El juez Ricardo Javier González, mostrándose –como debe ser– completamente sordo ante la opinión pública a la hora de hacer su trabajo, se ha manifestado favorable a la absolución de La manada debido a que apreció un claro consentimiento por parte de la víctima.
Casi nadie ha podido ver el famoso vídeo grabado por los acusados, pero todo el mundo ha tenido conocimiento de la cadena de acontecimientos que tuvieron lugar antes de lo sucedido en aquel portal de Pamplona.
La víctima se encontró con los acusados, luego fue con ellos a un hotel buscando una habitación “para follar”, según se declaró en la Sala. Al no haber habitaciones disponibles, se acudió a otro hotel con el mismo fin. Tampoco había habitaciones libres, con lo cual todos se fueron a un portal.
Los recepcionistas de los hoteles son testigos, además de las cámaras de seguridad.
Y luego está lo que muestra el vídeo. Y el juez aprecia manifiesto consentimiento por parte de la muchacha.
Es realmente notorio que la cursicracia se haya rajado las vestiduras ante una práctica sexual que no considera “normal”. Ergo, como no es “normal”, debió de ser una violación.
Es cierto que las parafilias llamadas gang bang o bukake son eso: parafilias, y no precisamente lo que se llama sexo vainilla: el marido con su señora, el sábado por la noche, en el tálamo conyugal, en la posición del misionero, con la luz apagada, el marido con el pijama a rayas y la señora con el camisón, y todo ello abierto a la reproducción.
Pero una parafilia no es un delito si es consentida por ambas partes (o por las treinta partes).
En Estados Unidos se han puesto de moda las acusaciones de violación del “día después” por parte de mujeres que se arrepienten de haberse ido a la cama borrachas con uno que conocieron en la discoteca.
También se ha puesto de moda lo de la “violación matrimonial”, es decir, cuando el buen esposo que quiere practicar relaciones vainilla con su señora insiste cuando ésta tiene jaqueca.
La cursícrata internacional Jessica Chastain, que parece una musa prerrafaelita, ha dicho en Twitter: “No es abuso, es violación”.
Y alguien ha proclamado en la televisión española: “Si una mujer dice que es violación, es violación”.
Profetizaba Esther Vilar en el año 1971, en su ensayo El varón domado: “El mundo se irá hundiendo progresivamente en esa cursilería, en esa barbarie, en ese cretinismo de la feminidad.”
Del interrogatorio del juez Ricardo Javier González a la presunta víctima
J: Ante esa situación [de shock en que se encontraba], desde el punto de vista de los acusados, ¿qué manifestación hizo usted, de cara a ellos, para que supiesen que usted estaba en situación de shock y que estaban teniendo esa situación de relaciones sexuales sin consentimiento por su parte? ¿Cómo pudieron ellos...? ¿Hizo usted algo, manifestó algo, verbalizó algo?
V: No, no. Yo cerré los ojos... No hablaba, no estaba haciendo nada, estaba sometida y con los ojos cerrados. Sí, eso... Estaba con los ojos cerrados y sin hacer nada, ni decir nada, ni nada. Entonces, si...
J: Desde el punto de vista de los procesados, ¿hizo usted en algún momento, algún gesto, alguna manifestación, alguna actuación suya?
V: No hablé. No, no, no grité, no hice nada. Entonces, que yo cerrara los ojos y no hiciera nada, lo pueden interpretar como que estoy sometida o como que no.
V: Es que no me acuerdo si en ese momento... Lo único que estaba con los ojos cerrados y pensando en que se acabara.
Imagen de una reciente manifestación de la guerra de sexos lanzada por las feministas (con la colaboración de algunos escasos feministos
que aparecen en la imagen).