Los locos lo volverán a hacer. Los fanáticos, los extremistas, los analfabetos, lo volverán a hacer. Y, mientras tanto, la Unión Europea continuará haciéndose fotitos, tan elegantes, cosmopolitas, abiertos al mundo entero si pueden pisotear nuestra patria un poco más.
Sarkozy alaba las maravillas y el “pacifismo” del islam saudí, Zapatero inaugura o clausura congresos de alianzas de civilizaciones (es decir, los musulmanes nos perculan, y nosotros sonreímos), Merkel refiere de los turcos cosas bondadosas y maravillosas (vean El destino de Nunik, si aún no la han visto, y observarán otro holocausto de europeos, menos conocido)… En cuanto a la población, compran en las tiendas de los paquistaníes, y se hacen los multiculti (“Para mí la Navidad es un día más”, oí que le decía una aborigen a un muslime cuando pasaba ante uno de esos antros). Todos se sumarán a la fiesta de lo perfecto que llega, cuando por fin mandan los buenos, y aquí cabemos todos; y si está contra nuestras señas de identidad, ¡mucho mejor!, pues el legado europeo, ya se sabe, es de sangre, y merecemos la muerte, o pagarlo con desaparición y lágrimas (esclavitud, colonialismo romano, brutal conquista de al-Ándalus, invasión de América, saqueo del Tercer Mundo…). Lástima que no nos lleguen noticias de Grecia y Chipre, países que tal vez se encuentren más movilizados a favor de su herencia, aunque por desgracia me temo que seguirán en la misma tónica de los “grandes” (¿o por qué Chipre no ha vetado para siempre la entrada del Estado turco en la Unión Europea?).
Y, repito, lo volverán a hacer. O a lo mejor ya lo han hecho. O en este mismo instante hay cuatro enloquecidos disparando y babeando de placer, con el resentimiento hacia lo que sin lugar a dudas es superior, y lo saben, de ahí su odio. Sí, de nuevo los seguidores de Mahoma destruyendo el arte europeo. Esta vez en Pakistán, en los confines de tierras que fueron nuestras, destrozando para siempre esculturas esculpidas por antepasados nuestros, monumentos erigidos por ellos, ciudades fundadas por los monarcas helenos de aquellos lejanos reinos, imágenes perfectas reducidas al polvo gracias al fervor islámico.
Y, en Europa, ¿nadie dice nada?