Alain de Benoist, contra la tiranía de las modas

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Nadar a contracorriente nunca es grato, aunque reporte una nada desdeñable gratificación moral. De semejante actitud sabe mucho el filósofo francés Alain de Benoist, cuyas ideas podrían chirriar entre los espíritus contemporáneos, adocenados por las corrientes más dogmáticas —hoy unas, mañana otras­—, es decir, entre quienes se adscriben sin matices a lo que el momento sitúa en la órbita de la moda, que, como dijera acertadamente Leopardi, “es la madre de la muerte”.

 En efecto, una moda muere con la siguiente, y esta con la que despunta. Así, todo esta llamado a perecer, lo cual no parece demasiado serio en el ámbito del pensamiento. Afortunadamente, De Benoist no es un filósofo “mundano” ni un frívolo que aspire a saborear canapés bajo focos y cámaras televisivos, tampoco a que sus obras figuren en las listas de best-sellers.
 
Como recuerda Alain de Benoist en el prólogo a la extensa antología de artículos aparecidos en Le Figaro entre 1977 y 1982 y titulada Au temps des ideologies “a la mode”.(Les Amis d’Alain de Benoist. Paris, 2009, 416 págs.), “en el otoño de 1977, los lectores de Le Figaro tuvieron la agradable sorpresa de descubrir, en el nuevo suplemento del fin de semana, Le Figaro-Dimanche, dirigido por el escritor Louis Pauwels, unas colaboraciones que rompían con lo habitual: en ellas se hablaba de tradiciones populares y de los indoeuropeos, de las tesis de Gramsci sobre el poder cultural, de la Revolución Conservadora alemana, del viejo debate entre el monoteísmo y el paganismo, de Carl Schmitt y de la designación del enemigo. Se oponían al marxismo, pero también al liberalismo, al individualismo y a los valores mercantiles. En ellos se citaba a Jules Monnerot, Pierre Debray-Ritzen, Stéphane Lupasco, Clément Rosset, Julius Evola, Claude Polin y Gustave Le Bon.”
 
“Más tarde –continúa el pensador francés–, en octubre de 1978, Le Figaro-Dimanche cedía el relevo a un lujoso magacín impreso a todo color, siempre vendido con Le Figaro: Le Figaro Magazine. Los mismos temas predilectos eran desarrollados, tanto por Louis Pauwels como por los miembros del joven equipo del que se había rodeado. Un equipo formado diez años antes como responsable de las revistas Eléments y Nouvelle École, y donde había adquirido una notable rodaje periodístico. A este equipo se le iba a conceder una denominación al menos equívoca: la Nouvelle Droite
 
El autor de Vu de droite recuerda cómo un año después, el dominical tiraba alrededor de 850.000 ejemplares y llegaba a tres millones de lectores. “Lo nunca visto
–dice–. Los celos y el rencor se sumaron a las hostilidades desde hacía largo tiempo declaradas, tanto por parte de la extrema derecha católica como de la izquierda más clásica. Los publicistas y los buscadores de escándalos desempeñaron un papel en este acontecimiento, que iba a alcanzar su cima con la gran campaña del verano de 1979 contra la Nueva Derecha.”
 
He aquí los artículos de Alain de Benoist en Le Figaro-Dimanche y Le Figaro Magazine. Lo esencial de lo aparecido entre 1977 y 1982 contra las ideologías a la moda, “expresión que entonces designaba –advierte De Benoist– a la incontestable hegemonía intelectual cuyos beneficiarios, especialmente en la Universidad, y también en los medios de comunicación, eran un cierto número de corrientes de pensamiento clasificadas entonces en la izquierda o en la extrema izquierda. Esta expresión, las ‘ideologías a la moda’, era corriente en los artículos que escribimos entonces, en los que se habla de ‘terrorismo intelectual’, de ‘pensamiento único’ o de ‘policía del pensamiento’, y el PC designaba entonces al partido comunista, no a lo ‘políticamente correcto’. Esto explica el título del libro.”
 
Entre las “ideologías a la moda”, el marxismo y el freudismo constituían los dos blancos principales. En sus artículos, Alain de Benoist no dejaba de referirse a Karl Marx y Sigmund Freud, sobre el fondo de ácidas críticas a la izquierda y la extrema izquierda. “Estos artículos a menudo son polémicos –señala su autor–. El periodismo es una excelente escuela, pero la polémica no añade nada y, a veces, perjudica a la demostración. No es un género con el que esté familiarizado, aunque si es necesario lo homenajeo. Lo evito en tanto que es posible. La literatura militante – bien diferente de la literatura comprometida— es siempre nula.”
 
En su itinerario personal, los años del Figaro-Dimanche y del Figaro Magazine corresponden a una época en la que todavía Alain de Benoist estaba demasiado influido, por un lado, por la filosofía de Nietzsche –“no había leído lo suficiente a Heidegger”, aclara– y, por otro, por los restos del positivismo y del “nominalismo”. Su blanco principal era entonces el igualitarismo, término que significaba para él la negación de las diferencias, y el liberalismo, si bien considerado por él “profundamente igualitario”, no dejaba, a pesar de ello, de alimentarse de desigualdades sociales y económicas que juzgaba insoportables.
 
