La fe del ateo

Gustavo Bueno, contra “Educación para la Ciudadanía”

En medio la polémica suscitada por la creación de la asignatura obligatoria Educación para la Ciudadanía, la posición del filósofo Gustavo Bueno, expresada en su libro La fe del ateo, ha sido una grata sorpresa y merece atención. La novedad no viene tanto del contenido de las tesis del filósofo sino de quién lo dice y en qué contexto. Hay que tener en cuenta que Bueno se declara ateo y que es el padre de todo un sistema conocido como “materialismo filosófico” que se enfrenta críticamente al espiritualismo.

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IGNACIO SANTA MARÍA 

Aun así, el pensador no se deja arrastrar por la corriente de laicismo dominante y de pensamiento débil, y sabe identificar la verdadera naturaleza del conflicto que se ha suscitado entre el Gobierno socialista y la Iglesia a raíz de la incorporación al sistema educativo de la citada asignatura. 

Partiendo de la idea agustiniana de las dos ciudades (la Ciudad de Dios y la ciudad terrena), el filósofo riojano constata que, mediante la EpC, a la que califica de “catequesis laica”, el poder político (la ciudad terrena) trata de ocupar un lugar que es propio de la Iglesia (Ciudad de Dios) y esto afecta a la libertad de todos, incluso de los ateos.

A continuación, reproducimos los fragmentos más expresivos que se pueden encontrar en su en su último libro, La Fe del ateo (Ed. Temas de Hoy), sobre esta cuestión: 

“Sin duda la Iglesia católica, entendida como Ciudad de Dios y reconocida como tal por el Imperio (por los Imperios), se convirtió en el primer reducto real (no sólo mental) internacionalmente organizado en el que los súbditos podían encontrar un refugio, libres de las maquinaciones, muchas veces arbitrarias y a veces tiránicas, del poder político. También es cierto que el poder político era el que mantenía un orden social que, al margen de cualquier gobernación, se hubiera disuelto en un caos. Y la Iglesia católica reconoció siempre la importancia del poder político, incluso en las tareas de educación de sus súbditos, pero siempre que estas tareas no se orientasen hacia objetivos incompatibles con los que la Iglesia había establecido.

”(...) Los componentes éticos y morales involucrados en los programas de la asignatura de Educación para la Ciudadanía han de ser considerados por la Iglesia, por su tradición, como asunto de su competencia intransferible, precisamente porque la ciudadanía laica está siempre subordinada a la ciudadanía religiosa. (...) El Gobierno socialista no entiende de hecho (ni quiere entender) esta asignatura en términos estrictamente técnicos-constitucionales o positivos, sino más bien filosóficos, en este caso metafísicos, y sin embargo independientes y acaso incompatibles con los principios de la Iglesia católica. 

”En realidad, las directrices laicas que inspira la asignatura Educación para la Ciudadanía (de la ciudad terrena) impulsada por el Gobierno socialdemócrata son enteramente paralelas (podríamos decir, son una tradición metafísica de los principios enunciados en un estadio teológico) a las directrices religiosas que inspiran la educación de los ciudadanos de la Ciudad de Dios. Joaquín Robles lo ha mostrado con toda precisión (...), al confrontar en una tabla los fundamentos de la EpC como catequesis laica y los fundamentos de la catequesis católica (por ejemplo, Fe, Esperanza, Caridad, por un lado, y Ciencia, Progreso, Solidaridad, por otro; positivismo de la Revelación y positivismo de la Constitución).

”(...) La Iglesia es la heredera de la tradición católica que, frente al arrianismo y al islamismo, ha defendido su propia soberanía frente al Estado y se ha constituido como un reducto de libertad frente al Estado despótico totalitario. Y por eso se opone a los métodos totalitarios del Gobierno socialista en materia de educación y en muchas otras. La Conferencia Episcopal defiende un reducto de libertad frente al Estado, un reducto de libertad al que pueden acogerse incluso los ateos en un momento de persecución totalitaria, como en la Edad Media los fugitivos tenían la posibilidad de acogerse a lo sagrado para librarse de su señor. 

”La verdadera incompatibilidad de principio entre el Gobierno socialista y la Conferencia Episcopal reside, a nuestro juicio, en esa diferencia irreductible entre la concepción de un Estado autónomo y progresista que confía en el desarrollo gradual conducente a un fin último (aureolar) del Estado y de la Humanidad, y una Iglesia que niega la posibilidad de que ese estado final de la Humanidad pueda alcanzarse por vía natural. Y en esa duda coincide con todos aquéllos que, sin necesidad de acogerse a principios sobrenaturales, someten también a crítica radical las pretensiones de todo aquél que cree conocer las leyes que rigen el futuro de la Humanidad y ponen ingenuamente el fin de la Historia en la consecución plena de un Estado de bienestar que al parecer se toca ya con la mano.

”El conflicto entre los católicos y el Gobierno socialista español en torno a la educación de la ciudadanía desaparecería si este Gobierno entendiera de un modo positivo y neutro, y no metafísico, el concepto de ciudadanía y de ciudadano.”

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