Uxúe Barkos

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Contra la España tónica y cordial ha habido cantones en Cartagena, furor catalanista, carlismos melancólicos, un ir y venir de reyes y repúblicas, conservadurismos que prefirieron la llamada de la selva a los gozos apolíneos de la ley, a la conformidad de las geometrías variables de un Estado que –en realidad- nunca fue mucho peor que los demás. La Constitución del 78 no fue una nueva génesis del mundo pero ha garantizado un convivir de libertades. A España no le faltan voluntad de futuro o capacidad de seducción. Ahí, Na-Bai pone su carraspeo en el concierto a modo de ‘platajunta’ del vasquismo navarro y una izquierda entre el monte y el caviar. Actúa a modo de transversalismo posmoderno y cacofónico en el buffet frío de las ideologías. Es una formulación de la desdicha: Na-Bai busca una integración como sumisión en la fantasía troglodita de un País Vasco hasta el Ebro y así se renuncia a la condición tan adamada de una Navarra que de pronto depone sus cadenas. Barkos, Zabaleta: Na-Bai puede ser floración de una turbulenta primavera pero conviene recordar que, entre la ETA y la Guardia Civil, prefieren tomar pinchos con la ETA. Han colgado el pasamontañas pero mantienen la promiscuidad del nacionalismo con la izquierda. Se agradece que no maten pero vienen a recordar que el problema –ay- es el nacionalismo y es la izquierda.  

El plazo de una semana es casi una coincidencia y eso es lo que ha mediado entre los aplausos congresuales a Barkos y una ETA que empuña la pistola. Na-Bai basó su campaña en un nuevo lenguaje: unibertzale, poliética, consumoderación, homosensibilidad. En una palabra, posmomierda. Con un algo de vergüenza, la Uxúe Barkos que gritaba a favor de la negociación con sus primos hermanos de la ETA debería volverse al caserío, a la corresponsalía en Pamplona, a su querido noticiero de ETB. Barkos fue repescada un poco in extremis del periodismo a la política, que es como dudar entre ser toro y torero. Al menos siempre ha sido guapa, exactamente como el diablo es seductor.

 Hay que recordar que Na-Bai es un reciclaje de la ETA y –por lo tanto- seamos cuidadosos a la hora de canonizar a según quién: en estos años, Barkos ha gozado del grato limbo del Grupo Mixto, excusa para la pereza terrenal, sin otra gloria que atacar a Aznar cuando Aznar humillaba en el Congreso. Su asunción es que hay que ir contra la derecha porque la derecha es España: ahí, en cambio, habrá que ver si no lleva la razón. La ETA que vuelve al griterío de la muerte viene a subrayar que perseguir el mismo fin tal vez no sea tan inocente. Alguien caerá a balazos en estas mañanas de miga de pan, en el gesto de comprarse los periódicos, y Barkos aún pedirá negociar la vida, ceder Navarra, o al revés.

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