Cuidado, Negra

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Los informativos trinan con la noticia de que has abandonado la guerrilla y te has entregado al gobierno de Colombia y devuelto a sus padres al niño que estaba secuestrado por las FARC desde hacía seis meses, todo por el cariño que le habías tomado al gurí después de cuidarlo durante ese tiempo; y algunos medios aventuran la teoría de que tu gesto se debe a ese instinto arcano de protección que habita en el alma materna de todas las mujeres. Yo prefiero pensar que lo has hecho por motivos menos vinculados al ineludible impulso genético y más próximos a sentimientos de decencia que, se dice, son comunes a todos los seres humanos. No está bien secuestrar a un crío, ni a nadie, y punto. Y has hecho lo debido. Olé tu corazón y olé tus cojones, Negra.

Te espera una temporadita de "papeleo", seguro, mucho interrogatorio y mucho dónde están estos y dónde aquellos y quien es cada cual en la cuadrilla selvática donde hacías de soldado y sirvienta de los hirsutos guerrilleros secuestradores de niños. Y después, leo en algún periódico, tendrás un trabajo normal para rehacer tu vida normal de persona normal. Es ahí, en ese entonces, cuando tienes que empezar a tener cuidado, Negra.

Mucho cuidado porque esa gente -lo sabes bastante mejor que yo -, no perdona la "deserción" y tiene ojos y oídos en todas partes. Esa gente no son terroristas al estilo cazurro cañí de nuestros histéricos etarras, ya te digo. Son señores de la guerra que controlan una parte importante del territorio de tu patria, capaces de esconder a sus rehenes en medio de la selva sabiéndose seguros, impunes porque al primer soldado gubernamental que aparezca en el horizontes verde de frondas y malezas, lo tumban como se tumba a un cochino. Lo cagan a tiros. Nada se mueve sin que ellos lo sepan y lo consientan. Tanto es su poder que todas las mafias de la droga -mucho es decir esto en Colombia -, les pagan tributo y portazgo sin rechistar. Les temen casi tanto como los campesinos obligados a cultivar la coca para que unos y otros, los levantiscos armados y los padrinos de la yeya, se forren y sigan con su criminal forma de vida. Puramente: son aliados en el gran negocio de administrar la miseria y la muerte ajenas. Todo lo pueden y de todo se enteran y ni siquiera todo lo pagan con dinero. El miedo casi siempre puede más que los dólares, y los cadáveres sobre el fango de la calle escarmientan de maravilla a quienes se niegan a colaborar con ellos. Así se las gastan. Pero bueno, qué voy a contarte que tú no sepas.

Con esa gente siguiéndote la huella te las vas a ver sola, Negra. Puede que la aventura te salga por derecho. También puede que... en fin, en este último caso, en el que supongo habrás pensado mucho, te quedará suficiente coraje para aceptar que un gesto como el tuyo, tan hermoso, tan colmado de dignidad y valor, es una de las pocas empresa en las que cualquier persona honrada puede arriesgar la vida sin temor a haberla desperdiciado.

Por ti y por todos nosotros, ojalá las de hoy sean las últimas noticias que tenemos sobre ti; ni para lo bueno, que bastante llevas hecho, ni evidentemente para lo malo.

Mientras tanto, mucho ojo. Mucho cuidado ahí fuera, Negra. Y toda la buena suerte del mundo, que de sobra la mereces.

 

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