De pie sobre las ruinas

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 "No se puede remplazar un orden cuestionado, con los mismos elementos que provienen de su destrucción. La degradación, la falta de identidad, la incultura, no podrán reemplazar el esclavismo organizado del poder dominante, por otra cosa que el esclavismo desorganizado de la anarquía". Juan Pablo Vitali  (Buenos Aires, 1961), acostumbra a decir las cosas tal como las piensa, y pensarlas con mucho detenimiento y audacia. Quienes conocemos sus artículos de prensa, publicados en España, por lo general, en el periódico digital El Manifiesto, sabemos de su actitud comprometida en la defensa de los valores civilizadores de occidente, y su convicción de que América es (debería ser), la culminación de ese proceso histórico: una síntesis (en el sentido hegeliano), de las culturas greco-latina, anglonormanda y criolla lanzadas a un devenir sin ataduras y en busca de su destino inalienable . El nuevo orden, el nuevo sujeto revolucionario, la nueva humanidad, laten en la proyección histórica de América latina y española. Un poco lorquianamente, "aguardan su turno tras la lucha de raíces y el alba sin contorno".

Hay también ecos del más beligerante Juan Eduardo Cirlot en De pie sobre las ruinas. Al igual que el poeta catalán, Vitali se rebela ante el olvido de los dioses y los héroes, del espíritu y lo sagrado, la Historia en suma, a manos de la debilidad moral del mundo globalizado y la endeblez ideológica de unos principios "democráticos" sin sustancia épica, los mismos que establecen la tiranía de la mediocridad, la fealdad de lo grosero y la resignación de los esclavos felices ante el sistema atroz del consumo y la muerte. "Los dioses yacen mudos como esclavos / lamiendo el oro rosa y el estiércol", lamenta Cirlot al tiempo que alza su voz como un desafío ante el sepulcro de los héroes y la vacuidad de un mundo satisfecho en su propia aniquilación. Es la misma voz (eso me ha parecido), de Juan Pablo Vitali, tantos años y tanto océano por medio entre un autor y otro, retomando con osadía y una elegancia exquisita esas ideas que, en sí mismas, son una tarea descomunal y apasionante: volver donde los héroes, descubrir a los dioses, viajar y conquistar el territorio donde mana el espíritu de la tierra, lo humano y lo sobrehumano. Y decir: yo lo he intentado.

 

 

No saben ustedes lo que estoy disfrutando con esta lectura.

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