El centro-reformista.

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Decía el filósofo español, D. José Ortega y Gasset, que una de las infinitas maneras que el hombre tenía de ser imbécil era ser de derechas o de izquierdas. Cada vez que miro España, con un amor crítico hacia ella, más me convenzo de la tésis del filósofo.

España, la más grande y antigua de las naciones históricas, se ha convertido en algo similar a las ropas de Cristo. Entre unos y otros las están despedazando y se las están repartiendo.

Edmun Burke sostenía que para que triunfase el mal solo era preciso que los buenos dejasen de actuar. No es que entre las élites políticas españolas de los tres últimos siglos hayan abundado los buenos, pero a los pocos que quedaban los están marginando y expulsando de la política.

Es todo un síntoma de lo afirmado, la carnicería que se está produciendo en el PP. La derecha de los complejos, el ministerio de la oposición, los “maricomplejines” históricos y modernos, están resucitando el cadáver del “centro reformista" y, con la misma simpatía política que siempre les caracterizó, quieren eliminar de la vida política interna a cuantos no suscriban la flacidez de sus ideas y de sus decrépitas carnes. De nuevo hay que dejar de hablar para no molestar, hay que callar para parecer razonables, hay que asumir las posiciones políticas del enemigo para aparentar ser lo que no son y covertirse en algo aceptable.

Ahora descubrimos que Fraga es el hombre del reformismo español. Hombre de talante liberal que por el camino que conduce al centro va mandando callar a diestro y a siniestro, pero él es el que no calla. El Alcalde de Madrid, en integrador discurso, nos explica el PP ganará la elecciones del 2012, restando votos al PSOE. Rajoy dice que algunos deben irse al Partido liberal, que recomienda prudencia y silencio. En fin, nuevas demostraciones de viejas ideas. El centro-reformista otra vez se instala en la calle Génova de Madrid, favorecido por la ceguera de algunos, el silencio de los más y el valor unos pocos. Solo ejemplos como los de María San Gil o José Antonio Ortega Lara o Gustavo de Arístegui me hacen mantener esperanzas ¡Que Dios nos coja confesados y San Miguel nos proteja del centro-reformista!

Y mientras algunas oligarquías populares andan en estas correrías, los socialistas se frotan las manos porque los representantes de más de diez millones de españoles van a legitimar con su “simpatía política” y “popular presencia”, el finiquito de la nación española, proceso que comenzó en 1978. No es otro régimen es el mismo que está llegando a sus últimas consecuencias.

Creo más necesario que nunca que los conscientes de ser españoles se agrupen en torno a una organización política o civil, de carácter transversal, que defienda, de forma radical, tres ideas fundamentales:

  • La idea de España concebida como proyecto histórico, con pasado y con futuro, que defienda su identidad como empresa común de todos los españoles
  • La idea de una sociedad de ciudadanos libres e iguales ante la ley.
  • La idea de un estado fuerte que garantice división de poderes y los derechos fundamentales de todos los españoles.

Tal vez, a no mucho tardar, podamos volver a soñar, porque “cuando el rio suena…agua lleva”.

 

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