El conejo, la desfachatez y la incompetencia
Lo peor es la desfachatez. Se puede tolerar que un Gobierno se equivoque: eso forma parte de las contingencias de la vida y se combate con ideas, datos, argumentos, cifras, opiniones; así se construye una vida pública razonable. Lo que no se puede tolerar es que un Gobierno, ante un tropiezo evidente, ante un clamoroso error de cálculo, reaccione echando la culpa a los ciudadanos, perdiéndose en petulantes consideraciones sobre supuestos malos hábitos de los españoles, inventando excusas absurdas o, simplemente instando a los “súbditos” a soportar estoicamente la situación. Por eso no puede tolerarse la prepotencia del Gobierno a la hora de enjuiciar los fallos de su propia política económica. La política es, entre otras cosas, responsabilidad. Cuando el político renuncia a ser responsable de sus actos, entonces todo se viene abajo. Este Gobierno, que ha sido muy irresponsable en muchas cosas –basta pensar en la política de acercamiento a ETA-, tiene una llamativa tendencia a escurrir el bulto cada vez que las cosas se tuercen. Saben que tienen a su favor a una sumisa mayoría mediática dispuesta a cubrir sus vergüenzas con un púdico manto. Pero cuando las vergüenzas se acumulan de manera tan multitudinaria, entonces no hay manto capaz de tapar la realidad. El Gobierno Zapatero ha dado sobradas muestras de incompetencia en materia económica. Ahora, sobre la incompetencia, añade la desfachatez. Y eso no tiene pase.
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