Francia: mucho voto

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Los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas han sido los previstos por los sondeos. La verdadera noticia ha estado en la participación: en torno al 85%. Recordemos que habitualmente se da una cifra de un 20% como abstención “técnica” casi inevitable; estas elecciones han roto incluso esa regla. El dato contrasta fuertemente con la tendencia a la abstención que se ha podido ver en diversos países europeos (España incluida) en los últimos años. Referendos como los de sanción de la constitución europea o, en España, los de los estatutos de autonomía, habían ido creando la impresión de hallarnos en una democracia sin demos, un sistema de participación popular que al pueblo le importaba un rábano. En este contexto, el 85% de las elecciones francesas puede interpretarse así: la indiferencia del pueblo no lo es hacia la democracia, ni hacia el sistema ni hacia el voto, sino hacia unos problemas que la clase política plantea como esenciales, pero que los ciudadanos sienten como ajenos. Inversamente, cuando los ciudadanos sienten que tienen delante problemas cruciales, decisivos, nada frena su participación. La crisis nacional francesa es uno de esos asuntos cruciales. Los ciudadanos lo han visto bien. Ahora se trata de que los políticos, gane quien gane la segunda vuelta, encuentren soluciones. En cualquier caso, nadie podrá decir que la culpa es de la indiferencia del pueblo.

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