En las elecciones celebradas este 20 de noviembre, además de confirmarse la prevista victoria del PP y la consiguiente derrota del PSOE, se ha producido algo con lo que nadie contaba: “en esta hora grave para el país”, como diría cualquiera de los líderes en liza, “el pueblo soberano”, lejos de volcarse a las urnas con "denodado empeño democrático" (sigue el discurso al uso), ha aumentado su abstención en un 2% respecto a las últimas elecciones.
Si a la abstención del 28% se suman los votos nulos y en blanco (aún no comunicados en el momento de escribir estas líneas), más los depositados a favor de formaciones tan minoritarias como folklóricas, resulta que el conjunto de los desafectos al régimen constituyen la segunda fuerza electoral de la nación, por delante del mismísimo PSOE.
Ahora bien, detrás de tal abstención no alienta, por supuesto, ningún proyecto político. No hay que ver en ello la expresión de ninguna alternativa: sólo la de un malestar tan evidente como oscuro. Dar cauce y expresión a semejante malestar, ofrecer nuevas perspectivas a quienes consideran que, unos más, otros menos, “todos están podridos”: he ahí, sin lugar a dudas, la tarea más urgente, más necesaria, que se pueda acometer hoy y aquí entre nosotros.
Pero no ciertamente por intermedio de un sistema parlamentario tan inicuo que, por ejemplo, al favorecer a las formaciones separatistas que sólo se presentan en su región, la ETA ha podido obtener, con sólo 333.592 votos, 7 diputados. En cambio, los 1.137.720 votantes de Unión, Progreso y Democracia de Rosa Díez sólo le han podido dar 5 escaños a este partido establecido a escala nacional. O, por decirlo de otra manera: a los etarras (y lo mismo cabe decir de los demás partidos separatistas tanto del País Vasco como de Cataluña) les bastan 47.656 votos para obtener un diputado, mientras que UPyD requiere, para lo mismo, 227.544 votos. Es decir, casi cinco veces más…
Bastan tales ejemplos para comprender que, dentro de este Sistema, no sólo no existe ninguna fuerza alternativa: todo está montado para que nada parecido pueda surgir. O si por milagro surge, nunca llegue a representar la menor amenaza.
