[RUSIA] Navalny, falso mártir de la libertad

En contacto con Soros, Navalny comenzó a crear las bases de su carrera política como bloguero y líder anticorrupción, para exportar a Rusia una revolución de colores.

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Qué bien, qué bien, de modo que en Rusia hay una “democracia totalitaria” o una “democratura”; de modo que Putin tiene los andares de pistolero aprendidos cuando era agente del KGB; de modo que en Rusia hay un régimen de “seguridad” en el que los aparatos del Estado sojuzgan la libertad de los ciudadanos. Vale, muy bien, muy requetebién. Pero que no se os ocurra ni por un instante hacer de Alexei Navalny un mártir de la libertad, un Rey Arturo campeón de la democracia. Porque todo es aceptable, menos que, en aras de la instrumentalización de nuestro sistema mediático, recurráis y os amparéis del más equívoco de los personajes

Alexei Navalny es la última de las excelente víctimas de las que se han alimentado los buenos paladares de las democracias occidentales. Tras el anuncio de su muerte en una prisión siberiana, los Gobiernos occidentales no perdieron el tiempo y atribuyeron al unísono la responsabilidad de la muerte del disidente ruso al líder del Kremlin, hasta el punto de que la portavoz de éste, Maria Zaharova, declaró en el canal de Telegram: "Occidente ya tiene al culpable".

Las razones de la muerte del opositor ruso de 47 años están aún por esclarecer, pero su esposa Yulia la ha atribuido a Vladimir Putin, que le habría envenenado con Novichok. A nadie le interesa esperar los resultados de la autopsia: el coro de los medios liberales ya ha encontrado al culpable en el líder ruso.

¿Quién era Alexei Navalny? 

Basta echar un vistazo al currículo de Navalny para darse cuenta del carácter del personaje que el Wall Street Journal presenta sin vacilar como "el principal opositor de Putin". Tras licenciarse en Derecho en una universidad vinculada a la Fundación Soros —la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos—, se especializó en mercados financieros gracias a una beca en Yale. Fue un paso crucial, ya que, tras un pasado xenófobo en el partido Yobloko (rápidamente pasado por alto por la prensa sensacionalista), Navalny entró en contacto con la red del financiero George Soros y comenzó a crear las bases de su carrera política como bloguero y líder anticorrupción, para exportar a Rusia una revolución de colores. En los años 2011-2012 lideró protestas por supuestos fraudes, disturbios por los que fue detenido varias veces.

A pesar de su pasado como nacionalista xenófobo, en el que incitaba a "limpiar" Rusia de inmigrantes caucásicos, Navalny se reinventó como líder anticorrupción contra el círculo de poder de Putin y, aparte de varias condenas por fraude fiscal, las verdaderas razones de sus detenciones están relacionadas con sus tratos con agentes extranjeros para exportar a Rusia una revolución de colores (la Revolución de las Nieves); en Internet se puede encontrar fácilmente un vídeo que muestra imágenes de uno de sus colaboradores conversando con un agente británico del M16, en el que el primero exigía entre 10 y 20 millones de euros al año para organizar una revolución de colores en Rusia. Es decir, operaciones destinadas a atacar la seguridad interna de la Federación Rusa según el modelo de EuroMaidan aplicado en Ucrania. Sin embargo, los anticuerpos de la sociedad rusa no le permitieron al bloguero ruso socavar sus cimientos y Navalny se convirtió en una figura política de peso irrelevante y que se ha convertido en una imagen mediática agitada por los enemigos de Rusia para condenar su régimen.

En agosto de 2020, fue hospitalizado en estado grave tras ser envenenado con un agente nervioso durante un vuelo de Tomsk a Moscú. Después fue trasladado a Berlín para recibir la atención médica adecuada, regresó a Rusia en enero e inmediatamente fue detenido en Moscú, acusado de vulnerar los términos de una condena de prisión que había sido suspendida.

No era la primera vez que alguien atentaba contra la vida del opositor: en 2017, un atacante le había arrojado líquido antiséptico a la cara, dañándole la vista. En 2019, había sido hospitalizado tras un presunto envenenamiento durante su estancia en prisión.

El 16 de febrero de 2024, Alexei Navalny falleció mientras estaba en prisión, y las autoridades rusas hablaron de causas naturales de su muerte.

Muerte de Navalny. Cui prodest? ¿A quién beneficia?

A un mes de las elecciones rusas, en las que las predicciones ya señalan a Vladimir Putin como vencedor con más del 80% de los votos (según el Centro de Investigación Levada), el momento y, sobre todo, el "Cui prodest?" de la eliminación de un personaje que varios observadores, entre ellos el escritor ruso nacionalizado italiano Nicolai Lilin, consideran más útil muerto que vivo, parece realmente insólito. Si los comentaristas occidentales no estuvieran obnubilados por su rusofobia, se darían cuenta de que el régimen de Putin no tiene ningún interés en eliminar a sus oponentes en un momento tan contraproducente. Tras la entrevista del líder ruso con Tacker Carlson, con más de 11 millones de visualizaciones, Vladimir Putin había dejado claro a los telespectadores occidentales las razones del ataque ruso en Ucrania y la responsabilidad de la CIA tanto en el Golpe del Maidan como en el sabotaje del Nord Stream, por no hablar del intento de alcanzar un acuerdo de paz con Kiev en marzo de 2022, saboteado por la Gran Bretaña de Boris Johnson. Por tanto, es muy probable que, para los angloamericanos, el bloguero anti-Kremlin fuera más útil muerto que vivo, pues ya se había convertido en un instrumento políticamente inservible. Dado el momento, cuando menos sospechoso de su muerte, ciertas especulaciones resultan arriesgadas, sobre todo si esas tan excelentes muertes se producen siempre cerca de elecciones o de algún otro acontecimiento.

El doble rasero de Occidente

Incluso si se averiguaran las verdaderas razones de la muerte (el diario no progubernamental Novaya Ga-zeta habla de paro cardíaco), para los medios y los periodistas occidentales Navalny fue definitivamente asesinado por Putin. Y ello pese a no existir pruebas, pues han hecho creer al ciudadano medio que en la ominosa dictadura rusa a los oponentes políticos y a los periodistas se les envenena o se les arroja a alguna prisión siberiana. Ni que decir tiene que un espeso silencio envuelve, por su parte, a las víctimas de los regímenes democráticos: desde Gonzalo Lira, el periodista estadounidense que murió en las cárceles ucranianas, hasta Julian Assange, que en estos momentos se arriesga a ser extraditado a Estados Unidos, donde se enfrentaría a una muerte segura, culpablemente ignorado por los medios del Sistema. Se trata de un estado de desinformación y de doble rasero que ya no conoce límites de indecencia. Así que ahórrennos la habitual cantinela sobre “los-mártires-que-luchan-por-la-democracia”, especialmente cuando individuos como Navalny representan lo contrario de lo que significa luchar por la libertad. Amnistía Internacional, tras su pasado de militante "neonazi" y xenófobo, incluso abogó por eliminarlo de la lista de activistas por la democracia. Así que no nos sermoneen sobre moralidad o martirio, porque los luchadores por la libertad y la verdad son gente como Assange y Gonzalo Lira, no desde luego los cantamañanas a sueldo como Navalny o Zelensky, quien, dados los desastrosos resultados en el campo de batalla, bien podría acabar igual si no calcula bien sus movimientos.

 

 

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