Este domingo se jugará la final del mundial. Argentina y Francia se enfrentarán a las 12:00 h de Argentina. Lo que se vive en Argentina en este momento es único. Se inscribe en los momentos en los que la historia hizo vibrar las entrañas del ser nacional. En las calles abundan las banderas y camisetas argentinas. Todo es celeste y blanco La gente está de buen ánimo, expectante: reina la simpatía. Más allá de las incontables diferencias, nos reconocemos en una identidad común. Los fines están claros. Sabemos todos hacia dónde vamos, eso ayuda a que la energía no se disperse. La energía simpática de un pueblo se manifiesta de múltiples formas. En todos los pueblos y ciudades del país, después de cada partido, la gente sale a la calle, canta, baila, se saluda, sonríe. Los autos tocan bocina y pegan gritos de arenga a la pasada.
El cancionero popular tiene varias canciones con diferentes temáticas, contribuyendo a la mística copera desde diversos aspectos. Una canción que nunca falta es aquella que dice “El que no salta es un inglés”. Esta frase se repite por tiempo indeterminado, según sea la necesidad de cada momento. En esa repetición, vinculada al hecho de estar saltando, la energía grupal se fagocita y crece. El volumen tiende a subir. En esta canción se constituye la idea de soberanía, identificando al enemigo histórico de nuestra Nación. También podemos encontrar en más de una canción la referencia a la guerra de Malvinas y el homenaje a los ex combatientes, mostrando la conciencia política del hecho cultural.
Equipo y cuerpo técnico hacen docencia. Enseñan en cada partido. Sobre disciplina, sobre estética, sobre cordialidad, sobre temperamento, etcétera. También está la potencia narrativa. Tenemos un héroe. Un héroe simple, que habla lo justo y necesario y despliega su don dominando el arte que le fue otorgado. Messi es hombre creyente que agradece a Dios luego de cada gol. Es un hombre con una fortaleza metafísica notable. Es un modelo necesario.
El fútbol, que, paradójicamente, es un deporte creado por nuestro enemigo, se manifiesta hoy como el acontecimiento que puede encauzar el espíritu nacional. Este deporte moderno fue inculturado por nuestra ecúmene, que pudo dar otra versión, una versión propia, con mística criolla. En ningún otro momento se puede ver y experimentar semejante efervescencia.
Trabajo de la metapolítica será el de poder identificar cuáles son los eventos y expresiones en los que el pueblo vibra unitariamente. Allí están los indicios para poder constituir un nacionalismo cultural que pueda plasmarse en un programa político sin el cual será siempre incompleto un proyecto de Nación, y para el cual, es condición previa, que aparezcan los dirigentes que tengan la vocación existencial y política de intentarlo.
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