Lo ruin no quita lo mezquino

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Nada nuevo bajo el sol. El gobierno vasco, a través de la Dirección de Derechos Humanos del Departamento de Justicia, ha aprobado el Plan de Educación para la Paz, el cual será aplicado en los centros educativos a partir del mes que viene y cuyo eje maestro se articula en torno a la desautorización de la violencia como un indeseable fenómeno instalado en los vagarosos ámbitos de lo genérico, lo puramente abstracto, una transgresión de los derechos humanos, equiparando el terrorismo de ETA con otras violencias, como la de los GAL o los "mercenarios a sueldo del Estado" que asesinaron a Santiago Brouard en 1984. Todo rutinario, previsible en la lógica sectaria, cómplice y aviesamente desleal para con las víctimas del terrorismo, la legalidad constitucional y no digamos la justicia que siempre ha caracterizado a los mandantes de Ajurianea. Lo dicho: nada nuevo bajo el sol.

Esta reciente pirueta ideológica del PNV y del gobierno vasco no tiene más valor indicativo sobre la calaña de dichos caballeros que indicarnos, una vez más más y hasta la náusea (náusea de verdad, no la de la frase hecha), qué clase de sociedad futura, de ansiada patria euskaldún independiente, pretenden para un improbable y más bien quimérico porvenir nacional en los territorios que a la fecha se encuentran autonómicamente administradas por ellos. Si los modos, métodos y tonos de hoy prefiguran la melodía del mañana, imaginen qué pudridero aspiran a gobernar omnímodamente desde el fabuloso momento en que Euskalerría consiga su independencia de España. Una nación en la que verdad o impostura, dignidad o sometimiento a la mafia de la capucha, seguridad o tiro en la nuca, libertad o tiranía abertzale, sean una simple cuestión de matiz, de interpretación, dependiendo de quién cuente el cuento de la convivencia y la paz. Si no son capaces de reconocer hoy la fatídica diferencia entre hacer política desde el bando nacionalista -es decir, tranquilamente -, o el constitucionalista, bajo el punto de mira del terror, cómo demonios serían capaces de asumir este problemilla en un estado independiente donde los españolistas serían, ni más ni menos, agentes subversivos al servicio de una potencia extranjera. 

Aunque claro, por supuesto: ellos no son verdaderos independentistas, auténticos patriotas, ni anhelan una nación vasca libre, justa, igualitaria y solidaria. Lo que quieren es un país entero a su absoluta disposición -aunque sea un país pequeño y con txapela -, para sorberlo como a un huevo. Una sociedad de obedientes vernáculos, todos muy orgullosos de sus ocho apellidos vascos, que se dejen esquilmar, extorsionar y manipular por un gobierno de gatopardos que tiende una mano hacia las urnas y con la otra palmea a sus aliados estratégicos: ETA y los fanáticos incondicionales del homicidio étnico, también conocidos por el eufemismo de izquierda abertzale. Quizás esto último les parezca una exageración, pero como dicen en mi pueblo, obras son amores. La ingente obra social que perpetúan los sucesivos gobiernos del PNV, consistente en financiar y subvencionar con el dinero de todos a las organizaciones de apoyo a los presos etarras, las gestoras proamnistía, etc, es demasiado elocuente de por sí. Sin duda: son sus aliados a largo plazo.

Esta última o penúltima pendejada del PNV, no sé porqué, también me invita a evocar los célebres versos de Cernuda, bastante de aplicación en este caso:

... en fin, es tu sino:

eres tan ruin como mezquino.

Y ellos tan anchos. Y lo que les queda y nos queda de aguantarlos.

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