Que estén a las duras y a las maduras

Prohibamos, pues, la Navidad

A mí me parece estupendo que haya gente que esté en contra de la Navidad y de lo que significa. Me parece estupenda –aunque no la comparta– esta aguerrida campaña contra los crucifijos, los belenes y otros símbolos cristianos que, según parece, tanto ofenden a quienes no son fieles de dicha religión. Por mí pueden rebautizar estas fiestas de ruido y comilona, cuyo sentido transcendente hace mucho tiempo que desapareció, como las de San Corte Inglés, e incluso entronizar como nuevo icono de las fiestas invernales de la Alianza de Civilizaciones a Zapatero disfrazado de reno cascabelero. Cada uno puede dedicarse a lo que le apetezca: unos, a construir; otros, por lo visto, a destruir. Pero... sean al menos consecuentes consigo mismos.

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A mí me parece estupendo que haya gente que esté en contra de la Navidad, de sus símbolos y de lo que significa. No tengo ningún interés en imponer nada a nadie, ni en el ámbito religioso ni en el político ni en el ideológico. Me parece estupenda –aunque no la comparta– esta aguerrida campaña contra los crucifijos, los belenes y otros símbolos cristianos que, según parece, tanto ofenden a quienes no son fieles de dicha religión. Por mí pueden rebautizar estas fiestas de ruido y comilona, cuyo sentido transcendente hace mucho tiempo que desapareció, como las de San Corte Inglés, e incluso entronizar como nuevo icono de las fiestas invernales de la Alianza de Civilizaciones a Zapatero disfrazado de reno cascabelero. Cada uno puede dedicarse a lo que le apetezca: unos, a construir; otros, por lo visto, a destruir. Debe de ser que ni su intelecto ni su alma les dan para más.

Pero eso sí: si estamos entre gente seria y adulta, hay que exigir coherencia. Y yo, por el momento, no he visto a ninguno de estos viriles cristófobos exigir que el 25 de diciembre y el 6 de enero sean laborables ni renunciar a la paga extra de Navidad.
 
Hay que comenzar por ahí. Si no, su anticruzada –de cuyo transgresor y audaz carácter hasta es posible que se sientan orgullosos– no pasará de la categoría de broma.
 
Y, de paso, habrán de exigir que los domingos se trabaje, pues conservar tan cristiana institución es intolerable en este nuevo mundo laicista que nos está trayendo la felicidad. Por no hablar de la Semana Santa y demás jornadas festivas por su carácter religioso.
 
Si aplicamos de verdad la doctrina de la no molestia, entre otras muchas medidas habrá que ilegalizar el vino y el jamón para no ofender a aquellos cuya religión les prohíbe su consumo. Y, para evitar discriminaciones, habrá que eliminar del calendario, del callejero, de los edificios, de todas las ramas del arte y hasta del lenguaje, toda referencia a la religión cristiana. Yo, por mi parte, pido perdón desde aquí por llamarme como me llamo; cosa de mis padres –he de decir en mi defensa– que son unos reaccionarios de tomo y lomo.
 
Y aprovechando la ocasión, no puedo dejar de enviar un saludo a mis amigos separatistas. Pues todavía no he oído a ninguno de ellos exigir a los paisanos de sus respectivas realidades nacionales que devuelvan los premios que la lotería nacional pueda haber derramado entre ellos. Por lo visto, de España no quieren saber nada..., excepto su dinero.
 
El día en que renuncien a ello empezaré a tomar en serio a esa pandilla de farsantes.

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