Llamazares

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La pervivencia del comunismo como folklore garantiza diez años más de fiesta setembrina del PCE pero todas las nostalgias de este mundo no harán reflotar al ´Moby Dick´ del mal que fue la ideología comunista. La postmodernidad sólo construye relatos de la nostalgia y al comunismo se le está dando un baño maría de sentimentalismo, de causa perdida, de remembranza ´ossie´, de estética. De pronto parecería que todos añoráramos el muro aunque sólo fuera porque establecía un mundo directamente bipolar y por lo tanto más sencillo. Haber olvidado la absoluta gesta que significó derrotar al comunismo está entre las peores maneras que tenemos de ser agradecidos a lo que en definitiva somos. El comunismo, por su parte, fue una utopía y por eso mismo también fue una matanza. Recuérdese a efectos cautelares que era un socialismo científico. Quizá Gaspar Llamazares guarde en un armario clandestino la vieja bandera de la URSS para sacarla en las fiestas de familia y recordar esos momentos en que el comunismo se iba a comer el mundo como quien se come un canapé. Una parte de la derecha perfectamente evolucionada hacia la democracia tiene su génesis en Franco en tanto que Llamazares y los suyos son nietos de Carrillo con la misma propensión liberticida pero sin posibilidades de materializar esa propensión. Como se sabe, la autocrítica de la izquierda siempre pasará por decir que las ideas son buenas pero se aplicaron mal. Quedan muchos millones de muertos en los márgenes contables. Entre tanto, de Anguita a Llamazares, IU sobrevive de un modo perfectamente incierto y prescindible. Los sucesivos propósitos de reflotar una izquierda a la izquierda del PSOE se vienen pareciendo mucho al empeño de arrancar un coche sin ruedas ni volante, sin batería ni gasolina. Mientras su mundo se acaba, todavía espigan unos pocos votos de jóvenes que por un momento aparcan el porro para ir a la urna. Alejados ya de la uniformidad ´politburó´, los comunistas se convierten en eco-comunistas y están dispuestos a apoyar cualquier causa con tal de que sea sorprendente. Se trata de oficializar la heterodoxia. Ahora la uniformidad es cuestión de corbatas negras sobre camisas negras, gafas de diseño, manifestarse por el carril bici y reciclar ´en pareja´. Véase el tándem Saura-Mayol en Barcelona. No les faltan apoyos intelectuales para homologar el tocomocho. La determinación de Llamazares hacia la irrelevancia y el ridículo pueden llevar a pensar si no estará a sueldo de la CIA y con total celo en su misión. En realidad, del solapamiento con el PSOE al odio al PP y al entendimiento arrodillado con el nacionalismo periférico, Llamazares no hace más que acelerar su camino hacia el ocaso. Eso tendrá su fin muy pronto pero, a nosotros, ni una furtiva lágrima se nos escapará por los viejos camaradas.

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