Millones de españoles se están apretando el cinturón… o han tenido que venderlo al haberse quedado sin trabajo ni subsidio. Sin embargo la casta política sigue derrochando y viviendo a lo grande , con sus Falcon y sus ‘Bribón’. El presupuesto para el Rey, el jefe del Estado, asciende este año a 8,896 millones de euros. Pero, ¿es esa cantidad la única que cobran los Reyes, el Príncipe y su mujer, y las Infantas? Federico Quevedo y Daniel Forcada describen el tren de vida de la familia real y de miles de políticos en El negocio del Poder (Áltera). Reproducimos algunos párrafos de su libro. Una lectura ideal en vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo
Se metió en el bolsillo a los españoles la noche del 23-F y, desde entonces, Don Juan Carlos I de Borbón mantiene una discreta vida privada alejada del debate mediático y de los paparazzi. Se había convertido casi en una figura intocable para los medios de comunicación. Pero las cosas parecen estar cambiando lentamente. Los que siempre han hecho la vista gorda ante los rumores de lujo y derroche que le asedian desde hace unos años recogen cada vez con más frecuencia pequeños hechos aislados que hablan de un estilo de vida cada vez más elitista. Cacerías en el extranjero rodeado de amistades peligrosas, suntuosos coches cedidos por las marcas más prestigiosas, veraneos en Mallorca a bordo del gran yate ‘Fortuna’ o una elevada asignación anual que no se congela ni en tiempos de crisis. Su figura ha dejado de ser incuestionable.
Alfonso XIII cobraba en 1922 siete millones de pesetas. Una auténtica fortuna. Así lo recogían las crónicas periodísticas de la época, que daban cuenta de los sueldos y nóminas de todos los inquilinos del Palacio de Oriente. El príncipe heredero recibía 500.000 pesetas, la Reina, 450.000, y los infantes, 150.000.
Un siglo después, en plena era de las comunicaciones y de la información en tiempo real, tal privilegio informativo ha pasado a mejor vida. Una espesa capa de secretismo cubre todo lo que tiene que ver con las cuentas de Su Majestad el Rey. Conocer el coste exacto de la monarquía es una misión casi imposible. No existen datos pormenorizados de sus gastos, solo el coste de algunas partidas presupuestarias que no cubren todos los dispendios de la más alta institución del Estado.
Es curioso, por tanto, que con el paso de un siglo a otro, la Casa Real (lo correcto es Casa del Rey) haya legitimado su papel democrático y perdido, sin embargo, transparencia en sus cuentas, que siguen siendo, según la Constitución, un secreto de Estado, uno de los grandes vacíos de nuestro sistema político.
UNA MONARQUÍA OSCURA FRENTE A LA BRITÁNICA
Es imposible conocer, por ejemplo, cuánto se gasta la Casa Real en su factura de teléfono, cuánto cobran los funcionarios que trabajan a su cargo o cuál es el coste de mantenimiento del palacio de La Zarzuela. Ni siquiera algo tan simple como cuál es la retribución del Príncipe por su papel como heredero tiene respuesta. Datos que Don Juan Carlos no está obligado a facilitar, como tampoco lo está su prima Isabel II de Inglaterra que, sin embargo, airea desde al año 2001 todas sus facturas con una sorprendente minuciosidad. En el 2007, por ejemplo, su graciosa Majestad empleó 700.000 libras en sus conocidas fiestas en el jardín de Buckingham. Otros 12´2 millones sirvieron para costear las residencias oficiales y los salarios de su personal, 5´6 millones se destinaron a sus viajes y 500.000 libras para sus compromisos oficiales.