Carta abierta a Hashim Ibrahim Cabrera

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Estimado Hashim:

Acabo de leer tu artículo “Identidad y contemporaneidad” en Webislam. En él, realizas una serie de afirmaciones que podrían haber puesto a trabajar a las plumas más afiladas y mordaces. Sin embargo, no lo deseo así; no contigo. He gozado de tu hospitalidad, me obsequiaste con una obra ahora colgada en mi despacho, y departimos durante un tiempo moroso sobre diversos asuntos del arte, el hombre y lo divino. Al final de aquel día, saliste a despedirnos a la carretera, cuando el crepúsculo hacía su aparición sobre Almodóvar del Río. Por aquella prenda de amistad, permíteme que matice, con afecto verdadero, algunos puntos de tu escrito, en particular dos.

La defensa de las identidades aborígenes es sustancial. El respeto por las minorías lingüísticas, por los pueblos con una historia milenaria, por las sociedades, digamos, más autóctonas de los Estados actuales, es una necesidad en sí misma. Estamos completamente de acuerdo, me da la impresión, en reconocer el derecho de los mapuches en Chile a todo cuanto les constituye, el de los hawaianos en Hawai, el de los ibo en Nigeria, o el de los amazigh en el Magreb, por sólo citar cuatro ejemplos variados. Sin embargo, en tu exposición haces especial hincapié en una serie de “pueblos y culturas de la tierra: Irak, Palestina, Irán, Afghanistán, Siria”. La cuestión es que todos ellos son países, ahora, musulmanes. Y esa religión, Hashim, no es la tradicionalmente indígena de esas tierras, pues en Iraq, por ejemplo, gozaría de más raíces el cristianismo; en la Palestina histórica, el judaísmo; en Irán, el zoroastrismo; en Afganistán, el budismo; y, en Siria, también el cristianismo. Religiones que, en menor o menor grado, han sido borradas o están queriendo ser desarraigadas de tales lugares, y por personas, no lo olvidemos, con la misma filiación religiosa que tú. Reconozco y abomino de cómo el neoliberalismo está asolando zonas enteras por el solo deseo de enriquecimiento de cuatro tipos sin escrúpulos; pero no se ha de ignorar que cualquier ideología imperial y expansiva realiza tareas de aniquilamiento cultural en las poblaciones sobre las que se asienta, y a las que intenta por todos los medios convertir.

En segundo lugar, apreciado Hashim, cometes un error: intentar situar el pensamiento y la vida de determinadas personalidades, nacidas en medio islámico, en una tradición a la que eran ajenas. Al-Ándalus no es precedente del Renacimiento porque su cultura no se inscribe en el compás que marca la tradición de Europa. El Renacimiento es el volver a nacer de la fascinante herencia pagana: imitación de modelos líricos, filosóficos, pictóricos, escultóricos, políticos… Y eso no lo hubo en el islam. Pero, permíteme algo más, a Omar Khayam (fuera islámico o zoroastriano, sobre lo que no hay criterio aún definido, según parece), a Averroes, o a Ibn Arabí, no les hace ninguna falta ser considerados europeos o, como dices de Ibn Masarra, “antecedente cultural y conceptual (…) tanto del humanismo renacentista, como de la Ilustración y el Enciclopedismo europeo”, para apreciar su relieve y su grandeza. Sucede lo contrario: intentándolo, los desarraigas y los mixtificas para no se sabe muy bien qué. Y en ese intento ofreces material para la crítica.

Por lo demás, y al margen de pequeñeces, concuerdo plenamente en la necesidad de hacer despertar la espiritualidad latente en todo ser humano para afrontar estos tiempos maquinistas y fríos.

Celebro que ejerzas tu libertad religiosa en España. Contribuyamos entre todos a que siga siendo libre, sin memorias históricas, sin bucles melancólicos, sin rencor. Pues, como decía el emperador Marco Aurelio, el hombre sólo dispone de su presente.

Con un abrazo.

Josep Carles Laínez

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