Casi como el momento al despertar
en el que desconoces
rotundamente
donde te encuentras
y haces por que nada interrumpa
aquel feliz extravío,
así la Poesía reduce
a cada naúfrago
que cae jubiloso
a su reclamo
sabiendo que su flor carnívora
le devorará los huesos
sin crujirlos apenas.
Para tan dolorosa fermentación,
para escuchar
en el rumor monótono
de la corriente,
el llanto del recién nacido
que se mece entre los juncos,
hay que querer abrasarse.
Que se manche de betún
la mano pulcra de la lógica.
Lejos, muy lejos
del prudente que todo lo mastica
que todo lo dispone
en ordenado mural
tan previsible
como un mantel de domingo.
Recibidores del don,
convictos en su conjura,
lanzad su mensaje
de nudos hacia adentro
y vedla florecer
en el porte aúreo
de aquel mendigo
o en la altivez del niño
que, cercado por la necia burla
de la chiquillería,
cierra filas en torno
a la aristocracia
de lo sensible.
Hartazgo
y rumor de morera.
por el insomne que ansía,
por el descalzo en su tormento.
Nada puede
enmudecerla
así como nada
puede explicarse.
Afinadores en el arte
de los desfiladeros,
aplacad vuestra sed
con el botín
de los que piensan
que sólo lo palpable existe
y aferraos
a la crin del extravío
casi como aquel momento al despertar.