Las prisas, para los delincuentes y los malos toreros

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A propósito del gusto, manía, (des)propósito o provocación del, hasta ahora, presidente en funciones, Pedro Sánchez, de disponer a su antojo del Halcón Milenario como si de un Dacia Sandero se tratase.

Desde que don Pedro llegara a la Moncloa, moción de censura mediante, han sido numerosas las ocasiones en que ha dispuesto del Falcon para todo lo que se le preciase. Desde acudir a un concierto en Benicassim al módico precio de algo menos de trescientos euros, pasando por desplazamientos relacionados con sus vacaciones familiares, hasta el más reciente viaje desde Granada tras inaugurar la línea de alta velocidad que une Madrid con Granada. ¡De alta velocidad, señores!

Como si tuviera prisas. Como si este señor tuviera tantos y tan importantes asuntos que atender. Como si le fuera la vida en ello. Como si dependiera de su presteza y rapidez el presente y futuro de nuestro Estado. ¡Ja! A éste, todo ello le importa lo mismo que le importaba a Curro Romero salir escoltado de las grandes plazas tras no encontrarse con su tan ansiado duende. Porque, decía el maestro de Camas, eso era el arte. Abandonar una plaza de toros bajo una lluvia de almohadillas y escoltado por la autoridad, pero llenarla al día siguiente. Y hasta la bandera. Y convertir el óvalo de oro y plata en un manicomio. ¡Casi ! Pero, señores, uno fue, es, y será siempre torero; otro, un maniquí sin pena ni gloria. Quizás lo que ambos compartan es la facilidad, cada uno a su manera, de volver locos a propios y extraños. Uno, con el misterio de nunca saber lo que haría cada tarde; otro, con las cada vez mayores locuras que, día a día, van pasando por su cabeza. Pues P.S. se considera autoridad máxima, aun sin haber sido coronado; va en contra de todo y todos y, aunque sus socios proetatarras e independentistas le echen un capote, seguirá siendo lo que es, un personaje más preocupado por andar deprisa y corriendo de acá para acullá que por el bien de su pueblo.

Las prisas, como decía Paco Rabal en Juncal, para los delincuentes y los malos toreros. Y no le veo a usted valor suficiente como para calificarlo como lo segundo. Tome nota, señor presidente, tome nota.

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