obras literarias o creativas de poesía, narrativa, teatro o ensayo.

Que el amiguismo, el tráfico de influencias y favores, la existencia de camarillas y grupos minoritarios de presión y poder, la selección o exclusión de nombres en función de la docilidad, la ausencia de libertad y crítica, la adulación, la creación de prestigios artificiales mediante técnicas publicitarias y “mediáticas”…, que todo ello se haya convertido hoy en práctica casi común y aceptada, tal y como reconocen pública y privadamente la mayoría de nuestros escritores, es algo que ya no estamos dispuestos a seguir tolerando con resignación y fatalismo.

Creemos que ha llegado el momento de denunciar este tipo de abusos e irregularidades, como las que los tres finalistas del II Premio de Poesía “Viaje del Parnaso”, impulsores de esta carta, hemos puesto de manifiesto. Pero, al mismo tiempo, y para que de verdad cambie esta situación de corrupción consentida, de dimensiones nada despreciables, pensamos que es imprescindible que se establezcan principios generales y normas que hagan imposible la actual impunidad de los corruptos y la indefensión de la mayoría, especialmente en todo lo referente a las Publicaciones y a la concesión de Premios Literarios.

No queremos que el libro siga la senda del ladrillo, aunque algunos ya no distingan lo uno de lo otro, y lo único que les importe sea construir su propio palacete o chiringuito. Respetamos y dejamos de lado, por supuesto, los negocios literarios de empresas privadas, sean editoriales o de otro tipo, pero defendemos la labor que el Estado debe llevar a acabo para corregir los abusos y desigualdades del mercado, favoreciendo la creatividad y la innovación, poniendo siempre, por encima de cualquier otro interés, el mérito, el talento y la calidad de las obras literarias. Pensamos que existe en nuestro país, en todas sus lenguas y culturas, una gran capacidad creativa y literaria que, ante el panorama descrito, se está dilapidando, malversando o marginando, sin que las mejores obras puedan llegar a un público que igualmente valoraría y reconocería y con las que podría disfrutar, enriqueciendo así su vida y experiencias, que no otro es el fin de la literatura.

Esperando que nuestra carta sea de alguna utilidad, reciba un saludo de quienes todavía confiamos en que la democracia sepa atajar aquello que, en las palabras que encabezan este escrito, más la resquebraja y pone en peligro.

Santiago Trancón, Esteban Martínez Serra y Javier García Cellino

 

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