Respecto a la llegada del socialismo al Elíseo en 1981, Alain de Benoist confiesa: “No me dejó ni frío ni caliente. Me pareció que formaba parte de la lógica de las cosas. Louis Pauwels estaba, al contrario, aterrorizado.” Por eso, Pauwels se convirtió al liberalismo y el 11 de mayo de 1985, publicaba, bajo el título de ¿Por qué combatimos?, el texto de un discurso pronunciado en Niza que era, recuerda De Benoist, “una apología del liberalismo en todas sus formas. Sostenía que ‘las libertades económicas son la garantía de las libertades civiles y políticas’; hasta afirmaba, sin reírse, que ‘no es la burguesía capitalista la que domina Francia’. Como yo seguía manteniendo mis posiciones ideológicas, y estaba orientado intelectualmente en dirección opuesta, mi colaboración en Le Figaro Magazine se redujo paulatinamente después de mayo de 1981. Luego, concluyó. Esto también formaba parte de la lógica de las cosas.”
 
¿Qué enseñanzas sacó de esta experiencia periodística el inspirador de la Nueva Derecha? “La primera es que la notoriedad no es forzosamente un bien, y es a menudo un mal. Para muchos, marca el principio de la traición. Jamás he buscado el reconocimiento ni la celebridad –no tengo el deseo de gustar, y, teniendo en cuenta la prioridad de mis intereses, me negué a comprometerme en tal camino, y eso que habría sido fácil, para conservar todavía un tiempo aquella tribuna, convertirme yo también. Retrospectivamente, éste es un gran motivo de satisfacción. La segunda lección es que la aventura de Le Figaro Magazine –porque fue una aventura— me vacunó definitivamente contra la ilusión consistente en creer que es posible ‘rearmar intelectualmente’ una familia política donde el interés por las ideas tiene el gusto de ser como un confeti, sobre todo cuando estas ideas contradicen sus intereses de clase. Para decirlo de otro modo, Le Figaro Magazine era en cuanto órgano de la burguesía liberal, tal como hoy lo valoro, no sólo irreformable e indefendible, sino más bien el enemigo principal –recuerda–. A fin de cuentas, después del fin de la modernidad, la diferencia entre izquierda y derecha ha perdido toda pertinencia.”
 
Le Figaro Magazine sigue apareciendo. Entonces, con nosotros, rozaba el millón de ejemplares, y hoy no vende sino aproximadamente 440.000 (más exactamente 437.249 ejemplares en 2008, contra 462.941 en 2004 y 620.000 en 1984). Además, ha visto cómo se sucedían los directores al frente del periódico”, dice Alain de Benoist. Ahora bien, el filósofo es justo en sus apreciaciones: “Lo que se llamó la Nueva Derecha debe indiscutiblemente el principio de su fama a su inesperada puesta en escena en las columnas de Le Figaro Magazine. Esta es una de las razones –no la única— por la cual los textos que siguen merecían a mi juicio no caer en el olvido. En el curso de las páginas, encontraremos allí argumentos que no perdieron nada de su agudeza. Veremos allí también que muchas problemáticas que están hoy en el corazón de la actualidad ya formaban parte del presente en aquella época.”
 
Entre los artículos, todos extraordinarios, cabe destacar “Raymond Aron: il a toujours su raison garder”, donde señala que “situado en la línea de Montesquieu y de Tocqueville”, el pensador francés “jamás profesó el optimismo del liberalismo clásico” y que siempre se le consideró “un aristócrata del espíritu”. También es más que interesante “Un guide de haute pensée. L’oeuvre de Julius Evola”, quien en su opinión llevaba en su corazón “no la Roma de los papas sino la de los Césares” y que fue “el último de los romanos”, además de “el más célebre representante en Italia de un pensamiento tradicional encarnado en Francia por Joseph de Maistre y René Guénon”, “Gramsci et la conquête du pouvoir culturel”, “Ernst Jünger et la figure de l’anarque”, “Un ‘fanatique sans credo’: Cioran” y “Entre le lotus et le robot. L’itinéraire d’Arthur Koestler”, junto a “Il y a toujours un ennemi. La pensée de Carl Schmitt”, “L’utopie consolatrice”, “Le coût humain du commnunisme: 150 millions de morts” y “Pourquoi je me sens gaullien” son otras piezas notabilísimas entre el centenar que forma esta antología.
 
Se completa el libro con una serie de anexos: “Mon souvenir de Louis Pauwels”, de Alain de Benoist; “Avec Louis Pauwels au ‘Figaro Magazine”, de Jean-Claude Valla, y las críticas firmadas por Pauwels sobre Vu de droite y Comment peut-on être païen, de Alain de Benoist, publicadas en Le Figaro-Dimanche en mayo de 1977 y en Le Figaro Magazine en marzo de 1981, respectivamente.
 
Principales libros de Alain de Benoist en español:
En la web Les amis d’Alain de Benoist, hay colgados multitud de textos en diversos idiomas (entre ellos en español).

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