La gran decisión: ¿A quién votar el 9-M?

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El domingo 9 de marzo se celebrarán las elecciones generales. Es el momento de la gran decisión. Serán unas elecciones especialmente reñidas no sólo por lo ajustado de los resultados, según prevén los sondeos, sino también por lo que todos nos jugamos. Este periódico, que hace bandera de su independencia, no va a pronunciarse a favor del voto a ninguna opción concreta, pero sí va a hacerlo en contra de una opción: la del zapaterismo. Desaconsejamos vivamente el voto a Zapatero o a cualquiera de sus aliados en esta legislatura: Izquierda Unida y los partidos secesionistas. Entendemos que la experiencia de estos cuatro años ha sido muy negativa para España.

Zapatero ha debilitado al Estado por su descabellada política respecto a ETA. Ha debilitado a la nación por su política de fomento de los separatismos y su pacto con ellos. Ha debilitado las libertades individuales al inmiscuirse en esferas donde la soberanía de las personas debe ser inviolable. Ha debilitado las libertades colectivas al imponer un modelo de “democracia limitada” con el aislamiento –no pocas veces violento- de una parte de la sociedad. Ha debilitado la convivencia al resucitar artificialmente los rencores de la guerra civil. Ha debilitado la cultura al dictar una ley de educación contraproducente. Y para colmo ha debilitado la economía, como acaba de verse en este tramo final de legislatura. ¿Qué razones objetivas puede haber para seguir votando a Zapatero?

Por el contrario, hay otras opciones que encajan mejor con la racionalidad que debe presidir la vida pública. Para quienes deseen regenerar la izquierda, la UPD de Rosa Díez o Ciudadanos representan una alternativa perfectamente válida sin dejar de votar izquierda. Los votantes de la derecha tienen al PP, pero hay, además, otras opciones para quienes consideren insuficiente la actitud de éste en materias como el apoyo a la familia o la defensa de la unidad nacional. Cualquier de esas posibilidades, desde la izquierda hasta la derecha del arco político –y a sabiendas de lo frágil que resulta hoy esa división derecha/izquierda-, es mejor que seguir cuatro años con este baile indecente. El zapaterismo debe terminar.

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