La educación en Uruguay: cuando el monstruo se devora al inventor

La cosmogonía de la variada pedagogía de izquierdas del pasado siglo ha elaborado conceptos que han profundizado en la primordial tarea que la nueva izquierda le ha atribuido al aspecto cultural como factor de cambio político. La influencia gramsciana en teóricos neomarxistas como Althusser, Bourdieu y Passeron, Bowles y Gintis, entre otros, ha dotado a la moderna pedagogía de un corpus ideológico capaz de incidir en las más diversas áreas educativas. Por su parte, Paulo Freire aportaba al conjunto una visión particular para la América Hispánica. La educación uruguaya no ha sido ajena a estas influencias

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El pedagogo austríaco Iván Illich teorizó acerca de la conexión entre la educación y los requisitos económicos de disciplina y jerarquía. Sostenía que las escuelas se han desarrollado para hacerse cargo de tareas básicas como:

- Ser lugares de custodia.
- Distribuir a las personas entre funciones ocupacionales
- Aprender los valores dominantes.
 
La cosmogonía de la variada pedagogía de izquierdas del pasado siglo ha elaborado conceptos que han profundizado en la primordial tarea que la nueva izquierda le ha atribuido al aspecto cultural como factor de cambio político. La influencia gramsciana en teóricos neomarxistas como Althusser, Bourdieu y Passeron, Bowles y Gintis, entre otros, ha dotado a la moderna pedagogía de un corpus ideológico capaz de incidir en las más diversas áreas educativas. Por su parte, Paulo Freire aportaba al conjunto una visión particular para la América Hispánica. La educación uruguaya no ha sido ajena a estas influencias.
 
Estableciendo la “violencia simbólica”
 
En octubre de este año, la página web de la Presidencia de la República anunciaba que la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública) aplicaría planes y programas tendientes a reducir la altísima deserción estudiantil en todos los planos, contando hoy con índices de abandono escolar superiores a Bolivia. En contrapartida, los distintos sindicatos docentes han llevado a cabo constantes y reiterados paros y huelgas zonales reclamando nuevas leyes de educación, presupuesto y demandas de diversa índole. El ausentismo docente ha experimentado records históricos en departamentos de alto nivel de población como Montevideo, Maldonado y Canelones. Este mes de noviembre, la FENAPES, (Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria) remitía una carta a los legisladores con la reivindicación expresa de “¡Autonomía y Cogobierno ya!”, una vieja promesa política de la izquierda uruguaya.
 
Esta lista de acontecimientos no representan un listado aislado y accidental, sino que es el resultado último de una profunda crisis estructural a nivel educativo en nuestro país.
 
La educación uruguaya, otrora modelo a seguir, se encuentra hoy en un profundo abismo. Como viene siendo norma en toda América, la ruina institucional generada por los “ausentes” gobiernos liberales, sólo se ha agudizado con la dirección pública de una fatídica izquierda.
 
No resulta una novedad decir que la izquierda uruguaya ha tenido como uno de sus principales objetivos la conquista de la educación, como pilar básico fundamental de una conquista metapolítica más amplia. La Universidad de la República y la mayor parte de los centros educativos han estado bajo su égida desde siempre. Para el logro de la captación educativa, la izquierda ha seguido una consigna inmutable: la del “cuanto peor, mejor”, entendiéndose por esto la acción destructiva y opositora per se, frente a cualquier política educativa propuesta por los partidos de oposición, en ocasiones por conveniencia estratégica y en otras por tratarse de aportaciones teóricas de “detractores”, como es el caso del otrora marxista Germán Rama. Reivindicaciones de carácter presupuestal, encendidas consignas y ocupación de centros educativos, acciones debilitadoras de las instituciones, cálculo meticuloso, clausura de toda oposición, ciega fe en que se es depositario de una bondad universal, fórmulas que han venido durante décadas aportando a una política que ha seguido una férrea disciplina de desgaste. A ello se le debe sumar una soslayada prédica antijerárquica y una pauperización de los contenidos programáticos y teóricos derivados de la aplicación progresiva de las distintas versiones crítico-reproductivistas.
 
La conquista del Estado llegó tarde
 
Durante dos décadas, hasta alcanzado el año 2005, la izquierda fue ganando todos los resortes culturales conocidos, para finalizar con la obtención del poder del Estado. Pero fue precisamente la conquista de este último la que llegó precisamente muy tarde. Demasiado tiempo de corrosivo accionar, de una gimnasia dirigida a los sectores sindicales y docentes, ha convertido paradójicamente a estos actores en sus antagonistas más grandes. Que la izquierda no haya obtenido el poder en el momento preciso debido a las estrategias electorales de los partidos liberales, la llevó a no poder detener una ola que terminó por convertirse en su impericia. Es de pensar que en términos de Illich, el paso de los años adiestró a los gremios estatales el papel de custodios de su área de acción, un rol que la misma izquierda les otorgó hace mucho tiempo. No extraña, pues, que el senador tupamaro y referente histórico de la izquierda radical uruguaya, Eleuterio Fernández Huidobro, haya sido el primero en señalar quejosamente al corporativismo burocrático como «el responsable directo del fracaso del “Uruguay productivo”» y de que «la burocracia es la que ostenta el poder real en Uruguay y no precisamente el gobierno de turno».
 
Podemos afirmar que dicha burocracia educativa, ha sabido colocar a la perfección a las personas idóneas en los lugares ocupacionales como señalara Illich, y que indudablemente se aprendió de muy buena regla los valores dominantes que durante años esgrimieron los teóricos de la familia ideológica.
 
Esta gimnasia autodestructiva del sistema educativo nacional tuvo como inevitable resultado el desprestigio del sistema y de sus autoridades, el distanciamiento estudiantil respecto a sus institutos de formación, tanto espiritual (los jóvenes no aprecian a sus colegios) como material (los jóvenes no cuidan y destruyen sus centros educativos), una sensación de descontrol generalizado y falta de la más mínima planificación y sobre todo la idea –ya general– de que el sistema educativo nacional es ingobernable. Esta “bola de nieve” planificada hoy no tiene por parte de sus creadores ideológicos el más mínimo dominio. La política del “anti-Estado”, socavando y saboteando la educación –cuando la izquierda aún no tenía el control político de la misma– hoy no tiene freno y boicotea todo intento mínimo de organización de la misma.
 
Louis Althusser, uno de los máximos artífices del reproductivismo, había esgrimido que: “En otros términos, la escuela (...) enseña las habilidades bajo formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante  o el dominio de su práctica”. Evidentemente la izquierda no tuvo en cuenta que la misma gimnasia del “cuanto peor mejor” podía convertirse en el futuro en la actual “ideología dominante”. La izquierda uruguaya olvidó consultar a Althusser acerca de cuál debía ser la solución ante este imprevisto de orden técnico.

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