No es un chiste. Fui testigo de la escena.
Paro en un semáforo en rojo. A mi lado derecho, se colocan dos personas de Hispanoamérica: una mujer y una chica exuberante. Ésta es alta, con una larguísima melena castaña, supongo que guapa, y con dos pechos puntiagudos a la altura exacta de la juventud; lleva un pantalón vaquero corto y se mueve sensual cuando gesticula. Sin embargo, mi apreciación cambia al verle la cara: no es una chica de nacimiento, sino un transexual.
Ningún problema en mi código moral. Respeto y amor.
Las dos mujeres siguen hablando. La chica, en un momento determinado, saluda a una amiga desde lejos: una conocida colombiana, dice, e intenta fijarse bien, deduzco, en la silueta, pues, riendo, suelta: ¡Anda, si está embarazada! ¡Desde luego, desde que dan 3.000 euros todas se han puesto a parir!
Cambia el semáforo y todos pasamos. Los políticos, de España.