Esta saludable y antiquísima práctica desde muy remotos tiempos, ha ido cayendo en desuso, mientras se ha abierto paso la ingenua creencia en una presumible neutralidad, y aún inocencia, del mensajero. ¡Nada más falso! Marshall McLuhan concluyó que “el medio es el mensaje”, sin que la veracidad o cercanía a la realidad del mismo, le importe lo más mínimo al emisor. Y en ese punto no podía tener más razón (en otros demostró padecer un delirio trepidante). Las malas noticias siempre nos llegan demasiado pronto y la ignorancia no se alivia con las prisas. Pues no, se estila que los “corre-ve-y-diles” se aturrullen en urgencias y presuman de “primicias” o, todavía más obsceno, de “exclusivas”. Ahora, encima, esos mensajeros se han “profesionalizado” y desempeñan su cometido a dedicación total. La vocación de unos presuntos libertos que permanecen en perpetua esclavitud y que no por presumidos son menos miserables. Evidentemente siempre al servicio remunerado de quien algún beneficio encontrará en sufragar a esas “celestinas” y chismosas que se auto-tildan de informadores. Además con soniquete de “marisabidillas” insoportables y pretensión didáctica cuando no directamente inculpatoria. Por no hablar de cómo acechan cualquier desgracia para practicar sus habilidades carroñeras. Verdaderos especialistas tóxicos en producir desasosiego y propalar nefastos consejitos. Y no es que haya desaparecido, sino que la información, como práctica social y función formativa de los individuos, no ha existido nunca. Es sólo un burdo disfraz de la propaganda: el más maléfico y eficaz instrumento para manipular, desorientar e instrumentalizar las conciencias. Es decir, conducir al rebaño a cualquier majada o cercado, o empujarlo al despeñadero, según se considere conveniente (la Publicidad, cuyo único fin es vender, engañosa, falsa y deleznable, es de un altruismo sorprendente si se la compara con la Propaganda, no por virtud suya sino porque depende de resultados comerciales y no sólo del humo de las ficciones políticas).
No recuerdo quien, dijo que la primera víctima de la Guerra es la Verdad. Y no acertó, porque en lo que podría llamarse Paz, la Verdad brilla por su ausencia. En uno de sus versos más tontos, Antonio Machado, caminante del camino perdido, dice:<<¿tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla.>> De ahí ya no pudo regresar. Nos han quedado los mensajeros. Esos agentes de agitación y propaganda, agit-pro, comisarios de los Paleo-Totalitarismos, adiestrados por Lenin, Trotski y Stalin, por Hitler y Goebbels, por Mao y la Banda de los Cuatro, por Pot Pol, etc. etc. Y sus dignos sucesores actuales a partir de Truman, Churchill y DeGaulle: Rockefeller, Rostchild, Kissinger, Soros, y sus muchos secuaces del Totalitarismo Globalista, etc. etc. Sin olvidarnos del Totalitarismo Teocrático de salafistas, yihadistas, jomeinistas, etc. etc. y de los vacíos y desahogados portavoces del ridículamente llamado “modo de ser europeo” al estilo Fernandel o del triste Bergman. La PROPAGANDA, eficaz suministradora de cuanto miedo sea preciso, atraviesa uno de sus mejores momentos: nunca hubo tanto analfabeto funcional, ni tanto memo exaltado, ni tanto mentecato indignado, ni tanta drogadicción nihilista, ni tanto suicidio, ni tanta desorientación vital. Una Humanidad toda aquejada por la peor enfermedad: la estupidez. Indefensa.
Sinceramente no creo que esto vaya a tener solución alguna y, alérgico como soy a todo tipo de prohibiciones (así estoy de asmático desde que campan por sus respetos tanto progre inquisitorial y tanto cacique reciclado a “demócrata”), me parece remoto y fantasioso que “por las buenas” vayamos a llegar a resolverlo. Perdida la esperanza de ver liquidada la Cadena de Prensa y Medios de Comunicación del Movimiento Nacional (el agit-pro de Guerra Fría) y, muy al contrario, verla sustituida y reforzada por el Ente Público de Servicio Televisivo Nacional, Autonómico, Local y Pan-Europeo a la orden del Régimen del 78 o del que sea mandamás (el agit-pro de los enemigos del hombre) , que únicamente cuesta al común un poco más (dicen los muy desvergonzados) que el chocolate del loro (cuando es lo equivalente a alimentar una jauría insaciable de Tiranosaurios Rex), supongo por evidencia que las tragaderas del pueblo español son infinitas. O eso parece. ¡Viva la Propaganda superiora que nos da la Educación, su hija putativa predilecta! ¡Si estamos bien educados en “propag-didáctica” somos mucho más libres para obedecer la Propaganda! Un caso perdido.
Sin embargo, dejadme al menos reivindicar y compartir con vosotros el irrenunciable derecho y el imperativo moral, de matar al mensajero, aunque sólo sea en la intimidad de mi conciencia.
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