ALBERT BOADELLA
Desde hace bastante tiempo, por una u otra razón, me veo entremetido en estos berenjenales de la política, y cada vez que me encuentro en esta situación mi mente se formula la misma pregunta, una pregunta casi metafísica: “¿qué hace un chico como yo en un lugar como éste?”. Lo digo así porque, aun siendo la razón esencial de mi oficio la comunicación con el público, este oficio tiene como fundamento plantear un mundo donde la ficción parezca realidad, o sea, todo lo contrario del objetivo que anima esta iniciativa. Aquí se busca el máximo acercamiento a la vida real. A los auténticos problemas de cada ciudadano, intentando que las querencias tribales o el resentimiento mezquino o las fantasías históricas de unas supuestas etnias no mareen la perdiz sobre esta realidad ineludible e imprescindible para practicar una política justa. En definitiva, se busca que ningún interés particular ni chantajista se arrogue la representación del núcleo esencial de la democracia como es la voluntad ciudadana.
En este sentido, la razón por la que me meto en estos berenjenales, a pesar de no ser éste mi escenario natural, tiene todavía un resquicio teatral, tiene que ver con aquella famosa frase que aparece en el primer acto de Hamlet donde se dice: “Algo huele a podrido en el Estado de Dinamarca”.
Yo no sé a qué huele actualmente Dinamarca o si huele a algo más que a cerveza Karlsberg, pero estoy convencido de que ésta es una frase que, hoy precisamente, se puede trasladar de forma literal a España, y lo afirmo así categóricamente, porque creo que estamos asistiendo a una inquietante putrefacción en las estructuras políticas españolas y por consecuencia en los medios de comunicación o viceversa, lo primero consecuencia de lo segundo.
Tampoco hay que ponerse las manos a la cabeza, porque, como ustedes saben, todas las cosas que dependen de los seres vivos tienden a la putrefacción, y entre ellas la política siempre se ha caracterizado por ser un pudridero donde lo que cuenta más positivamente es la resistencia que uno es capaz de ofrecer a la irreversible descomposición.
Sin embargo, aun aceptando este principio biológico-moral, pienso que actualmente en nuestro país se han alcanzado unas cotas de fermentación tan irrespirables que pueden dañar seriamente la ecología social, o lo que es lo mismo, el buen ambiente entre los ciudadanos de esta nación, y cuando digo nación, me refiero a la nación española, y punto. Y cuando digo ciudadanos no pienso en gallegos, catalanes, vascos, valencianos, etc. Sino en ciudadanos españoles y punto. Por todo ello, considero que la participación de gentes no vinculadas directamente a la política profesional puede aportar una ráfaga de aire natural en un clima político altamente contaminado. Ésta es la razón de mi presencia y la de mucha otra gente, y también de mi fraternidad con los compañeros de la nueva aventura llamada PRO.
Pero hay otra razón de índole más personal. Necesito creer en que es posible organizar una formación política que jubile de una vez por todas esta coartada caduca y sectaria que, bajo el rótulo de izquierda o de derecha, se ha convertido hoy en la justificación de todas las imposturas morales y que pretende además situarnos obligadamente en un lado y contra el otro.
¿No hay manera de organizar algo distinto? ¿Tenemos que seguir consumiendo tópicos?
¡Coño! Vivimos en el 2007, hace un siglo y medio de la industrialización. Estoy saturado de política arqueológica.
Es que bajo estos conceptos decimonónicos yo no sé ni lo que soy.
Basándome en los preconcebidos degradados he anotado para ustedes una pequeña lista de mis dudas más domésticas:
Me encantan los pasodobles. ¿Esto es música de derechas o izquierdas?
Llevo treinta y dos años siendo fiel a una sola mujer. ¿Moral de la derecha, de la izquierda o del centro derecha?
No me gusta ni Tàpies, ni Miró, ni Ferran Adrià. ¿Criterio artístico ultra derechista o de centro?
Adoro el champagne y detesto el cava. ¿Gustos de la derecha o de centro izquierda?
Estoy encantado de que existan cuantos más ricos mejor. Así tengo mayores posibilidades de alcanzar un día un status semejante. ¿Complejo de centro derecha o de centro izquierda?
Desde que fui monaguillo, cada noche antes de acostarme rezo un padrenuestro en latín. ¿Tendencia sospechosa a la derecha o a la ultra derecha?
Pienso que los toros son el único arte completo que existe hoy en el mundo occidental. ¿Espectáculo de derechas o de izquierdas?
Creo que los débiles, por el hecho de serlo, no siempre tienen la razón. ¿Convicción de derechas o de derechas?
La existencia de fuerzas intangibles o divinas me parece un buen tema para polemizar, pero no es un tema de Estado. ¿Pensar así es de centro izquierda o de izquierdas?
Naturalmente que estoy por la igualdad de oportunidades, pero ante todo creo en el mérito y en la selección: el que no vale, a la cola o a la puta calle. ¿Derecha, izquierda, centro?
Estoy convencido que detrás del medio ambiente, el calentamiento global y las ONG, se ha instalado la banda de aprovechados más numerosa de los tiempos modernos. ¿Dudas de centro izquierda o derecha?
Por último, no siento ningún complejo en decir ¡Viva España! ¿Qué soy? ¿Un derechista o un fascista?
En fin, ustedes juzgaran; en todo caso lo que queda claro es que soy poco ortodoxo. Espero que el nuevo partido aparque tal corrupción en los términos. Tampoco hay que esperarlo todo, este partido no va a ser perfecto. Sólo faltaría eso. ¿Saben cuál sería mi partido perfecto? Pues sería un partido donde yo fuera el presidente, el secretario general, y el único militante y aun disidente.
No obstante, creo que este nuevo partido tiene un espacio para todos aquellos que no estamos por dogmatismos en la política, lo que en definitiva significa que estamos por la libertad. Lo que también quiere decir que estamos por el respeto a las reglas de juego, por la Constitución y por la igualdad entre todos los españoles, sean de donde sean.
Por lo tanto, a todo aquel que se sienta en esta situación y quiera además contribuir a la reconstrucción del “buen rollo” nacional, creo que ha nacido su partido.