No se sabe qué tipo de infancia tuvo Luis del Rivero para que no le dijeran aquello de que la avaricia rompe el saco. El asunto se agrava cuando la avaricia propia rompe el saco ajeno. Es el caso de Sacyr Vallehermoso. Luis del Rivero, hijo de un coronel del aire destinado en Murcia, salió listo y responsable y ambicioso y eso implica, a la larga, salir licenciado como ingeniero de caminos. Su padre le dio un par de trajes y una palmada en la espalda.
Del Rivero lo tenía todo, pues, para ser uno de esos empresarios fecundos que, en su provecta edad, funda hospitales o recibe placas por toda una vida de servicio civil. El indio Mohan Singh Oberoi comenzó como recepcionista y murió a los ciento cinco años como gloria nacional y hotelero multinacional. Con dieciséis años, Sidney Weinberg se presentó en una oficina preguntando si necesitaban un mozo. La oficina era –pura providencia- la de Goldman Sachs en Wall Street, y de mozo pronto pasó a reorganizar la entrada y salida del correo. Con el tiempo, sería presidente del mayor banco de inversiones del mundo. La ingeniería de caminos es, desde el siglo XIX, una puerta de entrada en España para el mundo de la importancia, la política, los consejos de Administración. Del Rivero lo tenía todo: la formación, la inteligencia y la necesidad.
Del Rivero fungió como un ingeniero más en la nómina de Ferrovial, como jefe de obra. No es mal puesto pero como ese hay muchos puestos. Finalmente fue delegado en el Levante, de Cataluña a Murcia para luego fundar Sacyr con una nadería, cuarenta millones de pesetas. Ahí asciende lento, muy lento, hasta ser vicepresidente y consejero delegado. Más tarde, da un codazo a su socio y se queda como presidente. Son grandes años en un negocio donde el principal contratista es el Estado.
"Yo no necesito ningún rating. El único rating que importa es el crédito del banco". Rivero es famoso por esas machadas que parecen de masculinidad y en realidad son de ‘hybris’, de soberbia destinada a despeñarse. La historia de Sacyr es la moraleja in vivo de esta y de cualquier otra crisis: compró una empresa mucho mayor, como era Vallehermoso; intentó quedarse con BBVA y con Eiffage, levantando polvaredas; finalmente se hizo con un valiosísimo paquete accionarial en la empresa más mimada del país, Repsol YPF. El paquete accionarial se le ha hecho indigerible y del Rivero causará un agujero a sus accionistas si vende mal o un agujero a esos bancos que le prestaron el dinero cuando el dinero casi era gratis. En resumen, lo que era Sacyr –cuarta constructora del mundo, quinta compañía de autopistas del mundo, mayor promotora cotizada- era, fundamentalmente, una mentira. Le ayude o no le ayude, el Gobierno quedará mal por sus conchabeos con del Rivero y del Rivero pondrá una libra de carne de otro para pagar lo que se debe. Antaño cosas así daban vergüenza. Ahora Rivero aplica el resta y sigue.
Del Rivero, resta y sigue
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