Resulta que el viento no se lo llevó

La última batalla de la Confederación se libra hoy

Lo decía Clark Gable en Lo que el viento se llevó: “Sólo soy partidario de las causas perdidas cuando realmente comienzan a estarlo”. Y ahora lo están. En la ciudad de Richmond, Virginia, se asfixia bajo dificultades económicas el centro cultural más políticamente incorrecto del mundo: el Museo de la Confederación, institución fundada en la capital de los Estados Confederados del Sur apenas veinte años después de finalizada la guerra de Secesión. Una guerra, por cierto, en la que tampoco faltaron combatientes españoles: los voluntarios carlistas en el ejército confederado. ¡Vaya historia!

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JUAN R. SÁNCHEZ CARBALLIDO

El de la Confederación no es un museo al uso. Tanto sus exposiciones permanentes como las actividades paralelas que organiza tienen por objeto ofrecer a sus visitantes una visión apasionada y romántica de la sociedad sureña que se alzó en armas contra el Gobierno de la Unión, y del ejército que se encargó de utilizarlas con éxito tan notable como para poner cerco a la misma capital federal, Washington.  

El Museo de la Confederación se inscribe en ese peculiarísimo sentido de la vivencia histórica que anima a muchos norteamericanos a vestir réplicas de los uniformes usados por sus antepasados en el conflicto y reproducir, amistosamente, las evoluciones de los dos ejércitos en el campo de batalla. Vivencia histórica que se conjuga en términos de simpatía, de implicación subjetiva y emocional, aunque no sabemos muy bien si de naturaleza política o meramente estética. No es, por tanto, un centro aséptico, objetivo, científico ni sueña con convertirse en ello. Su vocación es muy otra: la de mantener vivo el legado del Sur, que entre otras cosas significaría la preservación de la herencia de la cultura europea frente a su decadencia en forma de cultura occidental… y el espinoso asunto de la esclavitud.

¿Habría que recusar la filosofía completa de Aristóteles por la defensa explícita que el estagirita realiza de la esclavitud? Resultaría tan excesivo como la simplificación del estilo sureño de vida a su tradicional defensa de la segregación racial. Pero es eso, precisamente, lo que pretenden los extremistas tanto blancos como negros en una ciudad marcada por una evidente tensión entre comunidades raciales, cuestión -por otro lado- perfectamente extrapolable al resto de las ciudades de los Estados Unidos. El Museo de la Confederación es víctima de este odio generacional a pesar de no contemplar en modo alguno la esclavitud (ni a favor ni en contra de ella) en sus exposiciones.  

Para añadir complejidad a la situación, Richmond es hoy una ciudad donde preponderan los ciudadanos de raza negra y los regidores locales saben traducir esa realidad en términos electorales. Una de las principales causas de la decadencia del Museo de la Confederación radica en la competencia del “Centro de la guerra civil”, otro museo abierto hace algunos meses en la misma ciudad y que pretende ofrecer una visión más “equitativa”, léase políticamente correcta a la manera de nuestros “centros de interpretación del franquismo”, del conflicto civil norteamericano.

La drástica caída en el número de visitantes y la falta de apoyo económico por parte de las autoridades municipales ha hecho a la dirección del Museo de la Confederación plantearse la posibilidad de trasladar su actual ubicación, junto a la que fuera residencia oficial del presidente confederado Jefferson Davis. Pero esa decisión puede suponer el principio del fin para esta institución única, ya que contaría con la oposición  de uno de sus principales soportes sociales, la asociación de “Los Hijos de los Veteranos de la Confederación”.

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