"Los reyes malditos", de Druon

El origen del mito templario moderno

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Un viernes 13 del año 1307, en toda Francia los soldados del rey ingresaron en las viviendas de los poderosísimos caballeros Templarios y comenzaron a arrestarlos. De las consecuencias de ese proceso para la corona francesa, se dice, se deriva la creencia de que el viernes 13 trae mala suerte. La legendaria orden de caballería fue juzgada y exterminada por el rey Felipe IV, llamado El Hermoso, nieto de San Luis, bajo la imputación de herejía, a pesar de que habían resultado absueltos de ese cargo por el Papa Clemente V.
 
La Orden del Temple fue fundada en 1118 en Jerusalén por Hugo de Payens, Gottfried de St. Omer y otros siete caballeros franceses que pretendían defender los "Santos Lugares" y garantizar la seguridad a los peregrinos cristianos que acudían a ellos. Su nombre procede de su instalación en el antiguo templo de Salomón, la conquistada mezquita de Al Aqsa en el Monte del Templo.
 
Con el tiempo, los caballeros Templarios, cuya seña de identidad era una capa blanca con una cruz roja, se convirtieron en la orden más rica y poderosa del mundo cristiano. Pero con Felipe el Hermoso se acercó su final.
 
Los Reyes Malditos (Les rois maudits) es la más importante y reconocida obra de Maurice Druon, y uno de los modelos modernos de la novela histórica. La novela está situada en la corte francesa del siglo XIV. Es la época en que "Francia era grande y su pueblo, infeliz", al decir del autor. La historia comienza con la disolución de la orden de los Templarios por orden del rey Felipe el Hermoso, bajo la acusación de herejía y prácticas nefandas, en un proceso viciado de injusticias y abusos.
 
El Temple era la única que podía resistir al poder real (sobre todo en lo económico y en lo militar, con sus 16.000 monjes soldados) en el reino francés en uno de sus momentos de máximo esplendor. Jaques de Molay (el último Templario) al ser llevado a la hoguera lanza una maldición al rey, al Papa y al canciller del reino. Los últimos mueren a poco de este acontecimiento. El rey ve destruido su proyecto dinástico por el escándalo que se cierne sobre su descendencia, tras el descubrimiento, juicio y condena de las tres princesas (esposas de sus hijos) por adulterio y complicidad.
 
Los personajes del drama
 
Felipe es un gobernante de tendencias totalitarias, aliado a la burguesía, los banqueros (judíos y lombardos) y enemigo de la caballería y de la nobleza. A todos traicionó en su necesidad de dinero y poder. Gobernó con mano de hierro y logró fortalecer el poder de un estado central, pero a costa de la miseria del pueblo. Su corte estaba corrompida por la relajación, y sus procedimientos de gobierno eran más que cuestionables. Curiosamente, a fin de quitar poder a la nobleza, inaugura las asambleas que luego se conocerán como Estados Generales, que serán los que siglos después acaben con los reyes de Francia y con el antiguo régimen en la Revolución Francesa.
 
El escándalo del adulterio de sus nueras, denunciado por su hija Isabel con la complicidad de Roberto de Artois, produce el entredicho dinástico cuyo desenlace será la Guerra de los Cien años, en la que estaba en disputa si la corona francesa iba a estar en la cabeza de un francés, descendiente indirecto de Felipe el Hermoso, o de un inglés (Enrique V), descendiente directo de Eduardo II de Inglaterra y de la única hija mujer de Felipe, Isabel, luego llamada "la Reina Loba".
 
La solvencia histórica de Druon, miembro de la Academia Francesa, es notable y reconocida. No lo es menos su habilidad para novelar la historia, despojándola de detalles eruditos para ceñir la acción a los sucesos e intrigas que laceraron la Cristiandad: el papado, títere del reino de Francia en Avignón (ver Cartas de Santa Catalina de Siena al Papa) y la pretensión de Inglaterra (aún católica) del trono francés, que dio en una larguísima serie de acciones bélicas. Es tras la victoria de Enrique V de Inglaterra en los prados de Agincourt cuando surge la "Doncella de Domremy", luego conocida como Juana de Arco, Santa Juana de Arco, que lidera la expulsión de los ingleses y la restauración de la casa real francesa.
 
Druon señala la posibilidad de que de los restos de esta disgregación surgiera la Masonería especulativa, que juró venganza eterna a la Iglesia. Y que muchos elementos del ritual masónico hubieran sido ya incorporados a los usos templarios, traídos del Oriente durante las cruzadas, como influencia de las corrientes gnósticas que allí subsistían.
 
La lectura es fascinante porque Druon narra con maestría, en un estilo muy despojado de adornos, sin dejar de ser detallista, preciso y verdaderamente novelesco, los vicios cortesanos. Sus personajes se pintan solos en sus palabras y en sus acciones. El narrador omnisciente interviene para informarnos sobre su apariencia, sus pensamientos e intenciones con acertada oportunidad. Toda la serie se centra -narrativamente hablando- en el personaje de Roberto de Artois, y sus intrigas para recuperar sus señoríos, concedidos a su tía por decisión real. El será el eje de la historia durante los siete tomos.
 
"¡Todos malditos, hasta la séptima generación!", sentenció el jefe de los templarios, desde las llamas de la hoguera, a Felipe IV el Hermoso. En 1314 la profecía al parecer se hará realidad. El Rey de Hierro, amo absoluto de Francia, a quien todos le rinden cortesía excepto la Orden Soberana de los Caballeros del Temple, sufrirá años de intrigas palaciegas, muertes súbitas, batallas entre las dinastías, guerras desastrosas, en fin, es el destino de los malditos reyes Capetos que enlutará a toda Europa. El Rey morirá casi seis meses después de Guillermo de Nogaret, su mano derecha, y sólo siete después del Papa Clemente V. La maldición, que decía que los tres enfrentarían el tribunal de Dios antes de un año, se había cumplido.
 
Maurice Druon nació en 1918 y formó parte de las Fuerzas de Francia Libre dirigidas por el general Charles de Gaulle a la salida de la II guerra mundial (escribiendo con J. Kessell la letra del “Canto de los Partisanos”), fue Ministro de Asuntos Culturales en la presidencia conservadora de Pompidou (1971) y diputado en 1974.

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