“¡Hala, pecado! ¡Ha dicho mariconez!”, exclamaron, haciendo pucheritos, los aguerridos representantes de la generación más tonta de la historia de España.
Anais Nin enseñaba a todos que ser mujer no es una merma, sino todo lo contrario. Sin necesidad de querer convertir a todos los hombres en criminales de guerra, como muchas hacen ahora .
Me asalta la interrogante democrática cada vez que observo cómo determinadas cofradías del más diverso pelaje se autoarrogan la representación de según qué colectivos.