El historiador publica un libro de viajes

Pío Moa sale de los archivos para recorrer la Vía de la Plata

Pío Moa, el polemista, el autor de ensayos de historia tan demoledores de tópicos como irrebatibles, ha escrito un libro de viajes. Aquí no hay datos, ni citas, ni notas a pie de página, sino crónicas de paisajes y de personas y reflexiones. Quienes hayan leído algunos de los libros anteriores de Moa, se lo imagina en archivos, inclinado sobre legajos y periódicos; en "Viaje por la Vía de la Plata" (LibrosLibres) se nos presenta como un andarín con mochila y cachava.

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Entre 1986 y 1987, con 38 o 39 años de edad, Moa vivía con 20.000 pesetas al mes en Madrid. No tenía mujer, ni hipoteca, ni empleo fijo, ni jefe… Vivía en una habitación de un piso con estudiantes por la que pagaba 13.000 pesetas, pasaba las mañanas y las tardes en el cercano Ateneo y vendía artículos a varios periódicos madrileños (no a El País). Entonces le vino la idea de recorrer la Vía de la Plata, la calzada romana que unía Astorga con Mérida y luego Asturias con Huelva, escribir un libro del estilo de Viaje a la Alcarria, de Cela, para ganar algún premio literario. Moa hizo el viaje por etapas: en cuanto reunía dinero suficiente y descansaba de un viaje, se trasladaba a la Vía de la Plata y andaba un tramo. Así reunió experiencias, anécdotas y curiosidades que luego transcribió… y tardó casi 20 años en editar.

El libro cuenta con un estilo entretenido y sencillo estos viajes, así como las reflexiones que brotan en el autor. Éste ya se mostraba como un desencantado del marxismo y de los tópicos progres cuando, poco a poco, la mayoría de los españoles empezaban a aceptarlos. España, sostengo yo, se ha convertido en la reserva progresista de Occidente. “En España la sociedad está alcanzado un nivel de puerilidad difícilmente igualable”, escribió Moa (pág. 83). En 2008, veinteañeros cargados por sus mayores de un odio estremecedor aplauden a un juez cantamañanas porque ha pedido el certificado de defunción de Franco.
 
El autor pasa por Moguer, donde los liberales de 1835 quisieron demoler el monasterio de Palos que acogió a Colón; por Mérida, ciudad borrada de la historia por los árabes; Astorga, donde confluían dos calzadas; etcétera. Los lugareños a los que Moa pregunta por la Vía de la Plata la desconocen o creen que es una marca comercial. Como ocurrió con el Camino de Santiago, la calzada estaba olvidada hasta que las administraciones autonómicas, en uno de sus escasos aciertos, han empezado a presentarla como ruta turística.
 
El mayor elogio que se puede hacer del libro es que al leerlo sentimos ganas de sacar las botas camperas y dar una caminata por el campo.
 
 
 
 

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