El libro "Los nombres robados" y su autor, Ernesto Ladrón de Guevara

De San Román de San Millán a Durruma o cómo el nacionalismo vasco destruye la historia

A propósito de «Los nombres robados: Manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos vascos» (Letras Inquietas, 2019).

Compartir en:


Siempre digo que lo importante es ser buena persona y cultivarse intelectualmente, aunque solamente sea para no dejarse engañar por los ingenieros de la modificación cognitiva.

El caso es que nací en San Román de San Millán, también por accidente. Podría haber nacido en Cáceres o Murcia pues mi padre era Guardia Civil, de lo que me siento orgulloso, porque además de su profesión era una persona de unos valores que desgraciadamente han sido abandonados a marchas forzadas.

Pero voy al grano. Un día fui a ver el teléfono de mis tíos, en la casa de mis abuelos maternos. Y recorrí las páginas blancas de la A a la Z sin encontrar ni una sola huella del topónimo de mi pueblo. A la segunda vuelta de recorrido visual por cada pueblo de Álava me encontré con el término Durruma y en letras pequeñas San Román de San Millán. Se ve que quien hizo la guía se percató de que, quizás, si solamente se indicaba el topónimo en supuesta versión euskérica, nadie lo encontraría como, por cierto, fue mi caso; pese a que, a mis sesenta diciembres, año más o año menos, jamás había oído ni por asomo dicha denominación del pueblo donde mi madre me había alumbrado. Sorprendido, llamé casi de inmediato a mis tíos para preguntarles sobre el nuevo bautizo de mi pueblo querido. No tenían ni remota idea.

Más tarde, cierto día, pregunté a un amigo entendido en estas cosas y me dijo que Durruma era el nombre de un mortuorio cercano a mi pueblo. Para el que no esté familiarizado con este tipo de cosas etnográficas un mortuorio debe de ser algo así como un pequeño enclave abandonado hace siglos, o, al menos, décadas. El caso es que mi pueblo, que tiene, como todos los pueblos, un nacimiento y un origen no tenía la denominación por casualidad. Y no voy ahora a hacer su historia, que no es el caso.

Esta manía de modificar el nombre de los lugares no es inocente. En unos casos se hace laminando el origen histórico del sitio para dar la impresión de que Castilla, o en el mejor de los casos Navarra, no tuvieron su mano puesta en la germinación de esa localidad, bien por fundación real o por concesiones y privilegios, que por algo se daban. No en vano Sánchez Albornoz, el medievalista más importante que ha tenido España, que fue presidente del Gobierno republicano en el exilio, calificó a Vasconia como la abuela de Castilla, y, por tanto, de España.

En otros casos se trata de dar la impresión de que esos nombres son de origen vascongado y que no tienen ningún elemento de conexión con el resto de España, para lo cual se cambia o se acompaña la denominación original con grafía típicamente “batua”, es decir poniendo -k cada vez que aparece una -c o una -t o -tz aunque el topónimo en cuestión haya sido creado desde el latín de más pura raigambre.

¿Por qué se hacen todas estas barrabasadas sobre los nombres de los pueblos? Pues igual que se cambian los apellidos con grafía de “euskera batua”. Para dar así un toque de exotismo vascuence y hacer ver que todo lo de esta tierra contaminada por Sabino Arana es diferente y por ello merece lograr una independencia que supuesta y míticamente se atribuye a rincones de la historia inexplorados, pero sin duda existentes en mentes abducidas por la huella de Túbal.

La modificación cognitiva se va logrando a pequeños pero persistentes pasos, y así se consigue que la estupidez colectiva se convierta en una realidad sociológicamente probada.

Recuerdo a un personaje que me quería demostrar que yo era alienígena en mi tierra y que quería borrar del mapa todo recuerdo o huella vasca. El tipo se puso el apellido Xamardo, para disfrazar su origen gallego, cuando su apellido original era Jamardo. Y aseguro que este tipo de casos son frecuentes. Así, otro que yo conozco que se cambió el apellido Madinaveitia y fue al registro civil para poner -b en lugar de -v porque si no se le iba a reconocer el pedigrí adecuado, no fuera que se le confundiera con cualquier emigrante de los años sesenta que aterrizaron desde cualquier parte de España por las provincias vascongadas.

Así es la cosa. Con lo fácil que es reconocer las cosas como son y dejarlas en paz.

© ElInactual.com

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar