"La razón es una puta que sobrevive mediante la simulación, la versatilidad y la desvergüenza"
"Creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro"... Empieza bien nuestro hombre, en esta selección de aforismos realizada por José Antonio Hernández, cuya memoria, de tal forma, honramos nuevamente. Y todo sigue luego en el mismo tono.
Creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro.
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La creación fue el primer acto de sabotaje.
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La vida es etérea y fúnebre como el suicidio de una mariposa.
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Todos los pensamientos se asemejan a los gemidos de una lombriz pisada por los ángeles.
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En Shakespeare hay tanto crimen y tanta poesía que sus dramas parecen concebidos por una rosa demente.
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Sólo Dios tiene el privilegio de abandonarnos. Los hombres únicamente pueden fallarnos.
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El espíritu es el fruto de una enfermedad de la vida y el hombre sólo un animal enfermo. La presencia del espíritu es una anomalía en la vida
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¡La imposibilidad de apartar lo infinito de la muerte, la muerte de la música y la música de la melancolía!
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Prefiero que me devore un ardor de fuego interno a morir en el vacío y la resignación de los sabios
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La conciencia es más que una espina: es un puñal en la carne.
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Cuando se sabe de manera absoluta que todo es irreal, no tiene ningún sentido fatigarse para demostrarlo.
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Ha habido dos cosas que me han colmado de una histeria metafísica: un reloj parado y un reloj en marcha.
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Aunque tengo de la vida una concepción sombría, siempre he sentido gran pasión por la existencia.
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¿Perdonaré alguna vez a la vida el hecho de encontrarme en ella como un intruso únicamente?
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Hay en la vida una especie de histeria de final de primavera.
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Todo es frívolo, incluido lo Último. Cuando se ha llegado ahí, toda interrogación capital avergüenza.
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Habiendo agotado el contenido de la eternidad, la Edad Media nos da derecho a amar las cosas pasajeras.
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Hace veintitrés años (en 1937) escribí todo un libro acerca de las lágrimas. Y después, sin derramar una sola, no he dejado de llorar
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Amo la historia de Rumanía con un gran odio
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La serenidad heroica es el privilegio y la maldición de los caídos por la vida, de los que se han desligado del ser y son incapaces de toda satisfacción y felicidad.
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Cada revolución es heroica, y en ella entiendo toda la envergadura del heroísmo, que empieza con la brutalidad y termina con el sacrificio.
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La razón es una puta que sobrevive mediante la simulación, la versatilidad y la desvergüenza.
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No vale la pena molestarse en matarse porque uno siempre se mata demasiado tarde.
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Fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis, es mentira. Ella es justamente ambos, pero mejorados.
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Podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho. Ese orgullo está por inventar.
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Lo esencial surge con frecuencia al final de las conversaciones. Las grandes verdades se dicen en los vestíbulos.
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Cambiar de idioma, para un escritor, es como escribir una carta de amor con un diccionario.
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Si no poseo el gusto del misterio es porque todo me parece inexplicable, o mejor dicho, porque lo inexplicable es mi único sustento y estoy harto de él.
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El orgasmo es un paroxismo; la desesperación, otro. El primero dura un instante; el segundo una vida.
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La naturaleza, buscando una fórmula que pudiera satisfacer a todo el mundo, escogió finalmente la muerte, la cual, como era de esperar, no ha satisfecho a nadie.
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El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad.
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Un pueblo no representa tanto una acumulación de ideas y teorías como de obsesiones.
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El paraíso no era un lugar soportable, de lo contrario el primer hombre se hubiera adaptado a él; este mundo tampoco lo es, ya que en él se añora el paraíso o se da otro por seguro. ¿Qué hacer? ¿Dónde ir? No hagamos nada, no vayamos a ningún sitio, así, sin más.
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A los últimos a quienes perdonamos su infidelidad es a aquellos a quienes hemos decepcionado.
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Mi misión es matar el tiempo, y la del tiempo es matarme a mí. ¡Qué cómodo se encuentra uno entre asesinos!
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Regla de oro: dejar una imagen incompleta de sí mismo.
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Qué orgullo descubrir que nada te pertenece: ¡qué revelación!
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Dios: una enfermedad de la que imaginamos estar curados porque nadie se muere de ella hoy en día.
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¿Quién se revela? ¿Quién se levanta en armas? El esclavo raramente, pero casi siempre el opresor convertido en esclavo.
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Una civilización se destruye sólo cuando se destruyen sus dioses.
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La lucidez es el único vicio que hace al hombre libre: libre en un desierto.
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Ser objetivo es tratar al prójimo como se trata a un objeto, a un muerto, es comportarse con él como un sepulturero.
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Mientras más se alejan los hombres de Dios, más avanzan en el conocimiento de las religiones.
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Algunos tienen desgracias; otros, obsesiones. ¿Quienes son más dignos de lástima?
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La imposibilidad de encontrar un solo pueblo, una sola tribu donde el nacimiento provoque duelo y lamentación, prueba hasta qué punto la Humanidad se encuentra en estado de regresión.
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No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas lo cual vale más que tratar de llenarlas.
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Según la regla de San Benito, si un monje se tornaba orgulloso, o solamente contento de su trabajo, debía apartarse de él y abandonarlo.
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Siempre he buscado paisajes anteriores a Dios. De ahí mi debilidad por el Caos.
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El día que leí la lista de casi todas las palabras de que dispone el sánscrito para designar al absoluto, comprendí que me había equivocado de camino, de país, de idioma.
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La ventaja no desdeñable de haber odiado mucho a los hombres es la de llegar finalmente a soportarlos por agotamiento de ese mismo odio.
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A veces uno quisiera ser caníbal, no tanto por el placer de devorar a fulano o mengano como por el de vomitarlo.
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Nunca entenderé cómo se puede vivir sabiendo que no se es, por lo menos, eterno.
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La filosofía sirve de antídoto contra la tristeza. Y hay quienes creen aún en la profundidad de la filosofía.
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En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar.
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Gracias a la melancolía —ese alpinismo de los perezosos— escalamos desde nuestro lecho todas las cumbres y soñamos en lo alto de todos los precipicios.
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Si alguna vez has estado triste sin motivo, es que lo has estado toda tu vida sin saberlo.
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La tristeza: un apetito que ninguna desgracia satisface.
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Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado.
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El deseo de morir fue mi única preocupación; renuncié a todo por él, incluso a la muerte.
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Si exprimiéramos el cerebro de un loco, el líquido obtenido parecería almíbar al lado de la hiel que segregan algunas tristezas.
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Sin la esperanza de un dolor aun mayor, no podría soportar éste de ahora, aunque fuese infinito.
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Refutación del suicidio: ¿No es inelegante abandonar el mundo que tan gustosamente se ha puesto al servicio de nuestra tristeza?
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Sólo se suicidan los optimistas, los optimistas que ya no logran serlo. Los demás, no teniendo ninguna razón para vivir, ¿por qué la tendrían para morir?
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La historia de las ideas es la historia del rencor de los solitarios.
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Un silencio abrupto en medio de una conversación nos hace volver de repente a lo esencial: nos revela el precio que hemos de pagar por la invención de la palabra.