Mauritania: Van como van y pasa lo que pasa

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 Conste ante todo la tremenda desazón que me produce  saber que tres cooperantes españoles se encuentran al día de hoy en poder de Al-Qaeda, en las procelosas tierras mauritanas. Conste mi indignación ante este nuevo pase por el arco del triunfo que la organización terrorista islámica hace del derecho internacional, del derecho a secas y de la más elemental noción de decencia en su ya conocida trayectoria criminal. Conste todo ello. Y al grano.

Ten cuidado con lo que buscas, jovencita, porque tarde o temprano acabarás por encontrarlo”, solíamos decir en mis tiempos mozos cuando alguien se entusiasmaba loquito de veras, pasado de rosca, por alguna causa concreta o inconcreta. Por lo general, la dura realidad se impone a los sueños bambarriones de los espíritus cándidos. Como así ha sido en este caso, dejémonos de gaitas. ¿En qué neurona cabe la ñona ilusión de que catorce camiones grandes como la Sagrada Familia, paseándose por el África hambrienta y repartiendo medicinas, comida, ropa, materiales didácticos, etc, fuesen a ser recibidos por los naturales del país con el inofensivo candor de niños que contemplan la cabalgata de Reyes Magos? ¿Alguna lumbrera de entre quienes organizaron este desfile “non-profit” reparó, siquiera por un instante, en que los beneficiarios de su caridad aceptarían de buen grado, a qué negarlo, las dádivas del generoso Occidente, pero inmediatamente echarían el ojo voraz a ese despliegue de opulencia, su posible presa? ¿Nadie reparó en la sutil inmoralidad que supone restregar ante las narices de los habitantes más pobres del planeta esos descomunales transportes cargaditos de lo que para ellos son inalcanzables riquezas, el glamour progre/buenista de los y las cooperantes, sus ropas deportivas, su estilo de vida megaguay, sus foulards palestinos lucidos con exquisita elegancia aventurera... todo ese despliegue, esa fanfarria, ese derroche? A la hora de auxiliar a un hermano, decía y sigue diciendo la Biblia, “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”. Prudencia y discreción, caballeros. Dos virtudes ignoradas supinamente por los aparatosos solidarios catalanes.
 
Escribo ahora, conscientemente, la palabra “catalanes” porque mientras todo eran risas y fotografías, cámaras digitales, maravillosas poses con exóticas aldeas de fondo y una alegre corte de informadores siguiendo el festival benéfico, el asunto estaba organizado de pe a pa por “Barcelona Acció Solidária”, y sus protagonistas eran modélicos ciudadanos del Oasis, faltaría más. En el mismo momento en que Al-Qaeda capturó a los rehenes, se convirtieron, milagrosamente, en “cooperantes españoles”, los “quijotes del siglo XXI” según la sapientísima y un punto dicharachera Leire Pajín. Ahora, claro, el problema es de España, o sea, de “Madrit”. Ya veremos cómo gestiona “Madrit” la crisis en la que la han metido estos quijotes sin fronteras. Bien cerca tenemos el caso de los secuestrados en aguas de Somalia. ¿Tampoco tuvieron en cuenta los ingenieros de la expedición la vulnerabilidad de todo lo que lleva marca española en territorios sin código civil ni guardia urbana? Aunque me temo que las condiciones de los adeptos a Bin Laden no serán unos milloncejos de euros, sino más bien peliagudas, imposibles exigencias que afecten a la política internacional española, como la retirada de nuestras tropas de Afganistán, por ejemplo. La cosa, si alguien no lo remedia, va para largo. Y durante todo lo que dure la crisis, ya saben: “Madrit” tendrá la culpa de todo, por no arreglar el desaguisado en un abrir y cerrar de ojos.
 
Una última reflexión que ciertamente me inquieta. Todo ese carrusel de camiones, viajeros solidarios, periodistas de la oficialidad tripartita, etc, está muy bien, da de lujo en TV y queda uno estupendamente en este mundo tan injusto y lleno de egoísmo. Pero, vamos, que aún nadie ha explicado de dónde sale el dinero que costea los despampanantes trailers, la gasolina, la monumental intendencia de la caravana. No sabemos -sospecho que nunca lo sabremos -, cuánto ha costado a las arcas públicas, autonómicas y estatales, el capricho de lucir la caridad de Occidente ante los pobres negritos de norteáfrica, así como el lujo moral de exhibir ahora dolor, frustración, compasión por las familias de los secuestrados. Eso, habría que explicarlo ya, más que nada para que sepamos con certeza quiénes son los verdaderos solidarios, si esas benditas personas que hacen turismo piadoso por el África a dieta obligatoria o los mismos contribuyentes que costean la pirotecnia humanitaria.
 
Y en serio, de verdad, hablando de aventuras divinas de la muerte aunque un poco mal organizadas: ¿Creen ustedes que algún político serio, uno sólo, catalán, español o de Betanzos, no habrá pensado lo mismo que Agapito Mazaruelo, concejal de tráfico de Sigüenza? Lean lo que declaró en “Serranía Digital”, periódico de Internet con mucha audiencia en aquella zona: “En menudo embrollo nos han metido esos irresponsables chapuzas”. ¿No rumiarán lo mismo en sus interiores, por supuesto sin manifestarlo, Zapatero y Montilla, la niña Leire y el avizor José Blanco, Rajoy, Cospedal, el alcalde de Barcelona y la hermandad de la Sábana Santa? ¿Que no?
 
Anda que no.

 

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