La diplomacia callada consiste en que los demás te griten

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Eso de la “diplomacia callada” lo inventó Moratinos para maquillar, so capa de discreción, la inoperancia de la diplomacia española en la crisis del Chad. Pero en apenas quince días, cuatro crisis sucesivas han puesto de relieve que no hay discreción, sino simple ineptitud: la crisis por la pérdida de representación en Europa (silenciada por la mayoría mediática socialista), la crisis con Marruecos por la visita real a Ceuta y Melilla (Exteriores había asegurado a Zarzuela que no habría problemas), la mencionada crisis chadiana (Exteriores ha brillado por su ausencia) y el fiasco de la Cumbre Iberoamericana, que los amigos del Gobierno ZP han aprovechado para poner en solfa a España. ¿Diplomacia callada? La diplomacia callada, por lo visto, consiste en que los demás te gritan.

La política exterior es por antonomasia la política de las realidades. Todo país está inmerso en una serie de circunstancias objetivas más poderosas que cualquier ideología y que cualquier voluntad: circunstancias geográficas, demográficas, políticas, económicas, geopolíticas… Esas circunstancias objetivas determinan la posición de un país en el mundo y, por tanto, guían fatalmente las líneas generales de su política exterior. España es lo que es y está donde está, y no podría ni ser otra cosa ni estar en otro lugar. Por eso la política exterior española ha venido siendo básicamente la misma durante los gobiernos de Franco, de Suárez, de Felipe González y de Aznar. Por supuesto, siempre es posible modular esa política exterior en diferentes tonalidades, pero la melodía de fondo necesariamente ha de ser la misma.

La política exterior de Zapatero no ha podido cambiar la melodía, evidentemente. Nadie puede hacerlo so riesgo de meter al país en un berenjenal para el que no estamos preparados: necesitaríamos ser autosuficientes en fuentes de energía y en materia militar, y no lo somos. Por tanto, seguimos siendo miembros de la UE, de la OTAN y aliados dependientes de los Estados Unidos. Pero aunque ZP no ha podido cambiar la melodía, sí ha intentado por todos los medios atenuarla, bajarle el volumen, ocultarla, hacerla imperceptible. Y sobre ese fondo de silencio, ha tratado de hacer llegar a todas partes un discurso irreal: alianza de civilizaciones, hostilidad hacia los Estados Unidos, relaciones privilegiadas con África (aún recordamos el baile africano de la vicepresidenta), amistad con Marruecos, connivencia con Fidel Castro, con Hugo Chávez, con Evo Morales…

Ha sido la peor política posible. Ha conseguido que los aliados tradicionales marquen distancias hacia España, y no ha conseguido que los nuevos aliados –Chávez y compañía- nos echen una mano, porque, a fin de cuentas, seguimos siendo un país occidental, capitalista y rico, es decir, poco de fiar. Ahora nos encontramos en una situación lamentable: no nos respeta nadie. Éxitos de la diplomacia callada.

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